Capitulo 18

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Sakura volvió a la entrada del castillo que daba a Kingsbury en uno de los carruajes del Rey, tirado por cuatro caballos. También iban en él un cochero, un paje y un criado. Un sargento y seis soldados reales lo custodiaban. Y todo porque la princesa Kushina se había subido al regazo de Sakura. Durante el corto trayecto de vuelta a casa, su vestido todavía mostraba las húmedas marcas de la aprobación real de Kushina. Sakura esbozó una sonrisa. Pensó que tal vez Hinata tenía algo de razón al querer tener niños, aunque diez Kushinas se le antojaron un número excesivo. Cuando la niña se le subió encima, Sakura recordó haber escuchado que la bruja había amenazado a Kushina de alguna forma, y se descubrió diciéndole a la niña:

—La bruja no te hará daño. ¡No lo permitiré!

El Rey no había hecho ningún comentario. Pero había ordenado un carruaje real para Sakura.

La caravana se detuvo con mucho ruido frente a la puerta del falso establo. Naruto salió disparado y se interpuso en el camino del criado que estaba ayudando a Sakura a bajar.

—¿Dónde te habías metido? —quiso saber—. ¡Estaba tan preocupado! Y Madara está muy disgustado...

—No me extraña —replicó Sakura aprensivamente.

—Porque el señor Orochimaru ha muerto —dijo Naruto.

Madara se asomó a la puerta. Se le veía pálido y deprimido. Tenía un pergamino del que colgaban los sellos reales rojo y azul, que Sakura observó sintiéndose culpable. Madara le dio al sargento una pieza de oro y no pronunció ni una palabra hasta que el carruaje y los soldados se alejaron repiqueteando. Luego dijo:

—He contado cuatro caballos y diez hombres solo para librarse de una anciana. ¿Se puede saber qué le has hecho al Rey?

Sakura siguió a Madara y a Naruto al interior, esperando encontrase la sala cubierta de lodo verde. Pero lo único que vio fue a Kurama ardiendo en la chimenea con su sonrisa violeta. Sakura se dejó caer en la silla.

—Creo que al Rey no le ha gustado que apareciera para ensuciar tu nombre. He ido dos veces y todo ha salido mal. Y me he encontrado con la bruja del Páramo que venía de matar al señor Orochimaru. ¡Menudo día!

Mientras Sakura contaba lo que le había pasado, Madara se apoyó en la repisa de la chimenea con el pergamino en la mano, como si estuviera pensando en echárselo de comer a Kurama.

—Contemplad al nuevo Mago Real —dijo—. Mi nombre está sucio —luego se echó a reír, lo que sorprendió muchísimo a Sakura y a Naruto—. ¿Y qué le has hecho al conde Suigetsu? —rió—. ¡Nunca debí dejar que te acercaras al Rey!

—¡Pero sí que ensucié tu nombre! —protestó Sakura.

—Ya lo sé. Calculé mal —dijo Madara—. ¿Y ahora cómo voy a ir al funeral del señor Orochimaru sin que se entere la bruja? ¿Alguna idea, Kurama?

Saltaba a la vista que Madara estaba más afectado por la muerte del señor Orochimaru que por todo lo demás.

Naruto era el que estaba preocupado por la bruja. A la mañana siguiente confesó que había tenido pesadillas durante toda la noche. Soñó que entraba por todas las puertas del castillo a la vez.

—¿Dónde está Madara? —preguntó nervioso.

Madara había salido muy temprano, dejando el cuarto de baño cargado del vaho perfumado, como siempre. No se había llevado la guitarra y el taco de madera estaba girado hacia el verde. Ni siquiera Kurama lo sabía.

Un Hechizo y Un Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora