Capítulo 11

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Esta historia también me vino en un sueño, o mejor dicho pesadilla, la cual no quiero repetir ni de chiste.

Las Tortugas Ninja no son mías, ahora pertenecen a Nickelodeon.

Adoro a Leonardo.

Espero que les guste esta obra.

Decir que las cosas habían vuelto a ser como antes sería igual que decir que la Tierra era plana.

Los cuatro habían empezado la construcción del altar en el cuarto de Splinter, con el más absoluto sigilo que sus habilidades les permitían. La guadaña había sido guardada en el armario del patriarca, el arma estaba limpia y afilada gracias a las hábiles manos de Hamato Yoshi.

Actualmente, era el quelonio menor quien vigilaba el cuarto desde el exterior, al igual que lo haría Raph al día siguiente y luego Donnie. Los tres se turnaban para ayudar con la construcción del altar, pero uno de ellos era asignado al deber de asegurarse que Leo no se acerque, ni por accidente, a la habitación de su padre. April y Casey se comprometieron a mantener distraído al de añil tanto como pudieran para que no los atraparan en el acto.

El problema, en realidad, era que la tarea era demasiado sencilla e incluso carecía de sentido puesto que no había posibilidad de ser descubiertos.

Porque Leonardo no quería estar cerca de ellos.

Al igual que muchas cosas, el cambio comenzó con algo pequeño, una excusa aquí y una pequeña mentira allá. Una sonrisa fingida mientras declinaba suavemente la invitación del menor para ver su serie favorita porque debía meditar en su habitación, una mentira ligera acerca de estar cansado cuando el de rojo le preguntaba si quería entrenar, un aparente revisión médica previa ya hecha por Leatherhead cuando el de morado proponía hacerlo en su laboratorio, o la excusa de tener el estómago lleno ante la invitación de su padre a una taza de té y una conversación.

Fue pequeño, sin embargo, no por ello fue menos evidente que él los estaba evitando.

La situación escaló lentamente como una pequeña célula mutada que crece y se esparce hasta convertirse en cáncer. Porque eso era, algo que inició sin ser notado, algo que afectó cosas que parecían minúsculas y fue descartado como normal, hasta que se hizo tan grande que el daño fue imposible de ignorar y el diagnóstico es sombrío al igual que el tratamiento se vuelve incierto y el resultado, impredecible.

Los días pasaban, las excusas y mentiras empezaron a variar, a veces eran forzadas y en ocasiones débiles. Leonardo empezó a salir cada vez más de la guarida asegurando que iba a hacer una carrera rápida por las alcantarillas, otros días permanecía recluido en su habitación y no salía más que para comer y entrenar.

Eventualmente, el de azul dejó de tratar de explicar lo que hacía y sólo se marchó en silencio. Ni siquiera le importó que alguien viera cuando April le entregaba una nueva caja de ropa para arreglar.

Donnie trató de regalarle una máquina de coser para facilitar su trabajo y su hermano la recibió con una sombra de lo que alguna vez fue una sonrisa junto a una mirada vacía. En la tarde, el sonido de algo pesado golpeando violentamente con la pared los había hecho correr a la habitación del ex-líder quien había abierto apenas la puerta y con una sonrisa nerviosa había dicho que no era nada.

-Sólo tropecé y choqué con uno de los libreros -antes de que cerrara la puerta, Donatello pudo ver una de las piezas de la máquina en el suelo

La experiencia para Raphael fue distinta y, a la vez, similar. Una noche en lo que bajaba para beber un poco de agua vio a Leo entrar a la guarida completamente empapado de pies a cabeza, aunque las katanas estaban firmemente atadas a su caparazón, su cuerpo estaba libre de protecciones y de la máscara. El temperamental se quedó estático en su lugar mientras el mayor subía en silencio, sus miradas chocaron unos segundos apenas antes de que la tortuga de ojos azules siguiera el camino directo a su habitación sin decir nada.

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