Capítulo 2: Passer

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En los siguientes días ya no tuvo nada de qué quejarse Nahoya. Su hermano se aseguró de despertarlo con delicadeza, le preparó el desayuno y, por si fuera poco, le preparó su mochila con las cosas que ocuparía en la escuela.

En un principio se había sentido bien con eso pero, ahora que estaba ahí sentado a un costado del menor sentía que todo lo que había hecho fue un absoluto abuso de poder. Ensimismado en sus pensamientos la mano de cierto rubio le hizo salir de ellos enfocándose de nueva cuenta en ambos.

─ Nahooo, vuelve al planeta tierraaa... ─ Canturreaba el de hebras cortas, haciendo que el pelimelón de inmediato volviera en sí.

─ Ah lo siento ¿De qué estamos hablando? ─

─ Souya estaba proponiendo clubs para unirse. ¿Tienes algo en mente? ─

El mayor de los gemelos se llevó mano al mentón, acariciando esa zona de forma lenta y pensativo. Con ese acto simplemente estaba ganando tiempo ¡Había olvidado por completo que su hermano le había pedido que mirara sobre los clubs que existían en la escuela y que tuviera en mente alguno al que se quisiera unir! Ahora debía buscar la excusa perfecta para librarse de eso.

─ Bueno... No hay alguno que llame mi atención por completo, además de que Sou es el mejor escogiendo el club para los dos así que... Creo que está decidido. ─

Rindō no sabía de qué demonios estaba hablando Nahoya, inconscientemente mostrando una mueca en sus labios sin saber bien a qué responder. Iba a decir algo pero Souya le interrumpió de la nada al sujetar el brazo de su hermano mayor y moverlo un poco.

─ ¡No te librarás en esta ocasión con algo como eso Naho! ─

El mayor de los dos no tuvo más reacción que rodar los ojos. Adoraba a Souya, pero lo odiaba cuando hacía ese tipo de comentarios y no le hacía segunda. Se quitó la mano del peliazul de encima, levantándose así de su asiento y acomodándose el suéter escolar.

─ Como sea, lo pensaré y les avisaré luego. Ahora, quiero algo cálido, ya vengo. ─

Dichas esas palabras el de cabellos melones se puso en marcha y salió del salón de clases. Manos metió en los bolsillos de su pantalón, arrastrando los pies en su caminar y mirada fijando al frente sin hacer mucho caso a su alrededor.

Para conseguir una bebida caliente debía subir un piso más, justamente donde los de segundo año tomaban clase. Por lo regular, los chicos de su edad se sentían intimidados con ese pasillo y era normal ese sentir; después de todo tenían que convivir por breves momentos con personas más grandes. Para Nahoya ese problema no existía: su lema era 'todos son más idiotas que yo hasta que demuestren lo contrario' así que su sentido de inseguridad era prácticamente inexistente.

Se colocó frente a la máquina expendedora sacando una de sus manos para así tener consigo varias monedas. De ese pequeño puño que mantenía en la palma de su diestra escogió unas cuantas las cuales introdujo en la ranura. En cuanto se aseguró de tener el dinero exacto oara pedir la bebida, tecleó el pequeño teclado puesto en la parte baja de la ranura, mirando así como el resorte daba vueltas y en un sonido dejaba caer la bebida.

Una sonrisita se asomó en sus comisuras. Se agachó a recoger la bebida y se devolvió al salón de clases con lentitud y sin prisa por realmente llegar. En su camino se decidió a abrir la lata de café que había comprado, siendo acompañado por el característico sonido que se formaba al quitar el seguro de esta.

Manteniendo sus ojos sobre la bebida, decidió tomar un trago de ella pero no contaba con ser tan descuidado. En su andar y de manera tan repentina para él sólo sintió como chocaba contra alguien y su bebida era vaciada tanto sobre él como sobre esa persona. Su gesto no se volvió como de alguien que estuviera a punto de pedir perdón; se volvió como el de alguien enfadado por culpa de aquella otra persona.

Alzó la mirada para saber con quién iba a discutir en esos momentos cuando el cabello rubio y trenzado de cierto chico se cruzó con su mirar: ya sabía con quién tenía problemas. Ambos orbes, tanto los del Kawata como los del Haitani, se detuvieron unos sobre los otros.

─ ¡Mira lo que hiciste, tendrás que pagarla! ─

El reclamo lo inició Nahoya. Ran, en cambio, de pronto se vió confundido por tan repentino reclamo cuando la culpa claramente era del pelimelon.

─ ¿Mi culpa? Já, no sabía que tenía la responsabilidad de ver quien es ciego y quien no. ─

Con su comentario, el Haitani se sujetó un poco la camisa mirando el desastre hecho. Con su indice señaló la enorme mancha de café que tenía en el centro, mirando al más bajito desafiante.

─ ¿Cuando la tendrás lista? Me gusta el suavizante con aroma fresco. ─ Mencionó burlón.

Nahoya no era alguien muy paciente, y tampoco alguien bien portado. Sin mediar palabra se avalanzó en contra de Ran para dar un puñetazo. Varias de las chicas que estaban alrededor comenzaron a gritar por ayuda para Ran, quien a como podia trataba de quitarse de encima al menor. Nahoya era sorprendentemente mucho más fuerte de lo que cualquiera pensaría, por eso le daría méritos el mayor pero no lo suficiente para él.

Después de analizar mejor los movimientos del gemelo fue que pudo al fin encestar un golpe en testa ajena. Nahoya hizo un gesto de dolor pero de ninguna manera se detendría. Tras varios golpes, insultos y demás cosas ambos fueron sorprendidos por uno de los profesores, mismo que fue alertado por las chicas que estaban enamoradas de Ran.

Ambos fueron separados, sobretodo profundamente reprendidos. Como fondo se escuchaba el coreo de varias jóvenes que pedían un castigo más severo para Nahoya a modo de apoyo para Ran, pero eso sólo ocasionó que a ambos los encerraran en la enfermería para que no tuvieran interrupciones.

─ Atiendan sus heridas y luego los quiero en mi oficina. ─ Fue la demanda de aquél profesor, quien salió de aquél cubículo cerrando la puerta.

Tanto el Kawata como el Haitani se quedaron en silencio. Un momento de incomodidad se había creado en ese instante en tanto ambos tomaban algunas banditas y gasas para limpiarse y cubrirse las heridas. Ambos estaban de espaldas; no tenían el valor de mirarse el uno al otro, tal como si fueran agua y aceite.

Un quejido sonó del Haitani al tratar de limpiarse un rasguño que tenía en la rodilla. Aquél sonido llamó la atención de Nahoya quien terminaba de colocarse una gasa sobre la mejilla, apreciando como batallaba el otro en dejar aquella herida limpia. Nahoya no tenía intenciones de ser amable, pero pensar en el sermón de su hermano al enterarse de que se había peleado con el hermano de su amigo en común y sobre todo lo enojado que estaría no le dejaba más de otra.

Se levantó de su lugar, caminando en dirección al otro quedó de frente al joven rubio. El gemelo arrebató de sus manos el algodón que tenía entre manos y, acunclillándose frente a él, empezó a dar suaves toques en la herida.

Ran se miró confundido ¿De cuando a acá era tan amable si acababa de darle una paliza? Una ceja elevó, pensativo, pero igual no se quejó: era divertido tenerlo en esas miras en ese instante. Nahoya no dió mirada al rostro del Haitani, sólo tenía su vista fija en aquella herida y en cómo la limpiaba.

El mayor, en cambio, mantuvo una vista fija en el rostro del Kawata. Ahora que lo miraba de manera detenía no podía negar que tenía un encanto, extraño, pero lo tenía. Nunca había conocido a alguien que tuviera el cabello así de rizado, sus ojos al mantenerlos entrecerrados hacían que tuviera demasiada curiosidad en saber cómo lucirían, de qué color serían. Verlo así le hacía pensar en ciertas cosas, cosas que claramente no estaba bien que pensara ¿Un chico? ¿De verdad podía pensar así de un chico?.

No se iba a quedar quito. Extendió su mano directamente al mentón de Nahoya, alzando este de inmediato para que le mirara y poder concentrarse. En cambio el gemelo le miró de manera extraña ¿Ahora qué se traía? ¿No aquella paliza había bastado para que le dejara en paz?.

─ ¿Qué quieres? ─ Preguntó, arrugando la nariz.

Ran no dijo ni palabra. Extendió su mano libre para jalarle del brazo y poder así atrapar sus labios con los propios. De inmediato una alarma se encendió en Nahoya ¿Por qué le estaba besando un chico? ¡A él no le gustaban los chicos! Forcejeó con ímpetu tratando de zafarse del agarre que había hecho el rubio pero para su mala suerte él era más fuerte. Pronto se vió levantado a la fuerza así como su cadera se vió sujeta y atraída a la entrepierna del chico: no tenía escapatoria.

Unholy © 〔❛ RanLey 🔞 ❜〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora