Camino.

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Rápidos pasos atravesaban con ansiedad la larga acera de concreto, la calle familiar estaba bastante desolada para ser un lunes por la mañana, pero es que por las prisas, Baji había salido mucho antes de lo habitual. Tenía un asunto que necesitaba aclarar con urgencia, una situación que necesitaba expresar con desespero a alguien que fuera de su gran confianza.

Así que, prefirió saltarse el desayuno y los regaños de su madre y salir corriendo hasta la dirección conocida de la Familia Sano.

Jadeando y sintiendo la pesadez en sus músculos, tocó con desespero el timbre. Una, dos, tres veces, su dedo hundiéndose cada ocasión con más violencia conforme sus cejas se unían en una expresión de enojo característica de él. La voz de Shinichiro respondió con una grosería mientras sus pasos molestos arrastrados se escuchaban acercarse.

Baji se olvidó de cualquier cortesía y saludó con solo la mano en cuanto el portón de madera se abrió, ingresando a la propiedad con la misma prisa con la que llegó allá, corriendo hasta la habitación de Manjiro, no importandole las conocidas represalias por despertar antes de tiempo al rubio malhumorado.

En la sencilla habitación, Mikey dormía cómodamente aun, recostado en una posición extraña a lo largo de todo el colchón. Baji irrumpió violentamente, abriendo de golpe la puerta corrediza con la suficiente fuerza para que el ruido alertara al rubio adormilado. Y por si el susto repentino no hubiera sido suficiente, unos segundos después fue tomado por los hombros, aun acostado.

En su campo de visión borroso, la imagen frente (y sobre) él era reconocible, pero difusa. Los dos puntos café brillante que parecían rubíes rojos por la intensidad con la que lo miraban y el par de blancos dientes puntiagudos y sobresalientes. Mikey sabía que era Keisuke quien tenía la osadía de interrumpir su sueño con aquel descaro, pero le daba el beneficio de la duda, y los 30 segundos que le tomaría despertar totalmente para que se explicará y lo convenciera de no estrellarle la cara contra la pared de madera en una patada.

¡Mikey! — llamó, la notoria emoción en su voz mientras sacudía descuidadamente al otro por los hombros. — ¡Somos vecinos!

— .... — las neuronas de Manjiro intentaron procesar esa información de la manera correcta o cuando menos, de la forma deseada por el pelinegro, pero no había mucho para hacerse cuando eran las 6:30 am, la poca iluminación del cuarto era obstruida por la pesada cortina en la ventana y Baji no explicaba bien las cosas. — .... ¿Te mudaste a la casa de un lado?

— Qué. — la confusión en los ojos negros entrecerrados y notoriamente adormilados traspaso a Keisuke. — ¡No! ¡Hablo de Chifuyu y yo! Vivimos en el mismo edificio.

Finalmente Mikey espabilo lo suficiente para apartar a Baji y sentarse sobre su cama. El pelinegro se rió por dentro al ver el notorio cabello de cama con el que Manjiro despertaba, mechones rebeldes qué normalmente caían sobre su frente, se alzaban como antenas, incluso considerando lo mucho que había incrementado el largo de las hebras doradas en los últimos meses.

¡¿Cómo que Chifuyu es tu vecino?! — la voz de Emma llenó la habitación repentinamente, la rubia se veía mucho más despierta qué su hermano, de pie en el marco, los ojos dorados brillaban de la emoción por escuchar aquel dato, y la expresión de su mejor amiga pronto se contagio al rostro del pelinegro también.

¡Tres pisos debajo de mi! Por eso siempre nos encontramos cerca.

— ¡Eso es genial Edward! Vas a poder acompañarlo a la escuela, acompañarlo a casa, hacer pijamadas y  — la rubia no pudo contener más su emoción y simplemente gritó, recordando a las comedicas escenas de adolescentes fantaseando con romance. Lo cual no distaba tanto de la realidad. Mikey eligió tapar sus orejas con ambas manos para escapar del chillido agudo, demasiado ruido para sus oídos tan temprano por la mañana.

Dulce infancia [Bajifuyu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora