[Extra Maitora] ¿Ahora lo entiendes?

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Los eventos del sábado, Mikey podía decir que los guardaría con mucho cariño en sus memorias para el resto de su vida. No solo por el combate tan emocionante que presenció el Dojo, ni por la victoria del pequeño rubio a quien ya le tenía bastante estima.

Entre todo lo que había sucedido, fue en realidad la mirada de Baji, llena de sorpresa, orgullo, felicidad, emoción, y ese brillo que ahora podía reconocer como amor, lo que se quedaría impregnado para siempre en sus recuerdos. Ni siquiera pudo poner atención al momento preciso en que la espalda de Kazutora había impactado contra el tatami. Sus ojos estaban muy ocupados descifrando aquellos sentimientos en el par avellana que veía desde la distancia.

Y aunque parecía que Edward era la persona más feliz del mundo en ese momento, festejando junto al rubio y el resto del grupo, toda su aura radiante cambió en el momento en que lo llamó a él y a Kazutora para hablar mientras Shinichiro llevaba a Chifuyu a la tienda para que escogiera algún dulce como premio por su victoria.

Mikey, te pedí una sola cosa. — empezó regañando, estaban al fondo del patio, incluso por detrás de la casa de la familia Sano. El reclamo sonó como un gruñido para ambos chicos, ninguno se mostraba arrepentido, ni siquiera cabizbajo o intimidado. — ¿Por qué no le dijiste a Chifuyu que volviera a casa?

Manjiro lo pensó un poco antes de responder. — Quería convivir un poco más con él.

— Sabias que las cosas iban a terminar así sí hacías eso.

— Lo sabía. — admitió, sosteniendo la mirada contra el par avellana que parecía brillar en rojo por la ira. — Lo hice a propósito.

La afirmación sincera superó los límites del pelinegro. Y la punta de su zapato impacto de lleno contra el mentón del rubio, haciéndolo retroceder un poco, tambaleando, pero negándose a caer.

Manjiro sabía que se merecía aquel golpe, por eso no había hecho ningún esfuerzo por esquivarlo o detenerlo. Por eso apretaba ambos puños para calmar el instinto de regresarlo a la brevedad. Sin embargo, en ningún momento bajo la cabeza o la mirada, Baji tampoco esperaba que lo hiciera, conocía lo suficiente al rubio para saber que tenia el ego y el orgullo demasiado alto como para disculparse o si quiera arrepentirse.

Y tu. — señaló ahora a Kazutora. La ira en sus ojos solo acrecentaba conforme lo veía, conforme el par de iris dorado le devolvían la mirada sin ninguna otra emoción que su orgullo, indispuesto a guardar cualquier remordimiento o a pedir perdón por sus acciones. Era lo mismo que Mikey.

Antes de empezar cualquier reclamo verbal, el puño de Baji ya había impactado de lleno contra la mejilla sana de su amigo. Esta vez el impacto fue suficiente para tirarlo al suelo de costado.

¡Ni siquiera sé por dónde empezar todo lo que quiero decirte! — se dejó desahogar, apretando el puño con el que acaba de atacar, el rojo vivo de la inflamación en sus nudillos destacaba incluso al sepia de ese atardecer. — ¡Eres un imbécil! ¡¿Qué hubiera pasado si Chifuyu no hubiera podido contigo?! ¡¿Qué habrías hecho si le rompías el brazo?! ¡¿Crees que puedes ir por la vida midiendo fuerzas con cualquiera y luego escapar de las consecuencias?!

— Él también estuvo de acuerdo con esto. — recalcó, reincorporandose en el suelo para mirar nuevamente a Baji.

Por supuesto que Kazutora sabía que se merecía aquel golpe y aquellas palabras. Pero Chifuyu no era diferente. Fue el orgullo de ambos lo que los llevó a aquel enfrentamiento, él había perdido, y aceptaba su derrota junto a los reclamos de su amigo. Pero no iba a cargar con toda la culpa de lo que había pasado, mucho menos cuando él también había salido lesionado, quizá de peor manera que el rubio al que Baji había decidido defender.

Keisuke solo pudo gruñirles a ambos y dar media vuelta para irse. Encontraría a Chifuyu en el camino y lo llevaría a casa.

¡No quiero verlos, a ninguno de los dos de nuevo! Imbéciles.

Fue la última sentencia antes de desaparecer por la puerta trasera de la cocina.

El par de heridos miraron sin emoción aparente el camino que había tomado Baji para irse. Poco después, Manjiro se sentó en el suelo junto a Kazutora, quedándose solo en la compañía mutua y silenciosa, mientras el color naranja del cielo se consumía en el rosa y el violeta, y los pequeños puntos platinados comenzaban a brillar sobre ellos.

El canto de un grillo fue lo que los trajo de vuelta a la tierra.

¿Cómo te sientes?

— ¿Huh? — la repentina pregunta de Mikey lo tomó desprevenido. — Me duele un poco la boca, va a ser difícil masticar esta semana. Pero solo eso.

— No Tora. — el rubio se movió ligeramente, apegándose más al otro. Tomó la mano ajena y la coloco sobre su pecho. — Hablo de esto. ¿Cómo te sientes?

Kazutora lo miró confundido, la mueca en sus labios y las cejas contrariada expresaban demasiado bien la incógnita que se formaba en su cabeza. Incapaz de comprender a que se refería Manjiro, quien solo rodó los ojos para luego cerrarlos y sonreir, sin apartar la palma cálida que posaba en su pecho.

Incapaz de comprender, decidió imitar las acciones del otro, cerrando sus ojos también.

Cuando su sentido de la vista se apago, aislandolo de cualquier estímulo visual, su tacto se sintió más preciso. Y pronto corrió desde la punta de su extremidad una sensación pulsante, rítmica y constante, a cada segundo se sentía más precisa, y en cada repetición se distribuía con más fuerza por todo su cuerpo.

Los latidos del corazón de Mikey junto al calor del contacto lo hicieron sentir mucho más relajado, tranquilo. Finalmente sentía cómo su mente, que había estado sumergida en los rezagos de adrenalina después de la pelea, se enfriaba poco a poco, esclareciendo así sus propios pensamientos hasta poder comprender la pregunta que había hecho su amigo.

Abrió los ojos con lentitud, perdiendo la percepción del tiempo que había permanecido en aquel espacio de confort con el rubio.

Supongo que ahora lo entiendo. — respondió, sentía la cabeza flotarle en las nubes, incluso cuando la acababa de poner sobre tierra. — A Baji, digo. — hizo una breve pausa, pensando en las palabras correctas para transmitir sus pensamientos. — Entiendo por qué le gusta Chifuyu. Y entiendo por qué a Chifuyu le gusta Baji.

Sólo después de brindar su respuesta, Manjiro dejó ir su mano. Abriendo también los ojos sin romper la suave sonrisa en sus labios. Kazutora de inmediato extraño el pulso ajeno con el que ya se había coordinado.

Me alegra.

Nuevamente el silencio verbal dominó entre ellos. El grillo nunca dejó de cantar, amenizando el ambiente como un ruido blanco al fondo. El color rosa en el cielo era ahora violeta, y detrás de el comenzaba a esparcirse el azul oscuro y profundo, haciendo resaltar aun más el brillo de las estrellas.

Mikey revolvió con cuidado el cabello negro de su amigo, obligandolo a encorvarse un poco para que fuera más cómodo y disfrutable el gesto.

Realmente me alegra que lo entiendas.

Por alguna razón, el pelinegro sintió que no hablaba solo de Baji y Chifuyu en aquella opinión.

ME MOLESTA MUCHO QUE SEAN NIÑOS PEQUEÑOS Y MI MORALIDAD NO ME DEJE HACER QUE SE BESEN (AÚN)

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