I

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"Un extenso y poderoso rayo verde emerge de aquella varita torcida. El rostro del hombre quien dispara se encuentra borroso, no logra distinguirlo. Nunca puede.

Todo vuelve a suceder, el rayo impacta, se escuchan gritos y una risa retorcida sobre todo el ruido doloroso. A su alrededor, las cosas empiezan a girar en todos los sentidos, mareándolo, confundiéndolo como siempre sucede.

― ¡Murió! ― esa voz. Esa horrible voz se escucha entre las vueltas que da el lugar. Se marea aun más, las ganas de vomitar son tormentosas. ― ¡El niño que vivió ha muerto!"

Y se despierta.

Harry parpadea, su estomago debe acostumbrarse antes de tener la necesidad de vomitar, aunque las ganas estén presentes, pero él odia hacerlo. El sabor que le queda impregnado en la garganta es tan horrible que lo hace querer llorar.

Se sienta sobre la cama, puede sentir los rayos de sol mínimos ingresar por la ventana que, claramente, Ron o Neville dejaron abiertas la noche anterior. Arruga la nariz cuando su estómago, a pesar de todas las ganas que le ha puesto por no vomitar, se retuerce y debe correr. Sus pies se enredan al salir por culpa de las cortinas y el uniforme de quidditch que dejó tirado allí la noche anterior luego del partido contra Ravenclaw.

Se las arregla para llegar hasta el baño y arrodillarse frente al inodoro y dejar salir el líquido transparente porque no ha comido nada desde la noche anterior. Una vez se siente mejor, se deja caer en el suelo frío, sus piernas subiendo hasta encontrarse con su pecho y las abraza con sus brazos. Su cabeza cayendo entre sus rodillas.

El sueño es horrible y no sabe que significa. Lo tiene desde que era niño. La primera vez que soñó con la maldición asesina ― porque eso le dijo su padre que era cuando le contó sobre el rayo verde de sus sueños ―, tenía seis años cuando eso y se volvió recurrente desde ese momento. Siempre es igual, no hay ningún cambió en los últimos diez años y a pesar de saber que solo es sueño, siempre despierta agitado, con sudor frío cubriendo su cuerpo y unas ganas de vomitar que lo dejan sin ánimos de absolutamente nada.

― ¡A levantarse! ― Harry cierra los ojos con fuerza. La voz de Hermione fuerte y clara avisa su entrada al dormitorio y el muchacho cabecea, frustrado porque, a pesar de ya estar despierto, sabe que fue Seamus quien olvidó poner un buen hechizo anoche.

― ¡¿A quién se le olvidó cerrar la puerta anoche?! ― escucha el grito de Dean y luego como Ron entre balbuceos aun somnoliento, murmura al irlandés.

― ¡Le tocaba anoche a Neville!

― ¡Falso!

― ¡Ella no puede ingresar así, pusimos los hechizos!

Harry rueda los ojos. Sus amigos actúan como si no estuvieran hablando de Hermione Granger, la misma que en segundo año creó esos pergaminos compartidos, para que ella y Luna pudieran comunicarse cuando deseen.

― ¿En serio ustedes pusieron esos hechizos? ― aunque no la esta viendo, Harry puede asegurar que la joven bruja ha puesto sus manos sobre sus caderas y fruncido las cejas. ― Hasta alguien de primero lo podría hacer mejor. Así nunca podrán tener buena nota en sus EXTASIS.

― Hermione...

Con ese tono de suplica de Ron, Harry sabe que es momento de salir. Se levanta con cuidado. El malestar ya ha desaparecido casi por completo y solo queda el sabor agrio en su boca que rápido quita cepillándose sus dientes y aplicando un enjuague que Sirius le trajo de uno de sus viajes al mundo muggle.

El sabor a menta lo hace sonreír y con un pequeño suspiro, sale del baño. Lo primero que observa es como la varita de Hermione se encuentra en lo alto, siendo sostenida por su dueña quien le apunta a Ron, quien se refugia detrás de Neville el cual esta mas blanco que un papel.

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