III

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― ¿En serio, Harry?

― Es que él...

― Cielo, no. Él nada. ― la mujer sonríe suavemente, sosteniendo el rostro de su ahijado entre sus manos. Murmura algo y de inmediato el rostro del joven este limpio de sangre y su labio sellado. Harry alza la mirada, sus ojos verdes viéndola apenado. ― Se que te cae mal y puedo comprender tus razones, ese jovencito junto con su hermano son unos pesados, pero no debes rebajarte a ellos. Eres más que eso.

― Lo sé, pero se metió con papá...

― Harry, tu padre ya es un hombre adulto, no necesita que su pequeño hijo lo defienda de las palabras que otro joven diga de él. ― ella se ríe ― A él lo único que le interesa es que tu estes bien y no andes peleándote a los golpes cada tanto con alguien...

― Es que es desesperante, en serio.

― Y no lo dudo, con solo verlo me di cuenta ― deja escapar un suspiro y con cuidado se lleva un mechón de su cabello hacia detrás de la oreja ―, pero como te dije, Harry, ignóralo. Mas vale ignorarlo que rebajarte a él.

El menor de los Potter suelta un poco de aire y hace una breve mueca antes de aceptar.

― Excelente, ahora debo irme, tengo que seguir trabajando, ¿estarás bien?

― Si. ― responde, sonriendo ― Y perdón por hacerte venir, sé que estas ocupada con tu trabajo.

― Oh, no, tranquilo, cielo. ― ella se separa, moviendo su mano en una señal de baja importancia ― Luego me desquitaré con tu padre.

― ¿Qué?

La perfecta ceja rubia de la mujer se alza y Harry maldice por lo bajo. 

― ¿Oh? Oh, Harry, ¿en serio crees que no les dire? Si me llamaron a mí y no a Sirius fue porque quieren que hable y le comunique lo sucedido a ellos.

― Pero...

― Lo siento, cielo, debo hacerlo o tu padre se enojará conmigo.

― Me matará.

― No tan así, solo podría castigarte.

― ¡Con el quidditch!

Ella rueda los ojos.

― Por Dios, saliste igual a ellos, amante del deporte. No entiendo que le ven.

― Tía Dora...

La rubia lo observa y niega. Harry le muestra un puchero pequeño, con ojos grandes y brillantes, tan parecidos a los de su mejor amiga que hace que su corazón lata con fuerza. No puede, debe ser fuerte.

― No me mires así, Harry Potter.

― Por favor.

En serio trata, Pandora en verdad intenta que esa mirada no le afecte, pero ve en Harry esos ojos y le afecta demasiado. Por Dios y Merlín, ese niño es su perdición. Sabía que debió negarse cuando le pidieron ser su madrina. Los genes que tienen son muy fuertes y la hacen flaquear.

― Basta, basta ― Pandora se aleja de su ahijado, sus cejas frunciéndose y tirando su rizado cabello hacia atrás. Harry al verla le recuerda muchísimo a Luna. Los mismos ojos grises saltones, sus cejas pálidas y ese cabello largo y rizado, demasiado indomable para su propio gusto, pero siendo tan propio de las Lovegood. ― Los Nargles que tienes en tu cabeza me piden que te haga caso, pero los míos me dicen que no.

― Deberías hacerles entonces caso a los míos, yo soy el del problema.

La mujer deja escapar un suspiro pesado.

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