El roce le indicó que se encontraba otra vez entre los malditos cortinados,¡ libre! Ya no había esposas que le sujetaran las muñecas ni pendía boca abajo de ningún gancho. Se todos modos seguía atrapado entre los paños. Esta vez no se sintió caer, simplemente estaba allí. Se deshizo de las telas e intentó levantarse. Los músculos agarrotados le impidieron moverse rápido, tuvo que respirar profundo y hacer despacio para lograrlo.
Las paredes de piedra, el camastro de madera rústica, oscura, y el suelo cubierto de paja, le dieron la idea de que se hallaba en algún sitio medieval. Hacia arriba, una ventana terminada en arco dejaba entrar luz de afuera. Luz blanca. De luna brillante. Hacia la derecha, una puerta de tablas con cerradura negra y su llave, lo tentó. Pero no pudo abrirla.
Algo aleteó cerca, casi rozándole la cabeza.
—¡Y ahora ¿qué?! —masculló con rabia, harto de los misterios, los viajes temporales y los escenarios desconocidos.
—Bienvenido —pronunció una voz profunda. Dio un giro rápido, a la defensiva del aleteo que no hacía más que molestarlo.
Un joven de aspecto agraciado sonreía maliciosamente frente a él. Llevaba un traje antiguo de terciopelo morado. Desde el cuello caía una cascada de seda, como blondas nacaradas. El cabello, brillante y oscuro, se recogía en una coleta. «Tiene el porte de un lord», pensó. Sin embargo, eran extraños los ojos de mirada intensa. Oscuros como el temor, con tintes rojizos, como hilos de sangre.
—¿Quién eres? —gruñó.
El joven amplió la sonrisa dejando ver una dentadura perlada, similar en color, a la luz de la luna.
—¿No me reconoces? Me has llamado cosa todos estos años —repuso con suavidad.
—¿Tú?
—¿Te extraña?
—¡Claro que me extraña! Siempre te he visto metido en una... capa o sotana, o como quiera que la llames. Parecía que no tenías rostro, ni cuerpo... ¡Una cosa!
El joven soltó una carcajada discreta y se sentó en una silla que sacó de las sombras. Con un ademán, lo invitó a hacer lo mismo. Como no vio otro asiento, se ubicó en el camastro.
—¡Ay, mi querido don nadie! —Suspiró el ahora lord—. No aprendes, no te das cuenta... ¿Qué voy a hacer contigo?
—¿Explicarme de qué va todo esto?
En la mazmorra sonó de nuevo la risa de ese ser que, aunque no conociera, se le hacía familiar. Y al que, en el fondo, le alegraba ver, al menos era alguien con quien ya había tenido contacto.
Las sombras seguían revoloteando cerca de los techos. No distinguió si eran palomas o gorriones. «Aunque, con todo lo que viene sucediendo, bien podrían ser cucarachas gigantes», pensó con asco.
—Acompáñame —dijo el lord—. Vamos a dar un paseo.
Lo siguió por un amplio corredor casi a oscuras, salieron a un parque con numerosos senderos de piedra en cuyo centro se erguía una fuente.
—Observa a tu alrededor —pidió el anfitrión, deteniéndose.
Refunfuñando, miró a los costados.
—Muy lindo.
—Observa. No mires. Observa.
—¡Observar! ¡Mirar! ¿Qué diferencia hay?
El joven lo contempló con un sesgo de ternura.
Dio un soplido resignado, torció la boca y volvió a mirar. Perdón, a observar. Entonces reparó en ellas. Lápidas.

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Zángano
Paranormal✔Misterio Paranormal. ✔Completa. A veces, la ambición es tan poderosa que nos lleva a explorar caminos que no deberíamos. Y a saldar cuentas que no recordamos pero que yacen allí, en el fondo de aquello que, algunos, se atreven a llamar «alma». **E...