Capítulo Cuarenta y uno

871 87 87
                                    

Harry tecleó en su teclado sin la más mínima atención. Su cuerpo se seguía movimiento, pero su mente no se hallaba en aquel lugar de paredes amplias, tan amplias que el vacío de las mismas le había comenzado a sofocar. Al menos, esa excusa se había dicho a sí mismo cuando abrió la puerta de su despacho para tener la oportunidad de escuchar cuando él llegara.

Con profunda sinceridad, aún esperaba que Louis le llamara para la cena, para que ambos se sentaran lado a lado. Esperaba decirle a Louis que comiera más, que se sirviera otro plato de su propia comida y disfrutara de lo que preparaba; le gustaba verlo sonrojarse y servirse con timidez, seguirle la charla a tropezones hasta que la confianza que había desarrollado entre ambos salía a flote.

Sus ojos siguieron viendo hacia la entrada de su oficina con esperanza, no sabiendo qué realmente esperaba que sucediera. La cena ya estaba preparada, Tristán ya dormía y las noches parecía querer insistir en estar presente, aburrida y poco interesante si Harry no podía salir de su despacho y volver a ser el mismo de antes. Y se arrepentía, se arrepentía tanto de lo que había hecho...

En realidad, no lo hacía tanto como deseaba que fuera, porque los dedos todavía le temblaban si pensaba en la escena de romance que habían montado en la habitación. En su habitación, de ambos, donde sus cuerpos se abrazaban sin tener una mente que los controlara para hacerlo. Simplemente, sucedía, sin voluntad y casi por instinto.

Le gustaba Louis... A Harry le gustaba demasiado Louis, y lo estaba dejando marchar con Jack a una cita que seguramente terminaría formando algo a lo cual Harry aún temía tener. Algo que deseaba, pero que se sentía inseguro, sin derechos, de tener.

Lo estaba dejando marchar.

Harry dejó de teclear y restregó las palmas de sus manos contra su rostro con frustración, enfadado consigo mismo y demasiado estresado como para tomarlo con calma.

Un abogado, su hermana, Louis, su cita, lo que sentía... Todo se le había acumulado. Si pensaba en todo aquello, el control se le escapaba de entre los dedos.

Había estado llamando a su abogado de cabecera con insistencia hasta que se rindió, hasta que se enteró de que Gemma ya le había llamado antes y estaba bajo su nombre. Estuvo días encerrado en su despacho tratando de no explotar, de no llamar a su hermana furioso y decirle que el espectáculo que estaba montando ya se había vuelto patético e injusto, que la piedra no había sido lanzada de su mano como para que se sintiera herida por parte de Harry. Sin embargo, con lo poco que le quedaba sobre saber de Gemma, supo que ella no se daría por vencida con facilidad. Y volvió a llamar a otros despachos de abogados, de repente todo siendo muy real cuando Mitch, su amigo de la infancia a quien no había visto desde que ambos dejaron la secundaria, le dijo que hablaría con el abogado de Gemma sobre la demanda. Que solo había que esperar a que la carta de citación llegara a su casa, como si realmente la estuviera esperando.

No durmió un par de noches, no solo por eso, también porque su corazón se sentía castigo, por mucho que quisiera sentirlo de otra forma. No se arrepentía demasiado, esa era la plena verdad, y aquello solo lograba confundirlo mucho más. Se ilusionaba a sí mismo cuando recordaba a Louis respondiendo a su toque y la pregunta se planeaba antes de que pudiera dejar a la verdad sobre la mesa: ¿y si...?

¿Y si Louis también sentía lo mismo?

Le había dicho que no, y el cuerpo de Harry se separó de inmediato de él. Ya no quería atreverse a tocarle ni rozarse, incluso apenas hablaban desde que había sucedido aquello, pero no porque Harry se encontrara enojado por haber sido rechazado. Se sentía alerta; esperaba a que Louis le reclamase o que le dijera que esperaba lo mismo que Harry deseaba. Esperaba una respuesta que le dejara el asunto claro.

Never be the sameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora