Capítulo Veintisiete

576 92 14
                                    

Con pura honestidad, Louis esperó morir mientras recogía cada uno de sus trapos. No se atrevió a recoger mucho, solo lo que sabía que le colgaría de los hombros hasta casi llegar al suelo para que tropezara. Con los ojos de Belial sobre él, Louis creyó encontrarse delante del mismo juicio final, a la espera de ser condenado al infierno por su atrevimiento. Sin embargo, Belial ni siquiera le prestaba toda su atención, más aburrido que cualquier otra cosa. Cuando terminó, solo esperó a que todo terminara.

—Vuelve a casa —le murmuró al Louis estar frente a él—, porque voy a estar esperando por ti. Y no quieres que espere por toda la eternidad, ¿cierto?

Louis le asintió lentamente, y se dejó abrazar por el alma. Al sentir sus labios sobre su frente, se obligó a no erizarse y echarse para atrás.

Recuperó la consciencia y la respiración cuando estuvo dentro del autobús, con demasiados ojos sobre él como para que fuera normal todo. Pero el corazón tomó su rumbo conocido y las manos dejaron de ser pálidas para tomar un lindo color rosa, que se deslizó por todo su cuerpo hasta llegar a sus mejillas.

Al acabar el viaje desde el infierno hasta el cielo, las nubes se encargaron de cubrir sus heridas y curarlo mientras flotaba como un ángel, como un hermoso ángel caído que había sido perdonado ante todos sus pecados. La nieve fuera, cayendo en pequeños trozos, se sintió con notoriedad a cada paso que daba. El miedo a resbalarse y caerse de las nubes no apareció en ningún segundo, y no estaba dispuesto a mirar sobre su cuerpo para ser consciente que estaba siendo enviado al cielo para engañar y hurtar, a órdenes del mismo lucero.

Cuando cruzó el porche y estuvo delante de la puerta, ya abriéndose sin que la tocara, lo único que supo antes de parpadear los copos de nieve de sus pestañas, fue que una frazada se apretaba contra él. En realidad, Harry apretó la tela de la nada contra él.

—Hace mucho frío afuera, ¿no? —dijo como si no hubiera alborotado algo dentro de Louis.

—Sí, lo hace —Louis respondió, sin saber si seguía donde creía estar. En su cabeza, había muerto en algún lugar desde salir de casa hasta llegar donde Harry, y el cielo era lo que sentía—... ¿Dónde está Tristán?

Harry sonrió a una pregunta tan casual. De pronto, lució avergonzado, como un niño pequeño moviéndose sobre sus pies.

—Lo he tenido que vestir yo —comenzó— y fue difícil hacerlo, tengo que admitir. Pero la cita la han adelantado para hoy... Quiero decir, yo la he adelantado para hoy. Me gustaría que fuéramos juntos.

Louis frunció su ceño, atado la frazada por delante de su corazón. El frío no entró.

—¿Por qué? ¿Está enfermo?

—No, es solo que ha caído nieve ya. Anya enfermaba siempre durante la primera nevada de diciembre, y no quiero que suceda con él.

Louis miró directo a los ojos de Harry, donde no parecía yacer nada más que la atención que ponía sobre él. Había solo seguridad.

—¿Quién es Anya? —preguntó el omega, a pesar de que la respuesta se sentía entre ellos.

Sin embargo, Harry sonrió de lado, como si hubiera esperado que Louis no lo supiera para decirlo.

—Oh, es Taylor —dijo simplemente—. Odiaba el nombre, pero a mí siempre me gustó.

Como sentirse menos que la calma antes de una tormenta destructora, Louis caminó a un lado de Harry con una simple sonrisa. Si Harry notó el propio tirón de sus labios, ni siquiera él mismo lo notó al hacerlo.

—Me gusta —dijo Louis en voz baja, sin necesidad de elevarse por la cercanía que mantuvo con Harry durante imperecederos segundos—. Iré a ver a Tristán.

Never be the sameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora