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La noche todavía era joven, la luna alumbraba las praderas cercanas al santuario. Haciendo salir entre las hebras montosas a las miles de millones de pequeñas luciérnagas, que eran espantadas por la suave brisa nocturna. Haruko despertó en medio de la noche, mirando en todas direcciones sabiendo que todo lo que había soñado era una pesadilla.

Se levantó de la cómoda cama, sus pies descalzos tocaron el frío pisó de piedra, causándole un escalofrío que recorrió su columna vertebral. Su vestido blanco que era demasiado largo, se arrastró por todo el suelo. Mientras ella salía de la habitación buscando a su mentor. Paso sus manos por unas cortinas blancas, que tapaban su pasó para ver al de piscis dormido sobre su cama en total tranquilidad. Haruko paso sin permiso, para observarlo más de cerca. Algunos mechones sueltos estaban exparsidos por su rostro, la azabache se quedó admirando durante minutos que se convirtieron en horas.

— Señor Albafica —lo movió recibiendo un quejido de su parte—. Señor Albafica.

— Haruko ¿qué haces aquí? —pregunto medio adormilado.

— Tuve una pesadilla ¿me deja dormir con usted? —jugo con sus manos nerviosa, esperando una respuesta positiva.

El caballero la miro con una ceja enarcada, suspiro para hacerle un pequeño lado—. Adelante, se lo que se siente tener una pesadilla —palmeo dándole a entender que subiera.

Haruko asintió para subir a la cama acurrucandose alado del contrario. Albafica abrió los ojos de sorpresa al sentir como la azabache lo abrazaba como si fuera un animal de peluche.

— Descansé señor Albafica —susurro la azabache antes de caer rendida en los brazos de morfeo.

— Descansa pequeña rosa —beso un mechón del cabello azabache de la contraria.

Antes de quedar ambos dormidos, era una escena adorable parecían padre e hija o tal vez se podían confundir con hermanos.

✿ 🌙 人⁠ 

El primero en despertar fue Albafica, su deber como caballero lo llamaba. Pero ahora tenía un problema, salir de su propia cama sin despertar a la pequeña azabache.

Tomo el brazo de Haruko despegando lo de su cintura con cuidado. Paso por encima suyo lentamente, hasta pisar el pisó y salir a pasos silenciosos de la habitación, dejando a Haruko dormida.

Las horas pasaron la de orbes oceánicas comenzó a removerse, al no sentir a su mentor a su lado. Se levantó sobándose los ojos, medio dormida. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros en caireles ondulados, aún desaliñada era toda una belleza.

Salió del cuarto dispuesta, a buscar a su mentor. El vestido blanco se arrastró por todo el templo buscándolo hasta, verlo en medio del rosal que se tenía que cruzar para llegar a la sala del patriarca. Sin problema, la menor comenzó a brincar de roca en roca intentando llegar alado de Albafica.

— ¡Señor Albafica! —lo llamo en voz alta, el de cabellos celestes la vió sorprendido—. ¡No lo encontré en el templo, así que decidí venir aquí!

Al ver que todavía estaba lejos de su alcance se dispuso a pisar, descalza aquellas rosas.

— ¡Haruko espera! —intento detenerla pero ya era tarde. La menor ya se hallaba sobre, las rosas. La expresión de terror de Albafica paso a una de confusión esa niña también era inmune a su campo de rosas envenenadas.

Haruko a pequeños brincos llegó a su lado con una radiante sonrisa. Albafica al tenerla cerca no pudo evitar abrazarla, por un momento pensó que la perdería y estaría solo de nuevo.

— ¿Señor Albafica, está usted bien? —pregunto cuando el mayor separó con una sonrisa.

— Si estoy bien Haruko.

Mientras que desde las piedras más altas, unas siluetas los observaban en silencio.

— Vaya esa mocosa, enserio le preocupa a Albafica —dijo Manigoldo con una sonrisa burlona—. ¿Será está su debilidad? ¿O tal vez este enamorado de ella?

— Eres un ser repugnante Manigoldo. —frunce el ceño El Cid—. ¿Es su protegida que más esperas?.

— Pero hay que admitir que la belleza de esa niña es inigualable —recalco soberbio—. Podemos comparar su bello rostro, con el de una ninfa o una diosa.

— No puedo decir nada en ese argumento.

— ¡Tu que opinas Sísifo! —palmeo su hombro con fuerza sacando al de castaño claro, de sus pensamientos.

— Pues Haru es muy bonita. —contesto natural.

— Espera.... ¡¿Haru?! ¡¿Ya has hablado con ella?! —lo interrogó exaltado.

𝐂𝐎𝐒𝐌𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐀𝐌𝐎𝐑; Sísifo de SagitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora