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Albafica posó una de sus rosas en el cabello oscuro de la menor. Que  estaba sentada en una roca tarareando una canción. El mayor tomo asiento en el suelo rosal, disfrutando de la melodía de Athena. Su voz realmente era la de una diosa, la melodía se iba expandiendo poco a poco por todos los rincones del santuario. Sin darse cuenta estaba usando su cosmos en dicha nota musical.

Estaba reforzando la barrera del santuario en ese mismo momento.

Shion que se hallaba custodiando la casa de Aries se detuvo en seco al escuchar la suave melodía que llegaba a sus oídos, un ligero brillo cruzó por sus ojos.

Degel que se estaba en plena lectura, alzó la vista de su libro. Suspiro para cerrarlo, se apoyó en el pilar cerrando sus párpados escuchando con toda devoción el canto de Athena.

Haruko movía suavemente su cabeza acoplando al nivel de su melodía. Era un bello momento para recordar el día que la diosa Athena canto luego de tantos siglos.

Sísifo que se hallaba en sus entrenamientos, se detuvo al escuchar aquella armónica voz.

— ¡Oye! ¡¿Porqué te detienes?! —grito su adversario. El caballero de Sagitario lo ignoro, retirándose del combate.

Todos los que se encontraban entrenando se detuvieron. Miraron el cielo como si quisieran encontrar la persona que lo cantaba allí arriba.

— Haruko... —susurro para si mismo. Iba a ir en busca de la reencarnación de Athena, no le importaba si Albafica lo envenenaba con sus rosas nadie le iba a impedir verla.

✿ 🌙 人⁠ 

La azabache era escoltada por El Cid de Capricornio, uno de los caballeros más fríos pero de corazón noble en todo el santuario. Su lealtad hacía su diosa llegaba a tal punto que no le importaba sacrificar su vida por verla asalvo como el resto de los caballeros dorados.

Haruko iba cabeceando a cada paso ésto El Cid. Lo notó así que decidió detener su andar, la menor copió su acción tallando su mano contra sus ojos intentando quitarse el sueño.

— Diosa Athena suba a mi espalda. —dijo el caballero con serenidad—. Vamos hágalo, se ve cansada yo la llevaré.

— P-pero se ve que estás más agotado que yo. Señor El Cid no es necesario ni quiero ser una carga para usted. —suspiro—. Hay cosas por las que debo valerme por mí misma. Pero gracias por el ofrecimiento El Cid.

— ¡Haruko! —exclamo una voz conocida para la diosa haciendo que su corazón se acelerará.

El joven de cabellos castaños se acerco corriendo hacía la azabache. Regalándole una pequeña sonrisa a la menor, pero está se desvaneció al ver el rostro serio del caballero de Capricornio.

— ¿Cómo se te ocurre referirte a la diosa Athena, sin el más mínimo respeto? —dijo en un tono frío acercándose al chico. Haruko se puso enfrente de el, protegiendolo.

— No le hagas nada... porfavor. Es solo una etiqueta, ambos pueden llamarme por el mismo nombre. —agacho la mirada guardando su impotencia.

— Diosa Athena... —murmuro El Cid, para luego darles la espalda—. Sólo no tardé tanto.

Dijo para dejar solos a ambos. Haruko se volteo para sonreírle a Sísifo, esté salió de su estado de trance para devolverle la sonrisa.

— Haru... ¿cuánto tiempo?  —comento. La azabache soltó una suave risilla.

— Sí a pasado mucho tiempo, el maestro no me dejaba salir de la gran camara. Para resguardar la seguridad, luego del incidente de la armadura de Fénix. —explico—. No sabes cuánto deseaba verte...una vez más Sísifo.

El castaño claro se acercó a la diosa para atraerla en un abrazo—. Igual yo, Haruko. Te extrañado mucho no sabes cuánto.

𝐂𝐎𝐒𝐌𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐀𝐌𝐎𝐑; Sísifo de SagitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora