Capítulo quince.

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La vida de Hermione siguió su paso. Seguía estudiando en Ilvermorny, donde sus notas nunca se vieron reflejadas por la situación familiar por la que estaba pasando. Sus amigos, los más cercanos, solo sabían que algo iba mal con ella pero, por no poner en peligro a su familia biológica, no les contaba nada al respecto... Prefería pasar por todo aquello ella sola, como siempre había hecho con todos sus problemas.

Los meses pasaban más rápido de lo que podía imaginar, hasta llegar a junio. Se habían cumplido dos años desde que se escribió, por última vez, con Narcissa. Había seguido su consejo de cerca y había guardado toda la correspondencia que habían mantenido bajo un hechizo al que solo ella tenía acceso, pues por algo era la bruja más inteligente de su edad. Extrañaba hacerlo, aunque no fuese con frecuencia, pero se conformaba con estar suscrita, a escondidas de los Picquery, al Profeta. El periódico llegaba todos los días a casa de su mejor amiga: Alisha Barnes, una mestiza que conoció en su primer año. No le importaba su status de sangre, ya que pensaba que la supremacía de sangre no era más que una tontería que los magos y las brujas se habían inventado para mantener un status de superioridad e inferioridad entre unos y otros cuando, lo importante, era la magia corriendo por sus venas.

Cuando eran vacaciones, su amiga se lo enviaba sin que sus padres lo supieran y, una vez lo había leído, se encargaba de incinerarlo para que nadie supiera que estaba al corriente de lo que sucedía en Gran Bretaña y sus alrededores. Y, durante el año escolar, lo recibía directamente en la escuela, como el correo postal habitual.

Nunca levantó sospechas respecto a eso, siempre fue muy cuidadosa.

Hasta ese día.

Agosto había llegado y tenían que ir a comprar los libros para su sexto año en Ilvermorny. Se había quedado dormida, ignorando que el desayuno había pasado, pues la noche anterior se quedó leyendo unos abstractos del Profeta que había recortado para mantenerlos guardados, como si estuviera siguiendo la pista de alguien... a ojos de los demás, podía parecer una demente, pero lo único que quería era saber que Narcissa y Draco, incluso Lucius estaban vivos. Que su familia estaba a salvo, a pesar de lo que ocurría.

Su madre, Jessamine, entró en su habitación para despertarla. En la mesita de noche, de madera blanca, que le habían regalado al renovar la habitación, encontró los recortes. Estaba enfadada, enojada porque Hermione les había ocultado eso. ¿Por qué esa niña no entendía que querían protegerla?

Hermione estiró sus brazos, desperezándose, pero sin abrir los ojos. Segundos después, tras bostezar, la castaña los abrió, encontrándose a Jessamine Picquery hurgando entre los cajones de la mesita de noche.

― ¿Se puede saber que estás haciendo, Jessamine? ―siseó la adolescente, enfadada―. ¡No hurgues entre mis cosas, por Salazar!

―No te podías estar quieta, ¿verdad? No podías mantenerte alejada como te pedimos, mejor dicho, exigimos ―exclamó la adulta, girándose para verla―. Eres una irresponsable, irrespetuosa e ignorante, niña tonta ―gruñó, de mala manera, apuntándola con la varita―. Ya que no lo entiendes por las buenas, me obligas a hacerlo por las malas.

― ¿Qué haces? ¿¡Estás loca!? ―gritó, horrorizada, cuando vio que la apuntaba.

Al instante, sintió como cuchillos se clavaban en su piel. Los huesos dolían, parecían romperse en añicos. Y de su garganta, tan solo salían gritos horripilantes por el dolor que le causaba el hechizo realizado por su madre. Era la maldición Cruciatus, las había estudiado en Defensa Contra las Artes Oscuras a finales de quinto año y, aunque no entraron en los TIMOS, sabía que estaban penalizadas con la pena perpetua en la cárcel mágica.

Sus gritos cesaron cuando el hechizo terminó. Pero no lo hizo por voluntad propia, sino porque su padre, Jacques, había desarmado a su esposa. Horrorizado por lo que había hecho, no dudó en avisar a los aurores, que trabajan en el MACUSA con él (aunque fuese en otro departamento) y se la llevaron.

Hermione se acurrucó en los brazos de su progenitor, llorando. Estaba dolida y no solamente físicamente, también mentalmente... le dolía que lo hubiese hecho su madre, la persona que la había criado.

¿Qué culpa tenía ella de querer tener una familia de verdad? ¿De querer conocer a su familia biológica? Habían sido los Picquery quienes le habían escondido la verdad durante años, ahora era su decisión decidir qué quería hacer con su vida.

Y es que, una vez terminase la guerra, si no es que cumplía la mayoría de edad antes, volvería a Inglaterra para comenzar una nueva vida.

✓ | Hermione Malfoy, regresa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora