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Duerme acá, Caesar, duerme conmigo.

Al momento de pronunciar esas palabras el inglés quedó perplejo, al igual que el italiano. Joseph ni siquiera se dió el tiempo de procesar las palabras que iban a escapar de sus labios.

Jojo... —tragó saliva.

¡Perdón!—le soltó el brazo.—Sólo si tu quieres... Simplemente quería... No sé, hablar contigo...

No, está bien, Jojo... —el italiano se sentó a su lado.—Podemos hablar toda la noche si quieres.

Joseph se hizo un lado, como un gesto para decirle "acuestate a mi lado".
Quería confrontarlo, pero no estaba seguro.
Tal vez tendría una oportunidad, y no quería arruinarlo con sus preguntas tontas.
Ahora podía verlo un poco más claro, le gustaba Caesar, le gustaba su mejor amigo. Y esto era una tortura para él. Porque, en caso de fallar, perdería a su amor y a su amigo a la vez. Quedaría sólo, debastado.
Ahora podía entender porqué su corazón latía tan rápido cuando estaba a su lado, o porqué sentía un tipo de atracción hacia él cuando le veía sudado.

Después de unos segundos de un silencio incómodo, Joseph intentó dar el primer paso para romper esa pared que les impidia hablar, para, después de unos minutos, ambos agarrar confianza y hablar como si fueran amigos de toda la vida pese a conocerse a penas hace un mes.
La habitación estaba colmada de risas ahogadas, intentanto no causar mucho ruido para que la maestra Lisa no les regañara.

Haha... —rió.—Caesar... Sé sincero.— le dijo mirándole a los ojos. —¿Tú me ves con alguien? Ya sabes de que manera.

Mamma mia, Joseph, eres un interesado en el amor. se burló. —Yo creo que sí, eres un buen tipo, se nota. A parte, no eres feo, para nada, eres bastante guapo.

El inglés se había enrojecido hasta las orejas, pero lo intentó ocultar ocultandolas con sus manos. Dios mío ¿Le estaba coqueteando? ¿Le estaba empezando a atraer locamente su amigo? No, y lo peor, ¿le gustaba un italiano?

¡Pff! ¿En serio usas "Mamma mia"?intentó desviar la conversación, avergonzado. —Pensé que era un estereotipo que los ingleses habían inventado.

El italiano río, y así continuaron por minutos. Riéndose entre ellos, mirándose el uno al otro y hablando de lo que se les cruzaba por la mente.

Por un pequeño lapso, hubo un período de silencio absoluto. No un silencio incómodo, sino uno tranquilizante. Una brisa tibia acariciandoles la espalda. La luz fría, callada, besando sus pieles.
Podían verse, taciturnos, sin que sea incómodo. Admiraban las facciones de cada uno, tentandose a probarlas.

El inglés dudó en si decirlo, pero al pasar un tiempo, decidió soltar las palabras que revoleteaban en su lengua.

Caesar... tragó saliva al pronunciar su nombre. —Yo... ¿Te gusto...? -

El italiano quedó perplejo por unos segundos. No sabía cómo responder.
Pensó en negarlo todo, en rogarle el perdón a él y a Dios. Pero de su boca se escapó un leve sonido.

S... Sí.

El inglés se quedó callado, no encontró necesario pronunciar alguna palabra más. Posó su mano gentilmente arriba de la suya.

Acercando sus respiraciones, enrojeciendo sus mejillas. Bajo la luz de la luna, lo único que se escuchó en la silenciosa habitación donde yacían ambos fue el choque de sus labios.
El castaño percató el amargo sabor del tabaco en los labios del italiano, y tomóse de su fina cara con ambas tibias manos al sentir sus frágiles labios temblar al sentir el dulce beso del inglés.

Un Beso DesoladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora