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La noche se había hecho larga, tan larga como el reflejo de la bella luna en el río, extendiendo su belleza. Aquella mangata cautivó a ambos hombres que yacían sobre el balcón, extendiendo sus brazos para recostarlos sobre su obscuro seno.

Joseph limpió suavemente las lágrimas del italiano con su pulgar.
Por otro lado, Caesar intentó calmarse con un segundo cigarrillo, quedando con la mirada fija hacia el paisaje.
Sus pequeños ojos se habían hinchado por las lágrimas, y su nariz parecía tornarse rosácea.
Agarró la botella de vino con firmeza para servirse más y seguir tomando.

Joseph permanecía en silencio, tratando de darle espacio y tiempo para que se recuperara, aunque sea lentamente. Admiraba taciturno entonces como la luz de la luna coloreaba la pálida piel del italiano, resaltando sus facciones.

Pasado un tiempo, el italiano parecía calmarse. Su respiración parecía fluir ya con más calma, sus palmas dejaban de sudar tanto y sus labios pararon de tiritar. Pudo despegar la mirada al horizonte, y se atrevió a mirar al castaño que le acompañaba al lado.

Bueno... — aclaró su garganta el italiano. — Supongo que tú también debes tener un pasado, digamosle así, oscuro, ¿no? —

—Mmh... La verdad, no. —

—No te creo — le golpeó suavemente el hombro. — Debes tener alguna complejidad, estoy seguro. Y como yo me abrí a ti, espero lo mismo de tu parte. —

Joseph reflexionó un poco, tomándose ya su tercera copa de vino. Estiró su mirada al costado, cautelado por aquel satélite gigante.

En mi infancia tuve bastantes privilegios, mi abuelo provenía de una familia bastante millonaria, por lo que no encuentro que esté en una buena posición para quejarme de mi vida. Pero de igual manera tengo algunas complicaciones que, bueno, no muchos saben. Desde pequeño que, siento que me he tenido que criar sólo. Mis padres fallecieron ambos a penas nací, por lo que mi abuela me tuvo que cuidar. Pero... ¿Cómo lo digo...? No lo sé, pero cuando veía a los demás niños jugar con sus padres sabía que yo nunca llegaría a tener eso. Mi abuela no tenía ese "algo" que tienen los padres, era más anciana así que no estaba en muy buenas condiciones para cuidarme. No digo que no la quiera, para nada, la amo con todo mi corazón. Sólo es que... Nunca sentí ese amor paternal o maternal. — Miró sus manos mientras jugueteaba con ellas. — Por lo que, con el paso del tiempo, me di cuenta que debía "madurar" un poco más rápido para aprender a cuidarme a mí mismo. Salía a las calles, tomaba cerveza, me juntaba con chicos problemáticos, a veces no llegaba a casa, y a veces sólo iba para asegurarme que mi abuela estuviese bien. Y ahora me di cuenta que era tan joven cuando actué de 25, y ahora me di cuenta que he crecido como un niñato alto, un hombre que tiene una inmadurez inmensa. —

—No eres inmaduro, Jojo... — le tomó la mano. — O sea, de cierta manera sí, pero es algo característico de ti. Es algo que me gusta.

— Pero a mí no, y sé que a veces soy bastante molesto, odioso y demás. Pero sólo estoy tratando de hacer feliz a los demás. Intentar ser gracioso. Lo mismo que me pasaba como niño. No sabes cuánto odio ver mis fotos de niñato. Me acuerdo específicamente de una. —Tomó un sorbo de vino. — Estaba yo, de pie, a la orilla de un estanque de jardín. Tenía la cabeza inclinada hacia la izquierda y mostraba una sonrisa... ¿Desagradable? Si, desagradable. Y las personas que veían esa foto pensaban “¡Que niño tan gracioso!”.Y no es que me moleste esto, pero, a lo largo del tiempo, aquel vago cumplido se volvió una necesidad para mí. Sentí por unos instantes que ese era mi único propósito en esta vida, servirle a los demás y hacerles reír. Al parecer lo admití sin cuestionarme siquiera si realmente me parecía eso. Se sentía bien ser aceptado, y, de alguna manera, sentí que ese aceptar, el hacer reír a los demás, era una sensación parecida a la de una madre o un padre. —

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⏰ Última actualización: Apr 24 ⏰

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