32- Quien

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Quien abrirá la puerta hoy, para ver salir el sol, sin que lo apague el dolor que me dejó aquella obsesión.
...quien va a quererme soportar y entender mi malhumor... (fragmento de la canción "Quien" de Pablo Alborán)

Esta historia está inspirada en la canción "Quien" de Pablo Alborán y en el libro "El Paciente" de Juan Gómez Jurado.

Abro la puerta de la casa que tantos recuerdos nuestros guardaba, abro la puerta sin que el sol comience a recordarme que este es otro día que voy a tener que vivir sabiendo que te perdí, sabiendo que ya no estás ni estarás, sabiendo que no logré retenerte a mi lado, sabiendo que me venció esa... no me tiembla la voz porque no estoy hablando, pero me tiembla el pensamiento, el alma, la vida cuando pienso en ella, en ese espectro mortifero que te llevo. No la mencionaré porque ya de ella he tenido bastante y de ti... de ti demasiado poco.

Siento tanto no haber podido estar para tí, siento demasiado no haber podido atarte a este mundo con la misma fiereza con la que tú te aferraste a mi desde el inicio.

Me siento tan vacío, tan... inútil que creo no poder respirar un segundo más. La brisa del amanecer me rosa la mejilla y puedo sentir o recordar, no lo sé, cuando tus dedos me acariciaban para decirme que me querías o porque simplemente te gustaba acercarte y hacerme sentir que estabas ahí.

¡Carajo! es inaguantable todo lo que se siente en tu ausencia. La rabia me carcome por completo, quiero gritar pero las fuerzas no me dan, quiero llorar pero eso ya no tendría sentido, no lo tendría, no, porque ya no quiero soltar este dolor, si no te tendré a ti pues al menos quiero retener este maldito dolor que me causo tu partida. Quiero sentirte a mi lado, oír tu voz, tu sonrisa, sentir tu presencia...

-¿Quieres decirme algo?- recuerdo cuando me lo preguntaste.

¿Que si quería decirte algo? Me estaba muriendo por decirte un millón de cosas, pero no podía, sentía esa rara sensación de que si hablaba, lo arruinaría todo, así que mejor me lo guardaba y aunque explotará después, sabría que no te había llenado de palabras llenas de rabia y dolor, dolor contenido por este amor que me estaba asfixiando.

-No...- respondo sin mirarla.

-¿Entonces?

-¿Entonces qué?

-¿Esperarás a qué me muera para decirme todo?- ella me conocía. Me conocía demasiado, pero iba a demostrarle que no, aunque fuese mentira, le demostraría que no me conocía.

-Ya te dije que no tengo nada que decirte- me levanto y camino hacia la puerta. Me quería ir, no quería verla más.

-Bien...

Cuando llego a la cocina, me tomo un vaso de agua frente a ese atardecer tan sombrío, ese que como por arte de magia me decía que todo acabaría pronto. No lo pienso más, respiro hondo, se que es todo lo que necesito para enfrentarla de nuevo y vuelvo a la habitación, vuelvo porque ya no quería fingir nada... ni a mi, ni a ella.

Ese crujir de la puerta, este atardecer llegando a noche, ese dolor en el pecho, esos pies temblorosos junto a manos sudadas, esa mente procesando lo que quiere decir y... vuelve a temblarme el pensamiento, el alma, la vida... y esos ojos cerrados junto a ese pulso inerte, serían lo último que forjarian esa obsesión, esta maldita obsesión.

Historias de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora