Capítulo 4

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Mateo

Cuando la ví por primera vez entre tanta multitud. Me pareció una chica tan hermosa, a la vez débil e indefensa. En sus ojos se reflejaba el inmenso dolor del miedo. Un miedo que la consumía cada día sin descanso. En ese momento tuve la necesidad de llevármela a un lugar donde sólo pudiéramos estar ella y yo.
«¿Por qué quiero protegerla si no significa nada para mí? ¿Por qué quiero hacerla mía si ni siquiera me gusta?»
Esas preguntas me estuvieron martirizando la mente en toda la cena.
Cuando salió llorando me di cuenta que me había comportado como un capullo. Mi cerebro no formuló esas palabras simplemente las soltó sin temor a herir a alguien.
«Y menos a alguien que de verdad me imp...»
Pero de que mierda estoy hablando.
¿por qué me arrepiento de haberlo dicho?
Cuando salí a buscarla sólo para pedirle disculpas, frene en seco al ver con quién estaba. ¡Juro que casi le reviento la cara a mi hermano!
Es un puto crío. No lo dejaré salirse con la suya.
Cuando mi hermano se retiró. La agarre delicadamente del brazo sólo para hacerle esa pregunta que me quemaba por dentro desde la primera vez que la ví.
«¿Como duermes pequeña?
—¿Como, qué como duermo, podrías explicarte mejor? Es más ¿por qué me preguntas eso?
—Solo te pregunto para hacerme la idea de como alguien como tú, puede estar desnuda entre cuatro paredes 24/7 —le comenté con una pequeña sonrisa asomándose en mis gruesos labios.»
Observé como se ruborizada. Ella lo había sentido. Sintió esa electricidad que recorre cada pedazo de mi piel cuando esta cerca.
«Meredith...Meredith ¡Sal de mi puta cabeza de una vez por todas!»
Cuando salí de esa casa con mi cabeza echa un nido de pájaros. Me monte en mi Camaron SS y emprendí mi viaje a la casa de la única persona que me conciente de la mejor manera. Ya era un poco tarde pero eso nunca había sido un impedimento para Mía. Toqué su puerta dos veces, al tercer toque salió enfundada en una minifalda de cuadritos y un top rojo resaltando sus grandes atributos.
—Mat, ¿qué haces aquí? Pensé que estaría en los Ángeles —comentó muy sorprendida por mi repentino regreso.
—Mía ¿estás sola nena? —le pregunté con esa voz perversa que tanto a ella le gustaba.
—¡Ehh! bueno sí, mis padres llegan en una hora más o me...
La callé automáticamente. No quería palabrerías sólo necesitaba acción. Necesitaba quitarme de la mente a esa loca que tiene por nombre Meredith.  Necesitaba recorrer cada parte de Mía. La avaricia de tenerla rendida a mis pies, haciendo lo que mejor se le da, no se me quitó ni un segundo de la mente. Desde mi llegada a esa casa lo único que hice fue capturar sus finos labios. No paraba de besarla, de sentirla. Mía siempre iba a ser mi fiera... Una gata que sólo yo podía domar llevándola al placer nunca antes visto.
Sus delicadas manos bajaron a la perilla de mi pantalón abriéndola lentamente, sin ningún tipo de prisa. Pero yo no necesitaba delicadeza. En esos momentos no tenía paciencia, lo único que quería era cogerla de la cintura y empotrarla como nunca. La levanté en peso mientras nos besábamos. Ella enroscó sus piernas en mi cintura con una agilidad tremenda, mientras yo metía las manos por abajo de su falda, teniendo aún más acceso a sus braguitas de encaje. La acosté suavemente en el sofá, porque el echo de que quisiera hacerle el amor, sólo para olvidar a una persona que me perturbaba mis días macabramente, no significaba que por eso, Mía dejaría de ser mi novia. 
No me moleste en quitarle ese top, ella solita lo hizo, dejándome a la vista sus  pechos redondos. Saboreé  sus deliciosos picos erectos lamiendo uno por uno. Su respiración de volvió errática cuando por fin introduje mi miembro en su entrada. Mía gemía sin parar mientras la sujetaba con fuerza permitiéndome seguir un ritmo bastante intenso. Aún me faltaba mucho para llegar, pero joder cuando se trataba de sexo salvaje, no había mejor inversión que esta chica. Sabía perfectamente que ella estaba a punto de estallar de placer.
—¡Suéltalo ya! ¡Dame lo que tanto me gusta nena! —ordené al borde del colapso.
Sentí como su entrada se apretaba más y más, soltando todo el placer acumulado. Entonces era mi turno. Me deje llevar en las mano de Mía, me volvió loco con sus movimientos bruscos y pasionales. Esa chica siempre iba tener talento para darme el mejor sexo del mundo.
Cuando terminamos me acosté a su lado, dejando a la vista todo lo bueno que Dios me había dado. Mía por otra parte... Esa chica pelinegra de ojos color esmeralda, se quedó tendida en mi pecho, esperando una pregunta en específico.
—¿Te gustó? —dije sin rodeos. Sabía perfectamente que mi comportamiento no era el de un caballero como acostumbraba a ser, era de un capullo de mierda.
—Si, me encantó —aseguró, levantando la mirada y dirigiéndola hacia mí.
Esos bonitos ojos algo me ocultaban, algo triste y vacío. Estaba seguro de eso.
—Mía, ocurre algo —dije, incorporandome en la cama, para poder entablar una conversación más sincera.
—La verdad es que sí —contestó un poco cabizbaja—. Mi padre le pidió el divorcio a mi madre. Se marchará Mat, se marchará con su nueva familia y se olvidará de nuestra existencia —dijo conteniendo las lágrimas en sus dulces ojos
Desde lejos se podía ver lo duro de esta situación. Mía nunca a estado separado de su padre, él siempre ha sido como su superhéroe, jamás la ha dejado flaquear y pues ahora se va sin más...
—No llores Mía —agregué, limpiando las pequeñas lágrimas que se asomaban en sus ojos—. No vale la pena llorar por alguien que no lo merece. Tu madre y tú, sois muy fuertes, ya verán como lo super...
—Mat, ¿tú me quieres? —me preguntó con semblante vacío, esperando una respuesta que aún no llegaba.
Ella temía a que mi respuesta fuera contraria a sus pensamientos. Entonces por un segundo pensé «¿De verdad, es Mía la persona a la que quiero?»
Esa pregunta taladraba mi cerebro. Pero no era de mí de quién se trataba, sino de esa chica de cabellos oscuros en espera de una respuesta...una respuesta que mi mente no podía formular en estos momentos.
—Mía yo... —Intenté decir Te quiero  sólo para hacerla sentir bien. Pero no podía porque aún yo sentía que mi felicidad no se encontraba a su lado y solo no la dejaba ir por un simple cariño—. Mía yo tengo mucho afecto por tí, a parte de mi novia, siempre fuiste mi mejor amiga.
El brillo en sus ojos desapareció, dejando aún, más tristeza. No quise hacerla sentir mal, pero si le mentía, le estaría haciendo daño a ella e incluso a mí.
—¡Déjame sola por favor! —dijo en sólo un susurró.
No fue sus palabras lo que desgarró mi corazón, sino la manera en que sus ojos se  emponcharon en lágrimas.
—Mía, si me necesitas, sabes donde encontrarme —Le dejé claro por si de momento necesitaba un amigo.
Comencé a vestirme y desde lejos pude ver cómo sus lágrimas se derramaban a por montones. Ella no decía nada, simplemente se secaba con dolor, cada lágrima, con el dorso de su mano.
Cuando estuve listo, emprendí nuevamente mi viaje sin mirar atrás, porque si lo hacía, sabía que me quedaría para siempre, y ese hubiera sido el peor error de mi vida. Me encamine hacia mi casa. Necesitaba refrescar mis ideas y organizar mi futuro.
What you know about rolling down in the deep?
When your brain goes numb, you can call that mental freeze
When these people talk too much, put that shit in slow motion, yeah
I feel like an astronaut in the ocean, ay
What you know about rolling down in the deep?
When your brain goes numb, you can call that mental freeze

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