La calle lo recibió con un cielo lleno de nubes, un viento suave y fresco, el sonido de una ciudad que apenas comenzaba a despertar. Guardó el libro que llevaba en su bolsillo y comenzó a caminar, seguro de su destino, pero soñando con algo distinto, algo que se asemejaba más a una fantasía que a la realidad.
Antes de llegar al final de la calle se detuvo. Miró el paisaje una vez más, el mismo que compartió con David la noche anterior, solo que esta vez bañado en la luz matinal y claro, solo. Ya no le parecía tan bello.
Dudó, ¿Qué estaba haciendo? No podía quedarse ahí, con él, aquella era la vida de alguien más, no podía simplemente hacerse un lugar y formar parte de ella, invadirla con su presencia, casi corromperla.
Solo había sido una noche, ¿Qué tanto podría significar aquello? Aún eran dos desconocidos, aunque compartieran sus historias, una cama, algunos besos. Pensar de manera distinta sería ridículo, incluso infantil; desde luego que resultaba tentador soñar con que fuera así de sencillo, conocer a alguien, abrirle su corazón y comenzar una historia juntos en menos de un día, pero aquella era la vida real y no una mera fantasía.
Suspiró. Le gustaría quedarse e intentar, pero en ese momento no tenía nada. Había pasado años viajando sin rumbo, muriendo cada vez más hasta que esa noche, David lo regresó abruptamente a la vida. Ahora no podía dejar de pensar en su manera tan intensa de mirar, en su revuelto cabello oscuro, en la calidez de sus besos.
Volvió la mirada al edificio. Estaba justo ahí, a solo unos pasos de distancia. Podría regresar, subir esas escaleras y llamar a la puerta, luego ¿Qué pasaría? ¿Lo recibiría en sus brazos? ¿Lo besaría? ¿Le pediría que se quedara?
Ninguna fantasía se atrevió antes a hacerlo tan feliz, pero era solo eso, estaba en su imaginación y nada más. Y a pesar de todo, sus pies se negaban a alejarse. Con un sentimiento de pánico en el corazón, se vio a sí mismo girando sobre sus pasos y comenzando a andar de regreso al edificio.
Podía estar cometiendo una tontería al regresar, quizás sería mejor marcharse con el recuerdo de aquel encuentro antes que arriesgarse al rechazo, pero no podía seguir huyendo. David tenía razón, si quería encontrar una familia, un hogar, tenía que hacer algo al respecto, y aquel joven, que de forma repentina llegó a su vida, tenía que ser parte de todo, lo sabía con un fervor aplastante.
Subió las escaleras con el corazón acelerado, pensando a cada segundo que lo mejor sería dar la vuelta y salir de ahí, dejar que su historia juntos permaneciera tal cual era, pero el deseo pudo más que el temor. No estaba seguro de muchas cosas, si los planes hechos la noche anterior y recién abandonados volverían para estallarle en la cara, pero sabía que quería a David en su vida.
No le pediría estar a su lado, no le pediría su cariño o su amistad, jamás se consideró tan codicioso como para pedir a otros más de lo que estuvieran dispuestos a dar, solo rogaba que lograran estar cerca el uno del otro para poder compartir algunos momentos, eso era todo, el mundo podría ir tomando orden, algo de claridad, si el destino le concedía al menos eso.
Se detuvo frente a la puerta de su apartamento, aquella puerta roja que ahora parecía arder, al ser el último obstáculo entre él y la incertidumbre de lo que estaba por venir. Dudó un momento, si tocaba esa puerta no había marcha atrás, podría comenzar a vivir aquel sueño imposible o despertar abruptamente a la realidad.
Suspiró, indeciso. Aún estaba a tiempo de partir, podía bajar las escaleras una vez más y adentrarse en las calles de la ciudad, nadie nunca lo sabría excepto él. Y quizás aquel sería el peor tormento. Recordar por siempre que fue demasiado cobarde como para dar aquel salto, saber que a una simple acción de distancia dejó que se le escapara la oportunidad de tener a alguien extraordinario en su vida, saber que sus dudas y temores, que su exasperante tendencia a escapar de todo sentimiento, triunfó una vez más.
Sintió el libro a través de su bolsillo y sonrió con nerviosismo. Tenía que hacerlo, tenía que intentar, incluso si las cosas no salían como él deseaba, tenía que darse a sí mismo, darle a ambos, aquella oportunidad. Sin atreverse a respirar siquiera, golpeó la puerta dos veces y esperó.
Pasó un segundo, seguido de otro, luego otro y otro más. El corazón le azotaba el pecho desde el interior a un ritmo enloquecido, sus manos temblaban y sentía como la sangre se le agolpaba en la cabeza. Después de un momento que pareció durar más que una vida, más que la eternidad, la puerta se abrió.
Se miraron ahí, en el umbral. Por un segundo, una expresión de confusión apareció en el rostro de David, y Álvaro sintió una punzada de preocupación, pero casi al instante afloró una sonrisa. Sin decir nada, se acercaron el uno al otro, las manos de David le rodearon la nuca y sus labios se fundieron en un beso.
Rieron por lo bajo, como si el sonido de sus voces pudiera romper la magia de aquel momento. Álvaro dio un par de pasos, y cuando ambos estuvieron dentro del departamento, se abrazaron con fuerza. Respiraron profundamente, como si hubieran perdido el aliento por un momento y lo acabaran de recuperar, lo cual no era muy distinto a la realidad. Sin mirar ya al exterior, perdidos el uno en el otro, cerraron aquella puerta roja, la puerta del que sería por tanto tiempo su hogar...
Solo entonces, con el movimiento de las llantas sobre el asfalto de la carretera y algún bache inesperado que lo hizo saltar, Álvaro despertó.

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SIN HOGAR
RomanceCuando las cenizas de tu vida anterior no tienen nada para ofrecerte, sin lazos que te aten a ninguna persona o a ningún lugar, no queda sino vagar en busca de lo que otros llaman hogar. Ha viajado durante tanto tiempo, contado tantas historias, co...