4. Malos Hábitos

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El cielo nocturno estaba cubierto por un manto de nubes grises, el viento cálido delataba un crepúsculo reciente aún, y el agua de la fuente cantaba una serenata a la que nadie prestaba atención, cuando aquel desconocido joven se aproximó. Parte de su vestimenta cambió, sobre el cuerpo traía un anticuado saco color gris, demasiado grande para él. Seguramente, pertenecía al hombre de cabello pajizo, con quien compartió aquella experiencia, de la que fue testigo de manera clandestina. Este último no parecía estar cerca de aquel lugar.

—Estabas ahí —dijo como frase introductoria, con una ligera y despreocupada sonrisa.

Por un instante se quedó sin habla, aquella sencilla declaración lo dejó desarmado y recordó el momento en que creyó estar a la vista de él, pero este no reaccionó, ¿Significaba entonces que lo sabía?, ¿Qué lo había visto y solo decidió no hacer nada?

—En el café, digo —agregó, ensanchando un poco la sonrisa mientras señalaba el lugar del que ambos salieron momentos atrás.

Volvió a dudar... ¿Estaba jugando con él? Por lo general era muy bueno para medir las intenciones de los demás, todo su estilo de seducción se valía de ello, pero ya fuera por tomarlo con la guardia baja o por lo ocurrido antes, el joven parecía descolocarlo. Decidió seguir la charla de forma casual, al menos por el momento.

—Sí, estaba ahí —confirmó, devolviéndole la sonrisa.

El joven, aún desconocido a pesar de todo, se sentó a su lado.

—¿Cómo te llamas?

—Gabriel —comentó simplemente al ser el primer nombre en cruzar por su cabeza.

—Gabriel —repitió su acompañante con gesto pensativo y le dedicó una mirada —Soy David.

El joven le tendió la mano y este la estrechó, por un momento le divirtió el nivel de cordialidad de aquel sujeto.

—Mucho gusto.

David buscó en uno de sus bolsillos y sacó una cajetilla de cigarros. Le ofreció uno, pero fue rechazado.

—Es un mal hábito —lo acusó sin dejar de sonreír, haciendo eco de algo que escuchó decir a su madre un sinfín de veces.

—Estoy de acuerdo —comentó el chico, encendiendo e inhalando con fuerza del cigarrillo, para luego dejar escapar una gran bocanada de humo —Ya tiene tiempo que intento dejarlo.

—Parece que vas por buen camino —soltó en un tono sarcástico que pareció divertir a David.

—Cuesta dejar algo a lo que estás tan acostumbrado, sobre todo si es tan placentero. Se puede decir que es una "Fijación Oral".

Hizo especial énfasis en la última frase y arqueó una ceja en dirección a él. Sin estar seguro de que insinuaba, pero con una fuerte sospecha, le sostuvo la mirada, tratando de no demostrar nada aún.

—Pero bueno... Ya sabes, muchas personas tienen malos hábitos —continuó con naturalidad —Comer en exceso, comprar. Incluso sé de algunos pervertidos que espían a los demás en los baños públicos.

Remató el final mirándolo directamente, con una sonrisa tanto acusadora como encantadora. El chico que no era Gabriel se encogió un poco de hombros y no pudo evitar sonreír también con algo de cinismo. Parecía que, después de todo, sus sospechas eran ciertas.

—Espero que al menos disfrutaras el espectáculo —comentó antes de inhalar del cigarrillo.

En un gesto de descaro total, decidió pasear la mirada por todo el cuerpo de David antes de responder.

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