Capítulo 37

11 1 1
                                    

Media hora antes...

Dariel iba caminando al lado de Aurelyn, ambos en silencio por el largo corredor que subía hasta el pabellón cinco, donde si ibas hacia la izquierda y caminabas aproximadamente unos doscientos metros encontrarías la arena de entrenamiento cuyo dominio le pertenecía por entero a la instructora Evangeline.

En este caso, se suponía que al llegar al final de las escalinatas que conectaban el pabellón cuatro con el cinco, Dariel se separaría de Aurelyn, ella seguiría hacia la oficina del director, pero él iría en búsqueda de su preciada profesora. Enfrentarse a ella a muerte era algo que nunca había imaginado que sucedería, su plan era luchar, tener fe y volver para decirle que había logrado convertirse en el novio oficial de Aurelyn, que ya no tenía que sufrir por ese distanciamiento y que eran felices. Pero, este no era el caso, iba camino no a reunirse con ella, sino a enfrentarse a ella, luchando por hacerla comprender la verdad, por abrirle los ojos, y por esperar vivir para contarlo.

De toda la situación lo que más le aterraba a Dariel era el pensar en la posibilidad de que la profesora ya supiera la clase de monstruo que era Gil Ofendel, y que aún así continuase apoyándolo. ¿Debería matarla entonces? ¿Sería capaz de hacerle algo así? Pero, si dudaba sería él quien moriría, dejando a Aurelyn sola. Estaba aterrado, porque ambas eran valiosas para él de diferentes maneras, no quería que ninguna muriese, y tampoco quería morir. ¿Cómo iba a lograr salir bien de este encuentro?

Una mano helada, sujetó su mano derecha, deteniendo sus pasos en seco. Aurelyn le miraba de manera aprensiva, con un sonrisa sutil, sus ojos brillaban tanto que parecían dos faros color celeste, que le infundían paz en su interior, apaciguando el creciente fuego de su corazón.

- Tranquilo - dijo ella, con su suave y dulce voz.

- No tengo miedo. Pero... de ser posible desearía no tener que matarla - dijo Dariel, en un murmullo quedo de resistencia a la realidad.

- No lo hagas. Convéncela - dijo ella, ampliando su sonrisa.

- No sé si pueda hacer eso - replicó él, pensando en el peor de los escenarios.

- Yo creo que podrás, ella es una buena mujer y lo sabes. Evangeline no perdonaría a quien acabó con su padre, créeme, no lo sabe. Y tú, que fuiste su alumno, ahora deberás ser su guía hacia la luz de la verdad. No pienses en morir, y tampoco en matarla. Debes pensar en que tu meta es: ganar y convencerla - aseguró Aurelyn, mientras acomodaba mejor el arco en su hombro.

- Ahhh, suena fácil cuando tú lo dices - señaló él, sonriéndole incontrolablemente, la amaba tanto. Por favor, Dios, que esta no sea la ultima vez que pueda verla con vida.

- Es porque es fácil, solo ten fe y convicción. Ánimo, eres el Hijo del Fuego, y para él, no existen los NO por respuesta - dijo dándole luego un dulce beso en los labios.

Dariel cerró los ojos con fuerza y la abrazó, no quería dejarla ir, podía percibir claramente la rapidez con la que latía el corazón de ella, su piel era excesivamente fría, estaba aterrada y aún así le animaba y le infundía valor. Era tan valiente que ella misma no podía verlo. La besó un poco más, y al separarse colocó su frente contra la de ella.

- Te prometo que ganaré, no importa lo que me cueste. Vive tú también - pidió él en una súplica contenida.

- Haré lo mejor que pueda - dijo ella, encogiéndose de hombros con una leve risa nerviosa brotando de su garganta.

- No me gusta esa respuesta, pero me conformo - aceptó él, sonriéndole y apretando su mano una vez más antes de soltarla, era tan pequeña al lado de la suya, tan inocente, tan blanca, tan pura.

Hijos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora