Capítulo 24

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La niebla color anaranjado ambarino se disipó en medio de una estancia de techo alto, paredes grises, suelo de mármol negro, en frente una gran puerta de madera, al lado derecho e izquierdo pasillos que parecían no tener fin, del techo colgaba un ostentoso candelabro de acero con decoraciones de piedras preciosas, que brindaba una aterradora luz blanquecina a la estancia que más fungía como un tipo de antiguo recibidor. En diagonal al centro, dos escalinatas de mármol negro con alfombras azules y barandales del mismo material, arriba en el segundo piso, un balcón. Nada más.

Dariel parpadeó observando a su alrededor, respiraba lento y pesadamente, estaba asustado, aunque no por el hecho de encontrarse en un sitio en el que era obvio que no sería recibido, sino por la Aurelyn pálida como la nieve que había perdido una cantidad excesiva de sangre y que tenía una flecha incrustada en su corazón, dejando un agujero que había sido rellenado con hielo. Estaba al borde de la muerte desde cualquier punto de vista, y precisamente él, la había traído a su casa, donde pensarían que había sido el culpable de tal desgracia.

El silencio en el aire resultaba tan pesado que bien podría haber sido cortado con un cuchillo. Sin embargo, unos pasos tranquilos y rítmicos fueron los que rompieron esta quietud. No tardó más de treinta segundos en aparecer, pero cada uno de estos fue un siglo en el corazón de Dariel, el cuál latía tan fuerte que retumbaba en su cabeza como un tambor.

Un hombre bien parecido, de cabello rubio oscuro y largo hasta los hombros, el cual llevaba atado en una coleta, vestido como el más elegante aristócrata que Dariel hubiese visto, tenía barba y bigote cortos, sus ojos eran celestes, combinando de manera impecable con su traje negro con azul oscurísimo. Llevaba un libro pequeño en su mano izquierda y había llegado allí mientras iba leyendo, pero al entrar en la estancia por el pasillo de la derecha, miró la escena frente a él casi inmutable por unos segundos.

Ninguno de los dos hombres rompía el silencio, ni se movía, tan solo observaban al otro sin saber bien cómo reaccionar, sin embargo, fue Ventisca Helada la que con una luz intermitente y temblando en el aire, salió del brazo de Dariel para colocarse en medio de ambos.

- Señor Fernand - dijo el arco, antes de apagarse y estrellarse contra el suelo con tanta fuerza que el marco se astilló. Al mismo tiempo del golpe, Aurelyn emitió un quejido de dolor aun estando inconsciente.

- Aurelyn... - musitó el hombre acercándose rápido y poniéndose de rodillas frente a ella - ¿Qué ha ocurrido? - preguntó, estirando sus manos para tocarle el rostro y ver la herida en su pecho.

- Aurelyn se enfentó al Mago O... - empezó a decir Dariel, pero comprendió que el hombre frente a él no sabía nada al respecto - Aurelyn se enfrentó a un enemigo muy poderoso, salió viva de milagro, pero no tardará en morir. Me ha pedido que la trajese aquí para que alguien la congelase por completo mientras esperamos que llegue la ayuda - explicó tratando de ser claro y conciso.

Fernand entonces, colocó sus manos en las mejillas de ella, y encendiendo en sus ojos una fuerte luz, fue congelando lentamente el cuerpo de Aurelyn, hasta que quedó como una muñeca de hielo. Dariel a su vez, la colocó sobre el liso suelo, para que quedase en una postura derecha que no fuese a causarle mayores problemas después.

Una vez Fernand acabó, del pecho de Aurelyn brotó una fuerte luz blanquecina, que provocó que ambos hombres tuviesen que cubrirse los ojos, para luego al desaparecer esta, observar que la flecha en su pecho había sido remplazada por Ventisca Helada.

- ¿Quién es usted? - preguntó Dariel, mirando al sujeto.

- Fernand Vuloir, soy el hermano mayor de Aurelyn - respondió con voz seria y grave, sin dejar de mirar a su hermana.

Hijos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora