Capítulo 23

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– Bien... solo me falta la sangre de ese enano – dijo Gil, mientras caminaba como un león enjaulado de un lado para otro. Gris estaba atado de manos sobre una gran olla que contenía algún extraño líquido color verde.

El rostro de Aurelyn estaba demacrado, había tenido que observar la muerte de casi todos los hermanos de Gadgeth, unos descuartizados, otros torturados hasta morir, otros sencillamente asesinados con técnicas tradicionales. ¿Cómo era que Gadgeth podía vivir aun recordando tales cosas? Debería estar loco.

– Gil, ¿por qué haces esto? – inquirió Gris, desde su sitio. Tenía la cara desfigurada ante tantos golpes, y sangre bajaba de su boca, frente y brazo aun herido hacia el caldero, haciendo hervir el líquido ante cada gota.

– Es sencillo. Soy el Mago del Control, todo debería estar bajo mi poder, mi dominio y mi control, valga la redundancia. ¿Cómo entonces me explicas que existan once poderes más que no soy capaz de controlar? Como que las cosas no encajan, ¿verdad? – respondió Gil, lanzando su daga hacia una pared, y luego tomándola de nuevo para volverla a lanzar.

– Tus poderes eran suficientes... ¿Acaso matándonos podrás controlar todo? – preguntó escupiendo al piso un poco de sangre acumulada en su boca.

– No... el asunto con tus poderes me arruinó el plan. Pero, tranquilo, solucionaré eso después, de alguna forma. Leí cierta información sobre un collar de almas, quizá así pueda recolectar los poderes del Mago Elemental que fueron diseminados por el mundo – comentó Gil, llevándose una mano a la barbilla.

– Eso es magia negra, si Gaia se entera... – comenzó a decir Gris.

– ¿Qué? Gaia actualmente no puede hacer nada, nos dio sus poderes a nosotros, y ahora estoy a tan solo dos pasos de ser igual a ella. No, superior. Seré lo que ella decidió dejar de ser hace veinticuatro años, y seré omnipotente en esta tierra – aseguró Gil, mirando a su hermano con unos hipnóticos y locos ojos color gris celestes.

– Gaia jamás fue como tú, ni hizo tanta maldad. Fue generosa y nunca asesinó a nadie. Ella siempre será superior a ti, porque has caído en la bajeza de llenar tus manos con la sangre de tus hermanos – espetó Gris con furia.

– A veces... los fines justifican los medios – murmuró Gil, cortando la soga de una de las manos de Gris, dejándolo atado de solo una muñeca, lo cual debía ser bastante doloroso, pero él, aun así, no emitía ningún sonido de queja.

Aurelyn entonces, fue llevada hasta la entrada de una casa desconocida, donde cuatro niños de unos diez años miraban por la ventana de una cabaña hacia el exterior. Uno era moreno con el cabello negro y ojos dorados, otro era blanco con el cabello blanco y los ojos celestes, otro era más bronceado con el cabello rojo y los ojos verdes, y el ultimo era blanco con el cabello marrón claro y los ojos grises. Todos tenían eso sí, las mismas facciones. Estaban con una mujer, que caminaba de un lado a otro con desasosiego.

– ¿Crees que vuelva? – preguntó la mujer, mirando hacia un banquito sobre el que estaba sentado el Gadget de doce años, su expresión era tan seria como la de un muerto.

En sus ojos azul violetas, giraban relojes y cada vez su expresión lucía más angustiosa.

– No... no volverá – murmuró apretando las manos en puños.

– ¿Qué? – soltó la mujer, cayendo sobre el suelo sin fuerzas. Los niños se acercaron rápido a ella.

– ¡Mamá! – exclamaron a la vez, mientras el niño pelirrojo tocaba con su manita el pecho de la mujer, infundiéndole salud con una luz verde pino.

La mujer era rubia y muy hermosa, Aurelyn infirió que era la madre de los hijos de Gris, eran cuatro y por su apariencia se deducía fácilmente.

Hijos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora