Capítulo 11: Cuestión de vida o muerte...

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John.

Pongo mala cara el ver su expresión de fastidio ante mi comentario.

—No me quiero quedar aquí sola mientras tu andas por ahí investigando cosas que me incumben a mi, John. Quiero ayudar. —Dice cruzándose de brazos, mirándome con expresión dura.

—Sydney, ya te dije que es mi trabajo. Tú solo... quédate aquí y mantente a salvo. Yo estaré bien. —Digo mientras me giro y continúo preparando los bocadillos.

Hay unos segundos de silencio que me extrañan. Desde que volví ayer en la noche después de haber estado fuera de casa tres días por cuestiones de trabajo, Sydney no ha dejado de hacer preguntas.

Me giro hacia ella nuevamente, mirando cada detalle de su expresión.

—No quiero que mueras por mi culpa —Dice encogiendose de hombros.

—¿Tan rápido me has cogido cariño?

—Solo no quiero cargar con el peso de tu muerte.

Una pequeña sonrisa se forma en mis labios al ver como aparta la mirada, avergonzada.

Esta chica es muy extraña. Un día cree que es la reina del mundo y se enfrenta ante un psicópata que la apunta con una pistola, y al otro se avergüenza por admitir que se preocupa por un desconocido.

—Claro —Digo, centrando mi atención en el desayuno.

—¿Entonces me dejarás salir? —Vuelve a repetir la pregunta por la que inició esta conversación.

—No.

—Eres un imbécil —Espeta con furia— Esto es un secuestro, John ¡Me tienes encerrada con llave en tu casa, en contra de mi voluntad y no me dejas salir ni a tomar aire fresco! ¡Estás enfermo! —Veo por encima de mi hombro que sale de la cocina y se va en dirección al salón.

En cuanto las tortitas están listas voy por donde ella fue. La veo sentada frente al televisor, con los brazos cruzados en su pecho y el ceño fruncido. Es casi cómico verla en ese estado mientras ve una película vieja en blanco y negro. Apuesto lo que sea a que su cabeza está maquinando miles de ideas para escapar o convencerme de dejarla ir y que solo ha prendido la televisión para que no me de cuenta, pero he estado observándola mucho tiempo como para saber muchas cosas sobre ella. Sobre todo, como piensa y actúa.

Me acerco cautelosamente hacia donde se encuentra y dejo su desayuno en la mesa que está frente a nosotros.

—Así que Sabrina, ¿eh? —Digo, refiriéndome a la película que está viendo.

Pongo los ojos en blanco, divertido, cuando ella comienza a coger las tortitas, ignorando mi presencia.

Me acomodo mejor en el sofá, haciéndole entender que no me iré de ahí y que tendrá que tolerarme. Escucho como bufa y veo por el rabillo del ojo que me mira para después volver a acomodarse en el sillón, separándose de mi.

Me encanta molestar a esta chica.

Recuerda que es una pieza fundamental del caso. No te involucres con ella ni permitas que nada le pase o todo se irá a la mierda.

No pasa nada. Solo me estoy diviriendo un rato.

Después de pasarnos unos cuantos minutos en silencio, Sydney comienza a removerse en el sillón, haciendo que dirija la vista hacia ella.

—¿Todo bien? —Pregunto.

Ella me mira con fastidio, como si mi voz y mi presencia en general le causara un odio profundo.

Cuando la sombra te persigue✅️ (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora