p r o l o g o

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La guardería amapola, no era una gran guardería, pero tenía una buena reputación. Los cachorros eran bien cuidados en ese lugar, la mayoría de los trabajadores eran omegas, por lo que llevarse con los pequeños eran sus especialidades.

Allí era donde trabajaba Alex Albon desde hacía un par de años. Cuando se graduó de la universidad esa fue su decisión y no se quejaba de eso, tenía un título de cuidado de cachorros y maestro.

Le gustaba mucho pasar tiempo con los pequeños de cuatro años, enseñándoles a leer y escribir. Eran una de las cosas que más le gustaban, estar rodeado de pequeños cachorros, dulces y muy tiernos.

Tenia la esperanza de encontrar algún día a un alfa y formar una familia, pero claro, fuese más fácil si el no fuera un asocial. En parte, pues era alguien muy tímido y reservado, en sus veinticinco años y nunca había ido un fin de semana a fiestas.

Prefería estar en casa leyendo un libro o viendo las carreras, ni siquiera se quedó en la fiesta de graduación de la universidad en la que estudió, solo fue con su madre por su título y después se fueron a casa para celebrar comiendo pasta.

Se logró independizar después de eso, consiguió un pequeño apartamento en un buen precio y el trabajo en la guardería, cuidaba de los pequeños como si fueran propios.

Todos sus compañeros eran amables con él, quizás era casi el más joven, pero no había problemas con eso, lo único que si lo tenía un poco triste era que, es el único omega sin pareja, ni marca.

Quizás teniendo en cuenta que era el más joven no habría tanto problema, pero, Lance era mayor que el solo por un año y tenía una marca que lucir en su cuello.

Lo hacía sentirse muy solo, y lo peor del caso, era que es virgen. No podía si quiera pensar en la palabra "nudo" para llenarse de vergüenza.

Vergüenza debería de darse el mismo, ¡Era un adulto por todos los santos! Pero no tenía toda la culpa, cuando era pequeño no tuvo experiencias muy agradables con desconocidos.

En la primaria y secundaria sufrió de abusos escolares por parte de sus compañeros, eso hizo que se volviera aún más inseguro de lo que era antes.

Por esa misma razón siempre quería estar solo, pues si estaba solo, nadie lo miraría mal, ni trataría de hacerle bromas pesadas.

Así fue como pasó su juventud, escondido en la biblioteca y en el cuarto de su casa. Pero, aunque quisiera estar siempre metido allí, la vida adulta lo sacó a rastras.

Trabajar, si no trabajaba no tendría dinero, y sin dinero, solo sería una carga para su madre, y ella ya había dado gran parte de su vida cuidándolo.

Entonces, al estar en la universidad pensó en lo que iba hacer, y se fue por lo más seguro para él, cuidar de los pequeños.

Se graduó como especialista en eso, incluso tomó algunos cursos de pediatría.

Y trabajar en una guardería era lo mejor, tanto para él como para los del lugar, pues si algún cachorro se enfermaba él sabría qué hacer.


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Un día en particular cuando llegó a su trabajo en la hora habitual, fue recibido por un gran lloriqueo, se preocupó por eso y fue hasta el origen de éste.

- ¿Qué ocurre? - Pregunto cuando llegó, había por lo menos tres omegas tratando de calmar a una pequeña de cabellos cafés, nunca la había visto, por lo que supuso que era una nueva integrante en la familia.

- ¡Ya no sé qué más hacer, lleva llorando desde que su padre la dejó y eso fue hace casi una hora! - El pobre Norris mecía a la pequeña en sus brazos, pero ésta seguía llorando y pataleaba para quitarse del agarre del mayor.

Sus mejillas pequeñas estaban rojas y llenas de lágrimas. Entendía que quizás era la primera vez que ella se separaba de sus padres y por eso estaba así, había lidiado con un par de esos cachorros antes.

-Ya pequeña, ya. Tus papis vendrán después por ti, deja de llorar. -Norris estaba frustrado, al igual que los demás, parecía que el de ojos claros también se pondría a llorar en cualquier momento.

- ¿Ya le dieron de comer, su pañal le incomoda? - Apareció Pérez de repente poniendo un dedo sobre su mentón, y los demás asintieron.

-Tratamos de darle su biberón, pero no lo quiso y su pañal esta bien, ni siquiera está húmedo. -Explicó otro omega mirando a la pequeña, a Alex le partía el corazón verla de esa forma.

Se miraba tan triste, tal vez la pequeña no estaba acostumbrada a los extraños, y eso solo hacia las cosas peor.

-Ven, préstamela, creo que tú angustia solo la altera más. -Alex había acabado de llegar, así que estaba tranquilo, en cambio los demás tenían un aire de preocupación.

Lando asintió y le dio a la pequeña, quien se puso a llorar con más fuerza al ver que la estaban pasando a otra persona.

Alex trató de sostenerla con cuidado y la acostó sobre su hombro, cerca de su glándula del aroma. Le empezó a dar palmaditas en la espalda tarareando una canción de cuna.

Para su milagro, los lloriqueos fueron bajando de intensidad en cuestión de minutos y se volvieron sollozos.

Alex sintió como la pequeña se aferró a su ropa y acercó su carita a su cuello, aspirando de manera lenta por sus anteriores lloriqueos. Los demás se le quedaron viendo entre asombrados y aliviados, al menos ya no había más ruidos estridentes.

- ¡Bien ahí, Alex pudiste calmarla! -Lando fue quien hablo primero y el ojo verde se sonrojó con algo de vergüenza, no estaba acostumbrado a recibir halagos.

-N-no fue nada, solo quise ayudar-. Respondió y los demás solo sonrieron más tranquilos, cada uno se fue hacer sus cosas con los demás pequeños que iban llegando y Alex se fue hasta el salón.

Él era encargado de seis cachorros, tenía que estar al pendiente de ellos y al parecer tenía que cuidar otra más.

Se llevó consigo la mochila de la pequeña que dormía sobre su hombro, revisarla con una sola mano no fue fácil pero tampoco imposible.

Rachel Russell, un año de edad, alérgica a las moras. Se sorprendió un poco por eso, no había muchos pequeños de un año en la guardería, normalmente llegaban más de dos en adelante.

Los omegas eran muy protectores con sus pequeños en el primer año de vida y apenas podían despegarse un poco de ellos cuando tenían el año y medio.

Pero él no era nadie para juzgar, quizás sus padres estaban muy ocupados y no podían cuidarla como les gustaría.

-Bien, pequeña Rachel, hay que llevarnos bien ¿Te parece? -. Habló en un susurró mientras acariciaba con suavidad la espalda la espalda de la pequeña, Rachel solo dio un suspiro, al parecer dormiría más.



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Yo no encontré historias de esta pareja, ni de Alex y pues no me quede con las ganas JAJAJA.

Quiero ver a Alex panzón y nadie me lo va a poder quitar.

Pinche Lirio, se tarda en escribir The Perfect Omega, pero quiere su pinche historia, esta seguramente la actualice cada que me salga del ovario, porque mi prioridad es The Perfect Omega.

Les quiero mucho, con amor Lirio.

𝗕𝗲 𝗠𝘆 𝗠𝗼𝗺𝗺𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora