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- ¿De verdad ves tanto a mi pequeña como tu hija que tu cuerpo respondió a ello? -. Alex tragó saliva como por cuarta vez, sentía su garganta muy seca.

Asintió despacio ante la pregunta del inglés, estaban ahora sentados en el comedor de la casa de George, Rachel jugaba en el suelo con unos juguetes.

Mientras que ellos estaban hablando de lo que les habían dicho en el hospital. Ahora Alex era la madre, no biológica, pero seguía siendo la madre de Rachel, una parte de Alex estaba contento con eso, pero su parte racional le gritaba.

¡No había tenido ni una cita con George y ya había llegado reclamando su lugar en su pequeña familia!

Si su vida fuera una película como se llamaría, ¿Madre por accidente? Si, sonaba justo como le acababa de suceder.

- ¿Qué harías si te dijera que me mudaré a otro país y me llevare a Rachel conmigo? -. El aire en sus pulmones se detuvo por completo.

Miro al alfa con algo de miedo, estaba serio y con los brazos cruzados sobre su pecho. ¿Acaso George lo odiaba? No podía hacerle eso, era su pequeña, no podía quitársela.

- ¡Te lo prohíbo, no puedes llevarte a Rachel lejos de mí! -. No supo en que momento se había levantado de su puesto, golpeando la mesa con sus manos y mostrando sus pequeños colmillos a la defensiva.

- ¿Baba? -. Rachel dejó lo que estaba haciendo para mirar a los mayores, podía sentir el aire de molestia que tenía el omega, daba algo de miedo verlo molesto, eso nunca sucedía. George por su parte solo sonrío, confundiendo más al tailandés.

-Tanto la quieres ¿Eh?, ¿Dónde estuviste antes?, Si te hubiera encontrado quizás mi florecita no hubiera sufrido tanto-. Alex se sintió avergonzado, muy avergonzado, y una parte suya molesta, George le había hecho una prueba.

-Yo la quiero, ni pienses en alejarla de mí-. Había formado un lazo con Rachel, si los separaban ambos iban a sufrir bastante. George solo le sonrío, una sonrisa tranquila y leve.

-No lo haré Ale, y tú ya no podrás escapar de mí, tampoco te dejaría ir-. Alex se sonrojó ante esa declaración, supo leer entre líneas. Una mano pequeña jaló su ropa y miro hacia abajo, Rachel quería subirse a su regazo.

El omega alzó con cuidado a la pequeña, la sentó en sus piernas y ella giró rápidamente a sus pechos tocando allí, ya era su hora de comer, y desde que empezó a lactar no había tocado sus biberones.

Se alzó la camisa acomodando a la pequeña para que pudiera comer tranquila, Rachel dio un ronroneo complacida mientras succionaba su pezón con ganas.

Alexander sintió como el aroma del alfa se volvía pesado, cargado con un poco de excitación, su boca se hizo agua al oler algo de esa manera. Alzó el rostro para ver al castaño, sus ojos verdes eran intensos sobre él, y no se despegaban de su pecho.

Tragó saliva sintiendo su rostro arder, más rojo que un tomate maduro. Sabía, en sus estudios sobre los cachorros aprendía de todo ese tipo de cosas, no era un secreto que a los alfas les encantaba la lecha materna que deban los omegas.

No sólo su sabor, sino que también era buena para ellos al ser tan nutritiva, y su pecho había crecido un poco más desde la vez en la que Rachel tomó leche por primera vez, y no dejaba de producirla.

Quizás podría hacer algo de lo cual se iba a arrepentir mucho después, a si no solo moriría de vergüenza.

Alzó bien su camisa mostrando su otro pecho lleno, George abrió los ojos ante eso, era una invitación para que él también pudiera probar. Y el rostro rojo de Albon se lo podrían confirmar, y no quería desaprovechar esa oportunidad, el aroma lo estaba volviendo loco.

𝗕𝗲 𝗠𝘆 𝗠𝗼𝗺𝗺𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora