La tormenta

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Tallulah estaba asustada, esa noche había una gran tormenta, los relámpagos no le permitían dormir y aunque normalmente iría corriendo al cuarto de sus padres se había quedado en la puerta dudosa, su papá Wil había salido de gira y solo se encontraba su papá Quacks.

No sabía si sería correcto interrumpir, no es porque no confiara en él, sabía que si le explicaba que tenía miedo por aquellos fuertes ruidos le permitiría dormir a su lado pero también sabía que estaría llorando, él siempre lo hacía en las noches cuando creía que ella ya se había dormido y que nadie lo escucharía.

-Papi Quacks fingirá estar bien- Murmuró para si misma.

Así que se trago su miedo y volvió a su habitación, abrazando con fuerza aquel peluche de pato que le habían comprado hace poco, sería una noche muy larga para las dos personas en la casa.

A la mañana siguiente la tormenta se había calmado, aunque las nubes grises seguían en el cielo como si se negaran a mostrar un buen día. Tallulah se encontraba cansada ya que no había logrado pegar ojo en toda la noche, aún así se levantó cuando Quackity la llamo para desayunar.

-Buenos días Tallulah- Saludo animadamente como si sus ojos aún algo rojizos y inchados por el llanto no se notarán.

-Buenos días papá- Respondió mientras se sentaba en la mesa.

El delicioso aroma a hot cakes llegó a la nariz de la pequeña y le abrió el apetito, pronto frente ha ella había una torre de panqueques con forma de corazón decorados con fruta.

Lleno su boca con un bocado, era delicioso.

-Gracias papá- Apenas se logro entender con la boca llena.

Quackity sonrió mientras la miraba disfrutar de la comida y se acercó con una servilleta para limpiar los restos que quedaban alrededor de su boca, en sus ojos se podía ver que se encontraba triste.

Tallulah no sé atrevió a preguntar la razón, quizás es mi culpa, siempre pensaba eso.

Desde que Quackity había llegado a su vida eran contadas las veces que lo vio verdaderamente feliz pues siempre lo acompañaba un sentimiento de pesadumbre o melancolía que era doloroso de ver.

Había intentado ser la mejor hija posible para que eso cambiará pero parecía que no importaba que tan bien se portará o le dijera que lo quería, cuando los ojos de Quackity se posaban en ella parecía querer llorar y evitaba observarla, era algo que la lastimaba.

-Me alegra que te guste- Una suave caricia fue dada en el cabello alborotado de la menor.

Los dos terminaron de desayunar y cuando Quackity estaba levantando los platos recordó algo; tenía que salir.

-Tallulah-

-¿Sí, papi?- Se había dado la vuelta, pues ya estaba por irse a su cuarto.

-Tengo que ir a comprar unas cosas ¿Puedes quedarte sola un rato?- No sería la primera vez que estuviera sola.

Era relativamente normal, incluso había veces que no veía a ninguno de sus dos padres durante dias y sus tíos o abuelo eran los que venian a cuidarla.

-Claro, estaré en mi cuarto y no le abriré ha extraños!- Hablo como la buena niña que era.

Quackity se agachó para dejar un beso en su frente y se despidió de ella, prometiendo que volvería pronto.
Tallulah vio como la puerta se cerraba y la casa volvía ha estar silenciosa, un tipo de silencio que no le gustaba, quizás porque era como si su soledad la aplastará, las ganas de llorar se acumulaban en su garganta.

Tenía que ser buena niña, no debía estar llorando cuando llegara su papi, es más seguramente sería mejor si se iba a dormir y Quackity no tenía que verla cuando llegará.
Pero dolía, le lastimaba pensar que su papá no la quería y era aún peor porque sentía que era su culpa.

Fue a su habitación y se sentó en la cama, sus pies se balanceaban de un lado ha otro mientras miraba el peluche de pato que estaba algo mojado por sus lágrimas, fue lo mejor que pudo hacer para aguantar el miedo la noche anterior.

-Lo hice como papá Quacks- Hablo al peluche que obviamente no le respondería pero no le importaba.

Aún cuando había imitado lo que hacía su papi, no se había sentido mejor, era mucho peor, pues haber tenido que llorar sin que nadie la escuchará hizo que varias veces perdiera el aliento y sintiera que se asfixiaria.

-¿Porqué papi hace eso? Solo hace que te sientas peor...- En su cabecita no lograba comprenderlo.

No confía en mí, no me quiere, debe odiarme y hace eso ha escondidas para que no me de cuenta.

Eran pensamientos muy crueles para alguien tan pequeña pero solo era el reflejo de lo que estaba viviendo, incluso la primera vez que vio a su papi Quacks no fue la mejor...

-Pero haré que me quiera, soy su hija y debo hacerlo feliz ¿Verdad, patito?- Una determinación desconocida la inundó.

Tomo su mochilita roja, puso su pato de peluche, su flauta y se acomodó el gorro de lana, tenía una misión, iría a buscar algunas de esas flores moradas que su papi siempre parecía reunir, quizás dárselas en esta ocasión para que no tuviera que ir a buscarlas le mostraría que en verdad lo quería y que no tenía que llorar ha escondidas.

My babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora