1.3

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Padre e hija, hablando sobre romance, ella contando cómo se sentía tener el corazón hecho pedazos y él escuchándola, intentando consolarla, ambos escurriendo lágrimas, él escuchando su confesión y ella feliz por su aceptación.

Parecía que todo iba a estar bien.

Al menos eso dijo papá y ella confía ciegamente. Y en todo caso, sí no salían bien, él estaría ahí para secar sus lágrimas y acariciar su cabello.

Estaría allí para ayudarla a sanar, tal y como ella lo había hecho por él.

...

—Hola, Michael.— un rubio abrió la puerta de la oficina.

—Sí, sí, así es.— con una seña de mano le invitó a pasar.

—¿Hay algún problema, Mick?—

—Nada de qué preocuparse, Sebastian.—

Con nerviosismo jugaba con sus manos, no estaba seguro de porqué el repentino temblor yaciendo en su cuerpo. Viendo al mayor frente a él tomando asiento, quién le indicó que también se sentara. Por primera vez, Seb se sentía un poco incómodo estando con Michael, habían sido mejores amigos casi toda una vida y en todo ese tiempo nunca se sintió así estando con él.

—Bien...— río por lo bajo. —¿De verdad quieres darle el anillo a Hanna?—

—Mmm, pues...— cubrió su rostro con sus manos y suspiró. —Sí, bueno, no... No lo sé Mick, no tengo la menor idea de lo que quiero.—

El campeón de Ferrari lo miró con atención, insinuando que continuará, mientras qué Seb, un tanto agitado se levantó de la silla y dio unos paso por la habitación, jugando con sus manos.

—Supongo que en el fondo si sé que quiero y, y en definitiva no la quiero a ella.— su voz entrecortada.—

—¿Qué es lo que quieres?—

—Quiero a alguien que no puedo tener.— ahora sus oceánicos ojos libraban una tormenta. —Moriría por estar con ella, pero hay tantas cosas de por medio, que-qué me da miedo.—

—Entiendo.— no puedo evitar esconder su sonrisa. —Tú también la quieres, tú también estás enamorado de ella.—

Antes de poder continuar desatando el nudo en su garganta, confundido le pregunto a qué se refería con eso.

—Por favor Seb, la discreción nunca a sido lo tuyo y conozco a mi hija.— se le levantó y con un poco de impulso se recargó sobre el escritorio, cruzándose de brazos.

—Mierda...— se acercó a él rápidamente. —Michael, no quiero pienses mal de mi, ni que me aproveche de la confianza o que soy un puto pervertido...—

—Está bien.—

—Yo sé que está mal, pero no pude evitar enamorarme de sus ojos y su perfecta sonrisa...—

—Lo entiendo.—

—De verdad lo siento, yo no...—

—Sebastian.— lo tomó por los hombros. —Está bien, sé que no te aprovechaste de ella, sé que no pudiste evitar enamorarte de mi estrellita.—

—¿No quieres matarme?—

—No te miento, sí pensé en hacerlo por haberla hecho llorar.— ambos suspiraron.

—Ni me lo recuerdes, sigo sintiéndome una mierda por eso.—

—Estaría mal sí no lo hicieras.— tomaron camino fuera de la oficina, hacia la cocina.

—¿No me odias, Mick?— hablo como un niño regañado.

—No, claro que no.— llegaron a la cocina y se sirvieron una taza de café. —Te soy honesto...—

—Te lo ruego.—

—Sebastian, al final, sé que eres la mejor mi Adelaide tiene.— coincidentemente, se abrió la puerta de una habitación. —Y espero que de ahora en adelante la cuides mejor.— los pasos se aproximaban y el golpeo sin fuerzas el pecho del rubio. —Porqué no te niego que Charles también me agrada.—

Frente a ellos apareció la silueta de una chica, la cuál se acercó a ellos con una sonrisa ligera.

—Papá, Seb.—

El corredor de RedBull sonrió y corrió hacia ella abrazándola, mientras que su padre le guiñó un ojo. Ella comprendió la seña de su progenitor y sonrió de igual manera, correspondiendo al abrazo del hombre.

—Te amo Adelaide.—



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ᴹʸ ᴮᴱᴸᴼⱽᴱᴰ

My little girl - Vettel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora