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"Veo mi reflejo en tus ojos..."
Uno puede ver el reflejo externo de uno mismo en el agua pero dicen que los ojos son el reflejo del alma y del corazón, la parte personal e interna de uno mismo. Así como el mundo externo es un reflejo del mundo interno. Como dos pares de estrellas que se reflejan así mismas al estar frente a frente, tan brillantes y mágicas que con solo dar un simple vistazo conocían todo su interior, tan complementarias como agua y tierra. Igual que un sentimiento tan sublime que podía ser el reflejo de otro al encontrarse, tan capaces de crecer juntos con un mismo tono e intensidad, tan iguales el uno al otro como exactamente lo es.
La calidez de una mutua torpeza e inexperiencia ante una sensación tan grande y calurosa que con ansias se apoderaba de todo, comiéndose todo lo malo que encontrase como si fuera algo tan pequeño para la misma. Entre acciones y acciones donde lo más simple llevaba a dar un gran paso para algo tan insignificante como lo empezó siendo aquella extraña sensación y, aún con el miedo de no saber exactamente lo que es y si venía del lado bueno o malo. Inclusive, si el temor alentara los sentidos a querer correr y desaparecer entre un manto azul que cuidaba de todos, un interior rogaba por quedarse ahí y por coherencia de cabeza el cuerpo se quedaba allí, observando y siendo testigo de todo lo bello que comenzaba a surgir en él.
El agua danzó feliz. Por primera vez luego de tiempos, el agua danzo feliz por tener una presencia nueva como hijo. Un elegido, un hijo de la tierra. Del otro amor del mar, el bosque. Una presencia tan idéntica a la de su primogénita qué, el mar emocionado aceptaría con su amplitud, cálido con un interior misterioso como ella y sutil con un exterior tan legible como lo era él. Y aunque extrañamente y ante todos, aquello no se complementaba, para aquella gran madre cariñosa si lo era. Dos primogénitos que se encontraron y se volvieron el reflejo del otro con circunstancias diferentes, vidas diferentes. Clanes diferentes.
—Ella no es mala...
Un susurro que se apareció como una caricia amorosa al notar de lejos la calidez creciente en los pechos de dos jóvenes que comenzaba a verse frente a frente, como dos estrellas separadas que se miraban de lejos.
—No lo sé, ella tiene algo. —respondió él— No sé que tanto tramará con nuestro hijo.
La risa incrédula y socarrona se escuchó. La ironía de saber que su misma presencia y relación había sido exactamente igual al conocerse no hacia más que traerle risas. Una muchacha cascarrabias y un chico curioso y torpe ¿acaso la historia no era la misma? ¿No se repetía? Viendo los manotazos que aquellas delicadas manos daban contra el pecho de su primogénito le traía recuerdos. Ver como la enseñanza de como usar exactamente armas del Clan del agua y que ante cada pequeño error era motivo para dar un pequeño golpe por tonto o estúpido.
