Viaje sin vuelta

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Yuma no tiene tiempo para despedirse de Zamil. Xel-há lo ha enviado a resolver unos asuntos en la frontera y asegura que le explicará todo cuando vuelva. A medio día el lobo mestizo sale de la región Balam en la única línea de ferrocarril que cruza el territorio hasta Bariló.

Cuando el tren empieza su marcha y ve cada vez más lejos las lagunillas que ni siquiera le gustan, el pecho le duele. Está dejando el hogar, de nuevo.

Sigue mirando hacia atrás, algo que no hizo cuando cruzó el puente colgante de la manada Moonlight para no volver. En aquél momento estaba tan herido que presentía que, de girarse, se volvería una estatua.

Un espasmo le engarrota los músculos al no recordar si ha metido en su maleta el medicamento. Se gira sobre su asiento y la mujer frente a él sube el libro que lleva entre manos para disimular que le sigue con la mirada. «Fertilidad en Omegas Luna Nueva» dice el título. Es una humana. Yuma la huele y asume que ha entrado en el país de cambiantes por cuestiones de trabajo. No tiene pinta de turista.

Desde que su padre empezó el programa, más humanos se han animado a conocer las manadas, hacer viajes recreativos y algunos incluso se han integrado en los clanes y han formado familias. No son muchos, no todavía.

Yuma mete la mano en su mochila. Afortunadamente, sus dedos pronto tocan el frío del vial y se relaja de inmediato. Nunca, jamás, iría a ver a su padre sin esas malditas pastillas. ¿No son acaso ellas las que ocasionaron todo esto? ¿No es por un simple medicamento que Yuma lleva tres años sin hablar con Quillian? ¿Con Ellian, con Ace?

Odia admitirlo, pero las preocupaciones del resto de cambiantes respecto a los métodos de su padre no son infundadas. Yuma es el principal testigo de que una vez que Quillian determina un objetivo, es capaz de lo que haga falta con tal de conseguirlo.

Y para su padre hay solo dos cosas más valiosas que su vida: la manada y sus investigaciones farmacológicas. Cualquier persona que se interpusiera en ambos campos sería borrada del mapa.

Mira sus supresores y se ríe para sí mismo: «No puedes culpar de todo a un frasquito, Yuma. Madura.» y los echa de nuevo dentro de la mochila. Para distraerse durante las horas de viaje saca un cuaderno de hojas de colores. Dentro de las espirales se enreda una bolsa de terciopelo negro. Yuma la abre, saca el accesorio y lo mira a contraluz. Se debate entre colocárselo o no. Sus dedos recorren la pieza. Cuero rojo y dos argollas, una dentro de otra, sique simbolizan a las diosas.

Pasó con él siete años, solo se lo quitaba al dormir y bañarse, formaba parte de su vida de la misma forma que su pelo y su rostro. Desde que Zamil anunció la ceremonia de marca, lo guarda en la bolsita de terciopelo. Nota que a la humana le brillan los ojos, que no puede apartarlos de su collar omega.

—Es bonito —dice, un poco torpe, en el lenguaje de los clanes de luna. Yuma parpadea en su dirección y ella señala el collar—. Me gusta su color. ¿Por qué rojo?

—«Mi niño de ojos rojos» —murmura bajito, y ella alza una ceja—. Mi padre me decía así.Hicimos este collar juntos.

Ella sonríe.

—Perdona que pregunte, si no quieres contestarme está bien —dice cerrando el libro e inclinándose—. He visto a varios cambiantes usarlos, todos distintos. ¿Qué significan?

Yuma nunca ha sido un lobo muy interesado en las sociedades humanas, pero ahora que viaja a una ciudad, le haría bien un intercambio de información.

—Son únicos ya que cada uno elabora el suyo. Bueno, solo los omegas. Lo usamos hasta que encontramos a nuestra pareja destinada. Solo esa persona puede quitarlo porque solo para ella ha sido hecho. Es una especie de...

Esclavo del Deseo | Que te jodan biología #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora