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6. El dolor de perder a alguien.

El tiempo parecía ser eterno, y sin un celular no tenían idea de cuánto tiempo había pasado.

—¿Cómo sigue tu brazo? —Hyo Ryung se acercó a la mayor con un poco de timidez.
—Esta bien. Duele, pero al menos ya no tengo el cristal ahí.

—No te agradecí —dijo con timidez.
—¿Por qué?
—Porque nos salvaste.
—Pero no he hecho algo extraordinario —Jiyu observó a la menor y sintió cierta compasión por ella.

Cabello corto y mirada aniñada.
Manos nerviosas y temblorosas.
Probablemente con un gusto por las cosas Kawaii.

Que tan mal debió haber estado el causante de todo esto para causar mucho sufrimiento a personas buenas, inocentes y, hasta cierto punto, débiles.

—No cualquiera haría lo que tú hiciste. Cuando llegaste al salón saltando por la ventana fue genial —Hyo Ryung mostró una pequeña sonrisa y Jiyu le sonrió grande, le gustaba que reconocieran sus habilidades, porque de no haber escogido Atletismo, hubiera dedicado su vida a Salto con Garrocha.
—Gracias. Te prometo que saldremos bien de esta.

—I-sak ¿tienes frío? —aquella pregunta captó la atención de Jiyu quien se alejó de la de cabello corto para acercarse lentamente a las amigas que estaban en la ventana.
—¿Por qué?
—Tu mano está... —las palabras quedaron en el viento cuando On-jo se dio cuenta de que escurría una pequeña gota de sangre de la nariz de su mejor amiga. I-sak llevó su mano a su nariz para comprobar aquello que fue visto por la mayor.
—¿I-sak, qué te pasa?
—On-jo, estoy bien, de verdad —dijo ella para tranquilizar a su amiga mientras limpiaba la sangre que seguía escurriendo de sus fosas nasales.
—I-sak —Jiyu tomó delicadamente a la nombrada de los hombros y la hizo mirarla. La sangre aún salía y al tocar sus manos las sintió heladas, también se estaba poniendo un poco pálida y sus venas tomaron un color oscuro. Mismos síntomas que presentó el profesor de deportes.
—No, no, les juro que no me mordieron.

Todos miraron a la chica y poco a poco sus ojos se tornaron rojos, como si les hubiera dado un derrame.

—¿Qué? ¿Te mordieron? —aunque la respuesta era obvia, Na-yeon preguntó con temor.
—¡Claro que no! —bajo la mirada de todos, I-sak corrió hacia un espejo y se observó. Era cierto, sus ojos estaban rojos y su nariz no dejaba de sangrar.

Y aunque había sido mordida, no quería admitir porque tenía miedo de morir.

—Oye I-sak ¿te sientes bien? —Gyeong-su se acercó a ella deseando que su amiga no se estuviera convirtiendo.
—On-jo —la chica se acercó a su amiga pero sintió que los efectos del virus estaban cada vez más cerca de su cerebro, por lo que comenzó a retorcerse un poco.
—I-sak —Cheong-san se aproximó a detener a su amiga antes de que se acercara a la que casi era un zombie y la colocó detrás de él.
—Les juro que no soy como ellos —la visión de I-sak se volvió rojiza mientras observaba a todos sus amigos, la luz de la ventana se volvió intensa, casi lastimando sus ojos.
—¡Saquenla de aquí, que esperan! —los gritos de Na-yeon atrayeron a más zombies, por lo que su desesperación por entrar y acabar con los sobrevivientes creció obligando a los chicos cercanos a las ventanas a detener la barricada que habían hecho.
—Les juro que... No soy como ellos —I-sak prácticamente suplicó porque tenía miedo de lo que seguía. Si, evidentemente no quería morir y convertirse en un zombie, en un monstruo, pero ya no había nada que hacer.

Estaba casi completamente dominada por el virus.

—I-sak —murmuró Gyeong-su a su lado. La verdad es que al chico le dolía demasiado que esto estuviera pasando. Ella se había convertido parte importante de su vida gracias a la amistad del chico pollo y la hija del bombero. A veces se sintió atraído por ella, pero I-sak nunca le dio a entender otra cosa, así que no quiso obligarla. Sin embargo, la quería.
—Tranquilos... Estoy bien —I-sak dio un paso acercándose a su mejor amiga, pero al instante cayó de rodillas y luego completamente al suelo, siendo por fin, consumida por el virus.

Cheong-san cubrió el rostro de su mejor amiga cuando I-sak comenzó a retorcerse con rudeza en el suelo.
Mientras Na-yeon gritaba y On-jo lloraba, Jiyu sólo pudo observar la situación desde el mismo sitio que estaba, la ventana.

¿Cómo es que otra niña estaba muriendo bajo su cuidado?

Cuando I-sak se puso de pie, estando ya del otro lado, observó a todos y cada uno los que estaban en el salón. Su mirada finalizó en la pareja que estaba más cerca a ella y se les lanzó.
Cheong-san empujó a la zombie para que no se acercara a ellos, mientras tomaba un banco para luchar. Jiyu se acercó a On-jo para detenerla porque la menor se quería acercar aún llorando.

—¡No la lastimes! —pidió On–jo cantando la atención de la que fue su mejor amiga. I-sak zombie miró a ambas chicas cerca de la ventana y se acercó a ellas dispuesta a atacarlas, pero la mayor fue más rápida y se agachó para después alzar las piernas de la zombie y lanzarla por la ventana.

Con cuatro dedos I-sak se sostuvo, dominada por el deseo de encajar sus dientes en carne fresca, pero su peso no ayudaba a que no se tambaleara.
Quedando con un dedo impidiendo su caída, On-jo salió tomándola del brazo más que presta para salvar a su amiga.
Cheong-san y Jiyu también salieron por la ventana para que On-jo soltara a la zombie.

Esta se aferraba con todas sus fuerzas al brazo de I-sak porque no quería soltarla.

Entonces recordó todos los momentos que pasó junto a ella, como una película recorriendo su cabeza.
Aquello fue como un flechazo al corazón, que le dolió más que haber visto convertirse en zombie a su mejor amiga.

Presa del dolor, del miedo y de perder a alguien muy amada, perdió fuerzas y la zombie cayó. Tanto la mayor como su mejor amigo la metieron, y al instante fue abrazada por el chico que suspiraba por ella.

Todo el salón quedó en silencio ante la perdida de la chica.
Y mientras Cheong-san consolaba a su mejor amiga, Jiyu apretaba sus manos con mucha fuerza por el coraje que comenzó a desarrollar en el momento que todo empezó, aunque en el pasado había sido una chica que no le importaban muchas cosas más que salir de la escuela, ahora solo quería proteger a todos los que quedaban en ese salón, incluyendo a Lee Su-hyeok, si aún quedaba vivo.

Y mientras Cheong-san consolaba a su mejor amiga, Jiyu apretaba sus manos con mucha fuerza por el coraje que comenzó a desarrollar en el momento que todo empezó, aunque en el pasado había sido una chica que no le importaban muchas cosas más que sa...

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Yaaaa, leerlo no duele tanto como verlo, pero si que me sigue doliendo la muerte de mi I-sak

CORRE; ESTAMOS MUERTOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora