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Un año después...
— Ahh, que cansancio, solo quiero dormir para siempre — suspiró mientras tocaba su pecho.
Recién volvió de una misión, el demonio le rasguñó el pecho y le dolía un poco, además de la larga caminata a la finca del agua, claro está.
— Mocosa...
— ¡Ahhh! ¿Cuánto llevas ahí, pervertido? — gritó cuando vió al herrero detrás de unos arbustos de la finca.
— Desde que me dijeron que regresarías — saltó hacía _________ y le quitó la espada de las manos para revisarla.
— ¡No está rota, no se que le ves!
— ¡Está en horribles condiciones, tonta!
Su cuarta espada estaba arruinada, según Haganezuka.
— ¡¿Qué esperabas? Los demonios están duros!
— ¿Qué?
— ¿Qué?
— ¡Mocosa, te mataré y esta vez no te me vas a escapar! — Haganezuka se le aventó como siempre mientras ella pataleaba para quitárselo de encima, esta vez si le dolía, estaba muy lastimada y Haganezuka no sabía que más hacer aparte de pelear.
— ¡¿No te cansas de pelear con una niña?! — gritó haciéndolo parar.
— ¿Eh? ¿Niña?... ¡Pero si ya estás grandecita! — la volvió a golpear en la cabeza.
