I
La noche era oscura y fría en Storybrooke. Todos sus habitantes, reunidos en Granny's, recibían a Emma y Hook de su pequeño viaje al pasado. Pero algo era diferente. Había una mujer que jamás había pisado la ciudad. Una treintañera, morena y de ojos almendrados que observaba atónita el lugar. Miraba a todos lados y cada objeto que veía le sorprendía más que el anterior. Sin embargo, lo que más le sorprendió fue la iluminación del sitio, las luces colgaban del techo y se encendían con un pequeño botoncito en la pared. No necesitaban fuego ni antorchas. Eran magníficas. Abrumada por todo lo que estaba presenciando, la mujer no logró centrar la vista en algo o alguien en concreto hasta que le vio. Su hijo. Estaba ahí. Y cuando levantó la mirada hacia el hombre que lo acompañaba, su cara se iluminó con la más grande de las sonrisas. Robin.
II
"Tú..." musitó Regina casi en un susurro. "Tú has hecho esto" recriminaba.
"Regina..." Emma Swan había palidecido. No sabía cómo continuar, cómo explicarse. Había tantas cosas que quería decirle, tantas razones por las que le había salvado la vida a una mujer inocente y la había traído a Storybrooke. Pero nada salió por su boca. Un ligero "Solo quería salvarle la vida..." se escapó entre sus labios.
Esos ojos marrón caramelo la miraban con furia y dolor, mucho dolor. Contenían, a duras penas, un río de lágrimas que amenazaba con salir. Pero esa mirada tenía un trasfondo, uno que Emma no pasó por alto. La profunda mirada que pretendía transmitir odio, en su lugar manifestaba miedo. Miedo a perder a alguien, miedo a ser herida, miedo a volver a sufrir. Y era en esos momentos cuando Regina Mills comprendía que era hora de levantar su gran muralla y mostrar al mundo su faceta más gélida. La de alcaldesa firme, indiferente e impenetrable.
"Eres igual que tu madre, nunca piensas en las consecuencias" escupió Regina con toda la aversión, cólera y odio que poseía, reprimiendo el llanto y procurando no romperse a cada palabra que pronunciaba. Miro durante unos segundos a Emma, que permaneció callada, y se dirigió fuera del local.
Emma siguió a la alcaldesa fuera de la cafetería, pero esta última no estaba del todo receptiva.
"Ahora no, Swan" declaró Regina sin siquiera girarse a mirar a Emma.
"Lo siento... cuando traje a Marian de vuelta no sabía quién era. Mi intención no era hacerte daño" la sheriff por fin pudo formular una frase entera. En ese momento Regina sí se giró y se miraron directamente a los ojos.
"Tus intenciones, la verdad, no importan" dijo la impasible alcaldesa.
Esas palabras penetraron en Emma y retumbaban y se repetían en su cabeza una y otra vez. No hace mucho había empezado a considerar a Regina una amiga, a compartir con ella, es más, el viaje a Neverland había sido muy beneficioso para ambas y ahora... ahora lo había estropeado todo, otra vez. Tenía sentimientos encontrados. ¿Debía disculparse por salvar una vida? Obviamente no, pero... ¿Debía hacerlo por destruir la de su amiga? ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había traído a Marian? ¿Fue para hacerse la heroína? ¿Para impresionar a Hook? ¿Para demostrar a sus padres que era una Charming? No. Lo hizo por salvar una vida inocente, se repetía a sí misma. Tus intenciones no importan, cuanto más intentas ayudarme peor se pone mi vida, he luchado mucho por construir un futuro que tú has arruinado... las palabras de Regina resonaban como tambores que amenazan con hacer estallar los oídos de la rubia. Emma salió de golpe de su ensimismamiento al oír un grito.
"¡Es un monstruo!" la voz de Marian se impuso sobre las demás.
Emma miró a su alrededor. Robin, Marian, Hook, sus padres con Neal e incluso Henry estaban fuera. Llevaban un rato discutiendo y no parecía que fueran a terminar hasta que, en un movimiento rápido, cuando Marian se giró a levantar a Roland, Regina dio media vuelta y empezó a andar. Tenía que hablar con ella, lo sabía y lo haría. Pero se temía que no iba a ser ni fácil ni pronto.
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"Con amor, Emma" [SwanQueen]
FanfictionEmma Swan ha traído a Lady Marian a Storybrooke y, por lo tanto, ha arruinado el final feliz de Regina Mills. Tres meses después, tras observar el evidente estado de tristeza de la alcaldesa, la Salvadora decide tomar una drástica decisión: viajar d...