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La fuerza de la cuerda atada a sus manos le causa ardor y más aún porque tiran de ella mientras camina con los ojos vendados, lo cual tenía poco sentido ya que pudo haberse memorizado el camino al ser llevado por Bowser, aunque por el miedo Luigi ni siquiera puso atención por donde iban. La tela con la que cubrían sus ojos era fina, y por ser translúcida puede notar que de a poco está saliendo el sol dejando nacer al amanecer nuevamente, y el humano no puede creer que estuvo tanto tiempo atrapado con esas criaturas.
Se tropieza con algunas rocas en el camino y termina de caer al piso cuando se detienen repentinamente, suelta un quejido de cansancio y con algo de esfuerzo se pone de pie para sacudir su cabeza en un intento de quitarse las cenizas de la cara. Luego le quitan la venda y cierra sus ojos por la repentina luz, pestañea hasta adaptar su visión.
Puede ver que a pesar de que está amaneciendo la luz solar no toca aquellas tierras, la única iluminación bañando el lugar era la de los inmensos mares de lava que amenazaban con explotar y destrozar el suelo en que estaban parados, aún siente sus pies ardiendo y sus suelas casi derretidas. Después los Koopas empiezan a rodearlo a él y a una tubería verde que tenía enfrente, hasta que de repente uno se acerca para desatarlo.
—... ¿Y ahora qué?— pregunta levantando una ceja, sin esperarse que una de las criaturas se acercara y lo empuje haciendo que caiga dentro del tubo. Y los Koopas se alejaron mientras se escuchaba el grito infinito de Luigi cayendo por aquella tubería.
Oscuridad y viento como en un bosque maldito al deslizarse mágicamente cual Alicia en la madriguera, hasta que sale disparado a la superficie de la tierra para impactar su cuerpo contra el césped, llenando su ropa de hojas y barro. Incluso en esa situación y rodando del dolor se abstiene de maldecir, simplemente se queda en silencio boca arriba sobre el suelo sosteniendo su estómago, hasta estar aliviado y tomarse su tiempo para abrir los ojos.
Puede ver una mariposa amarilla volando y hongos enormes rodeando el lugar, y sonríe somnoliento sabiendo que por fin estaba de nuevo en el reino champiñón, que seguía con vida, que aún podía ir a abrazar a su hermano.
Al cual no le avisó que se iría toda una noche y debía estar preocupado.
—¡Mario!— exclama percatándose por fin de la situación, y se levanta rápido del césped para empezar a correr hacia el castillo.
No le importaba lo cansado que esté, lo adolorido que esté su cuerpo, lo lejos que quede el castillo, sólo quiere ver a sus amigos y decirles que los quiere mucho, ducharse, cambiarse la ropa rasgada y contar lo que pasó.
¿Contar lo que pasó?
Y de repente un nudo se forma en la garganta del Italoamericano.
"Si le cuentas a alguien de tu reino, a quien sea, todos la van a pasar mal" repasa en su memoria las palabras de aquél monstruo, el miedo que sintió al oír esa frase, el calor infernal y el sabor de sus propias lágrimas. Sigue corriendo mientras siente su corazón estrujarse pero mientras el sol quema su cabellera castaña va yendo más lento a medida que se acerca al castillo, y la imagen frente a él lo obliga a parar para admirar lo trágicamente increíble.
