De hecho, sí se vuelven a ver. Y más pronto de lo que hubieran querido.
Charles se está revolviendo entre las sábanas, sin poder conciliar el sueño. Dormir se ha convertido en un desafío durante las últimas dos semanas. Específicamente, desde su primer encuentro con Erik. Sabe, en contra de sus deseos, que él es la razón de sus repentinas noches de insomnio, que para un gobernante de una nación, es inconveniente.
Pese a que posee el título de príncipe, la realidad es que Charles lleva ejerciendo una labor más importante durante los últimos años para Krakoa. Cuando sus padres murieron apenas cumplió la mayoría de edad, Charles asumió el cargo sin problemas con el consejo silencioso apoyándolo. Fue un golpe duro, pero esa era la tarea para la que se llevaba preparando desde el día en que nació. Charles, aunque durante sus primeros años fue algo revoltoso y flexible en su comportamiento, amaba a Krakoa. Amaba a su pueblo y amaba ayudarlos. Eran muchos los días en que la pasó ayudando a estudiantes, a niños, incluso a Centinelas debido a su condición como Guía. Nunca se conectó con nadie de verdad, pero el simple placer de ayudar era suficiente para mantenerlo feliz.
Eso formaba parte de sus instintos naturales como Guía. Jamás se sintió muy encantado con ellos, trabajando por tener un límite sobre esa parte de si. Pero le brindaba cierta ventaja a la hora de dirigir. Todos lo amaban y respetaban, considerándolo un líder apropiado para su nación. Y pese a que llevara años haciendo un excelente trabajo en lo que cuidar a Krakoa se refería, para su desgracia, las leyes de la isla le impedían tomar el puesto del rey hasta que no se hubiese casado.
No por su condición de Guía ni género. Las leyes eran iguales, quién fuese heredero, independientemente del género o estatus, debía casarse con un Guía o un Centinela con quien tuviesen compatibilidad suficiente para dirigir. Krakoa avanzaba en tecnología y conductas sociales, pero habían ciertas cosas en las que se exigía la tradición. Esa era una de ellas. Por ello, no luchó con más fuerza ante el matrimonio impuesto con Moira. Siendo esa también la razón por la que, en su juventud, se detenía a pensar cómo sería si conociera a un Centinela compatible, a su mente espejo, con suspiros juveniles e ideas de historias de amor como de los libros. Cuando era un adolescente, esos sueños lo mantenían despiertos y dando vueltas de felicidad en la cama.
Ahora, con treinta y dos años, ese "sueño" que tuvo de joven se había convertido en una pesadilla en la vida real. Y de nuevo, su Centinela perfecto le quitaba el sueño, de un modo u otro.
Charles realmente no puede culparse por haber tenido la cabeza en todos lados menos en lo importante. Lo único que deseaba era ignorar el cosquilleo en su mente que le exigía buscar a su Centinela y dormir. Los primeros días empezó leve, pero cada día separado de Erik empeoraba la situación. Erik debía estar haciendo un trabajo tremendo para cargar siempre puesto el casco, porque Charles, para su molestia, se encontró varias veces buscando esa conexión tan anhelada sin encontrar el otro extremo. Tenía tan solo migajas de cómo se había sentido, que lo volvían más hambriento. Se removió entre sus mantas y tiró fuerte de su cabello, estaba tan cansado.
De pronto, entre sus propios quejidos y lamentos, escucha un ruido en su habitación. Su cuarto es bastante grande, y por el lugar del que vino el sonido, sospecha que alguien entró por la ventana. El miedo lo golpea apenas se da cuenta de que hay alguien en su habitación, tomando rápido el casco-cerebro en la mesita de al lado para ponérselo. Está por llamar a alguien para pedir ayuda, cuando un gruñido conocido lo detiene.
ㅡTu habitación está ridículamente apartada de la entrada.
Charles no sabe si sentir alivio o molestia cuando lo escucha. Por un lado, al menos no es un completo desconocido quien entró a su habitación. Por el otro, no está seguro tampoco de quererlo ver, no cuando ya habían acordado no volver a verse.
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Mentes Espejo - CHERIK WEEK [2023]
Fanfiction"Tienes que casarte", son las palabras que el Consejo Silencioso le dice a Charles apenas pone un pie en la reunión. A sus 32 años, el principe Guía de Krakoa sabe que se le acaba el tiempo antes de contraer matrimonio con un Centinela, y así poder...