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Kōyō, la diosa de la agricultura y la vegetación había dado a luz a su bebé, en su pequeña pero acogedora cabaña por los valles en el mundo terrenal.

Aunque esa criatura era producto de la violación que había sufrido a manos de su hermano menor, Verlaine, dios del trueno y soberano del Olimpo; siempre lo quiso y esperaba su llegada dispuesta a darle ese amor tierno de madre.

La mujer observaba al pequeño pelirrojo dormido, se encontraba recostada en una pequeña cama, sus cabellos largos y rojizos algo alborotados gracias a las tenues gotas de sudor que adornaban su frente.

——¡Kōyō! —La pelirroja levanto la vista notando a una mujer de cabellos castaños oscuros en el umbral de la puerta.

Se trataba de Yosano, diosa de la hoguera y su hermana mayor.

—Hola. —Correspondió al saludo educadamente.

Con un movimiento de cabeza le indico pasar a la habitación. La chica se sentó a los pies de la cama.

—¿Esta es la pequeña personita que te estuvo molestando? —Pregunto mirando con interés al bebé.

Kōyō frunció levemente el ceño mas se limitó a descubrir un poco el rostro del recién nacido y su hermana lo pudiese ver mejor.

—Es un varón. —Dijo acariciando con ternura la mejilla del niño.

Akiko se inclino levemente apreciando al bebé.

—¿Le has puesto un nombre?

—Sí, se llamara Chūya. —Contesto viendo a su hermana con una media sonrisa.

—Mmmmn, lindo nombre —Apoyó alejándose un poco y tener mejor vista de la pelirroja —. ¿El bastardo sabe que ya nació? —Cuestionó frunciendo el ceño con furia.

Kōyō mostró un rostro serio aún sin dejar de mirar a su bebé.

—Ya debe de haberse enterado, a ese maldito nada se le escapa.

—Nada más porque es el "gran todo poderoso dueño del Olimpo" no le prendo fuego a su alcoba mientras duerme. —Replicó la castaña acomodando el broche dorado de mariposa entre sus mechones.

—Y no deberías, es un asunto entre él y yo, no tienes porque meterte.

—Es solo un idiota más, me he desecho de tipos igual que él. No importa que sea mi hermano.

—Apropósito, creo que exageraste un poco con lo de Kaiji. No debiste lanzarle esa maldición con su futura descendencia. —Cambio de tema ágilmente viéndola con serenidad.

—¡Él se la pasaba acosandome! ¡No le importaba que somos hermanos, no dejaba de molestarme con que fuera su esposa! ¡Y que asco! —Se defendió haciendo una mueca de asco con lo último —. Además, hice un favor al lograr que no quiera engendrar a nadie.

𝐒𝐞𝐢̄𝐬 𝐒𝐞𝐦𝐢𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora