𝐈𝐈

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Desde ese día Verlaine no se mostró en la cabaña de la diosa de la agricultura, algo que la pelirroja agradeció infinitamente. Sabía que su hermano no era de fiar, es por eso que tomó la desición de no regresar al Monte Olimpo, decidió seguir viviendo entre los mortales.

Desde un valle algo alejado de la civilización se encargo de criar a su hijo, sabía de mano propia que Verlaine no mataría a los seres que él mismo creó con tal de hacerle la vida imposible.

Con ayuda de sus ninfas siguió con sus obligaciones como la diosa de la agricultura. El tener a Chūya era una tarea algo complicada; debía estar al tanto de lo que necesitaba y al pendiente en si de él.

Cuando salía a hacer sus labores en el campo solía amarrarselo a la espalda con la ayuda de un rebozo. Aprendió a amarrarse su largo cabello pelirrojo en un chongo alto, su pequeño tenía la costumbre de jugar con sus mechones cada que los tenía cerca; hiriendola un poco en el proceso.

Siempre se mantenía cerca de su pequeño.

Después de que su bebé cumpliera el año le costó dejarlo dormir en su propia habitación. Disipaba sus miedos cuando entre lapsos de la noche iba a revisarlo; ver como su pecho subía y bajaba suavemente por debajo de las cobijas afelpadas, sus mejillas regordetas sonrosadas y su semblante tranquilo al estar navegando por el mundo de los sueños.

Esperaba que Tanizaki le mandara los más dulces y relajantes sueños.

El ver a Chūya ir creciendo era su recompensa, el niño era alguien con mucha energía, gozando el correr por los valles bajo la atenta mirada de su madre y las ninfas, a pesar de tener 3 años era curioso y mostraba sus emociones.

Kōyō lo estaba criando para ser una deidad amable y comprensivo con los mortales, claro que advirtiendo los peligros que conyevaban ciertas acciones.

——Mami —Kōyō dejó de rasgar la tierra con el rastrillo para mirar a su hijo, el pequeño pelirrojo era llevado de la mano por una de las ninfas hasta su madre, una vez que lo dejó frente a la pelirrojo se retiró —, ¿qué eta hashiendo?

Los iris azules de Chūya miraron curiosos las líneas de tierra que se formaban —Estoy rasgando la tierra para cultivar trigo. —Respondió la oji-carmín con una pequeña sonrisa.

—¿Cómo? —Kōyō rió ante la inocencia del menor le tendió la mano para ponerlo delante de ella, el pelirrojo obedeció.

—Primero rascamos la tierra para que las semillas puedan expandir sus raíces —Guió las manos de Chūya al mango de la herramienta, logró que el oji-azul rascara un poco más profundo la tierra, este mismo rió ante la acción —. Cuando sientas un poco más húmeda la tierra significa que llegaste al punto correcto.

Dejo el rastrillo de lado sobre la tierra y tomó un pequeño saco beige con semillas dentro.

Chūya no pudo evitar soltar un jadeo de asombro. —¡Un álbolito bebé! —Exclamó emocionado, agarro una de las semillas y la examinó contra la luz del sol.

𝐒𝐞𝐢̄𝐬 𝐒𝐞𝐦𝐢𝐥𝐥𝐚𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora