Capítulo 7

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Definitivamente la presencia de aquella anciana había llenado la habitación de un aire pesado... perturbador.

Mis ojos no puede dejar de observarla, de ver cada movimiento que ésta hace. Carlos y Lian junto a ella.

—Aquí está, es él. —Lian señala a Austin quien está acostado aún en la cama. Cristal a su lado sentada tocándole el cabello. Austin con sus ojos cerrados.

—Así que éste es mi paciente. —Se acerca, coloca el maletín a un lado de la cama y lo observa.

Yo me le quedo viendo, alerta. No lo sé, pero por alguna extraña razón esta anciana no me daba muy buena espina.

—Se ve muy mal el pobre. —Le abre los ojos con sus dedos y le mira. —Sí, está deshidratado el chamaco. —Se aleja de Austin, toma el maletín, lo coloca en la cama, lo abre y comienza a rebuscar dentro de el.

—¿De dónde mierdas sacó Lian a esta mujer? —Me murmura Jaxon en el oído, yo niego con la cabeza.

—No lo sé, pero por más que lo intente no puedo confiar en ella. —Le murmuro devuelta, mis ojos clavados en la anciana.

Veo como ésta saca unas hojas secas envueltas en un paño color blanco junto con un encendedor y unas velas. Coloca las velas en la mesita de noche y se voltea. Yo frunzo el ceño al ver aquello.

—Necesitaré un poco de espacio. —Extiende su mano hacia Lian y Justin quienes eran los que se encontraban cerca de la cama y de ella. Los chicos dan un paso hacia atrás y noto como estos dos se miran entre sí confundidos.

De pronto, aquella anciana enciende los palos que se encontraban en el paño con el encendedor y mucho humo comienza a emanar de esas ramas secas. Ésta también procediendo a encender las velas sobre la mesita de noche.

La habitación comenzó a impregnarse de aquel humo blanco en tan solo unos segundos, el olor a yerbas y a algo que no podría describir invadiendo mis fosas nasales.

Veo como aquella anciana comienza a recitar unas series de palabras las cuales no comprendía, mientras agita aquel ramo de hojas secas y ramas sobre el cuerpo de Austin.

Todos callados, impactados... en silencio.

Luego de algún minuto, la mujer le entrega el ramo, aún humeante, a Justin y éste lo toma con pavor. Una expresión de "no sé si salir corriendo o quedarme" en su rostro.

—Listo, su amigo se curará. —Se acerca a las velas y las apaga de un soplido. —Solo debe tomarse esta infusión de té durante una semana. —Saca una pequeñas bolsitas de té de su maletín y se las entrega a Lían. Éste en completo silencio. —Serían 200 dólares. —Cierra el maletín, le pone el seguro y se voltea extendiendo la mano hacia Lían. Éste se le queda viendo perplejo.

—¿Doscientos dólares? —Dice anonadado.

—Sí, ¿me van a pagar o no? —La mujer adopta una expresión seria en el rostro.

—Bueno... —Lian tartamudea. —Es que ni tan siquiera nos a dicho lo que tiene. —Las bolsitas de té aún en sus manos.

—Tendría que visitarlo por al menos tres días más. —La anciana alza una ceja. Todos le miramos perplejos.

—No tiene que volver. —Mi padre se para como puede y camina hasta ella. —Tome estos 200 dólares y no vuelva. —Se mete la mano al bolsillo de su pantalón, saca la billetera y le hace entrega del dinero a la anciana. Ella esboza una sonrisa para acto seguido proceder a contarlos uno a uno.

—Está bien, aunque tú también necesitas de mi atención. —Mete los billetes entre sus pechos y le señala la pierna a mi padre.

—No necesito nada. Ninguno de nosotros lo hace, así que si me disculpa... —Mi papá le señala la puerta y ésta comienza a caminar en aquella dirección. —Tenga buenas noches. —Dice caminando entre cojos hasta la puerta para abrirla y permitirle a la mujer pasar.

Aramis Wolfrahan © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora