Capítulo 1

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¿Qué es en realidad la familia?

Bueno, creo que para muchos tiene diferentes significados, pero para mí... son mi mundo.

Mi familia era aquello que hacía que mis días tuvieran sentido de sol a sol, eran los que me mantenían con la esperanza viva... los que me daban la ilusión cada mañana al despertar.

En estos momentos, solo el deseo de volver a ver a mi familia con vida y de compartir, aunque fuese un segundo más con ellos, era lo que me daba la fortaleza para luchar día a día.

Encerrada, cautiva y siendo torturada; su recuerdo y la esperanza era lo que me daba la fuerzas para seguir soportando que el Rey Lobo Alpha me drenase la sangre a diario para así salvar la hija de su adorada hija.

Si, a ella misma, a Aramis... un torbellino de crueldad y maldad pura. A la que no le interesaba nada ni nadie que no fuera ella misma.

Sin demasiadas energías ni sangre en el cuerpo, me recuesto en la cama de aquella habitación la cual se había convertido ahora en mi prisión permanente, y solo miro el techo sobre mi cabeza.

Lágrimas me recorren las mejillas al pensar en el destino de los chicos, en el de mi papá.

Ya había pasado más de una semana desde que fuimos cautivados por los Victorian y el Rey Lobo Alpha. Ya había pasado una semana desde la última vez que los vi allá frente al trono.

Mi cabeza no dejaba de darme vueltas una y otra vez pensando en cómo estarían.

¿Estarán con vida como me lo prometió Ronwer?

¿Estarán comiendo?

¿Dónde dormirán?

Miles de preguntas y pensamientos pasando por mi cabeza día y noche, durante cada segundo.

Contemplo las marcas de las maderas del techo de la habitación en tanto pienso y percibo como mi cuerpo se siente como mierda.

El que a diario me sacasen una buena cantidad de sangre y se la transfundieran a Aramis me estaba matando lenta y pausadamente.

Mi cuerpo no dejaba de pelear y tratar de curarse a sí mismo como siempre lo hacía, pero creo que la cantidad de sangre que me extraían era mayor a la que este pudiese reponer.

Mientras disfruto del silencio y de la soledad por un momento, escucho como la puerta de la habitación se abre repentinamente. Bajo la mirada y observo como un encapuchado entra, éste esbozando una sonrisa bajo aquel manto sobre su cabeza.

—Vamos lobita, el cuarto de transfusión ya te espera. —Se acerca a la cama, me toma de un brazo y me levanta por la fuerza.

Siento como mis piernas no soportan en peso de mi cuerpo y lucho por quedarme de pie.

—Vamos, no tengo todo el día. —Me hala bruscamente y me saca casi a rastras de la habitación. Siento como mi cabeza ondea de lado al lado al no tener ni las fuerzas suficientes como para sostenerla en lo alto.

Pasando por aquellos pasillos oscuros y tenebrosos del castillo, tras algún minuto o dos, llegamos a aquella habitación... a aquel lugar que me estaba matando lentamente.

—Aquí la tengo mi señor. —Alzo la vista un poco y veo como uno de los Victorian sujeta la puerta para que el encapuchado y yo pasemos.

—Colócala donde siempre. —Habla el Victorian señalando aquella silla blanca que tanto odiaba. —Vamos, hazlo ya que la señorita no tiene todo el día para esto. —Me lanzan de mala gana sobre aquella silla y entre el mareo repentino que me invade, siento como estos aseguran tanto mis manos como mis pies con aquellas cintas de velcro a las patas y posa-manos de la silla.

Aramis Wolfrahan © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora