Su mente estaba en blanco... ¡No tenía absolutamente nada!
Amelia suspiró y desplazó su silla hacia atrás, haciendo rechinar las ruedas sobre el suelo de madera.
¡Estaba segura de que ese día al fin podría escribir algo... Pero no pudo!
¿Qué le sucedía? ¿Acaso había perdido el talento?
¿Cómo pensaba mantenerse en adelante?
¡Si no le entregaba algo muy bueno a su editora en un mes estaba acabada como escritora!
Aún podía recordar sus palabras de la última llamada.
"Necesito que tengas lista una nueva historia para navidad", se repitió en su mente y ella se estremeció.
—¡No puedo trabajar bajo presión! —exclamó levantándose de su asiento y caminando por el desván de ida y vuelta.
Ese lugar siempre había sido su lugar feliz desde que sus padres habían muerto.
Ella se había labrado una carrera como escritora con uñas y dientes, logrando vivir decentemente de su imaginación en los ultimos años... Pero, ahora todo podía irse al traste gracias a su bloqueo.
Caminó hasta su cama y se lanzó de espaldas sobre el colchón.
—¡¿Por qué aun no estás lista?! —preguntó su hermano irritado al tiempo que asomaba su cabeza por el hueco de la escalera plegable.
—¡Te he dicho que no entres a mi espacio de escritora! —se quejó ella cubriéndose para que su hermano no viera su desnudez.
¿Para qué necesitaba vestirse si siempre estaba sola?
—Tienes cinco minutos para ponerte el traje, o si no, vete olvidando de mí. Estaré muy enojado por tu culpa... Y por culpa de tu ostracismo. —gruñó su hermano y ella lo vio desaparecer, para luego escuchar cómo se contraía la escalera plegable.
Lo cierto era que ella jamás se había negado a nada que él le pidiera, pero en esa ocasión era diferente. Su hermano había comenzado con su emprendimiento ese año y él realmente no podía darse el lujo de desaprovechar la navidad. Ella lo sabía, pero también sabía que era ridículo vestirse de elfa navideña con veintiséis años de edad cumplidos y cero interacciones con otros seres humanos en los seis últimos años.
Su hermano necesitaba a alguien que disfrutara de entretener niños y hacer malabares... No una mujer fofa con tendencias ermitañas.
—Pero sé que él no tiene a nadie más con quién contar... —murmuró para sí misma y luego suspiró con pesar.
Su hermano esperaba y necesitaba su ayuda. Ella definitivamente no podía hacer otra cosa que ayudarlo.
Buscó el traje de elfa navideña que él le había entregado dos días atrás y comenzó con su tortura.
Tres días después, mientras tomaba un chocolate caliente con su hermano y organizaban la escenografía, ella se dijo que no era tan malo después de todo.
En primer lugar, se dio cuenta de que los colores navideños le quedaban de perlas a su color de piel. Era rubia, pero extrañamente su piel era naturalmente dorada, como si disfrutara de un bronceado eterno. Sus ojos eran de un marrón oscuro, casi negro, que parecía brillar en contraste con el rojo y blanco de su traje. Le había quedado como un guante y, a pesar de no ser revelador, la hacía lucir como una criatura sacada de un cuento navideño.
En segundo lugar, se había divertido bastante con los pequeños. Se había tomado fotografías con los niños, los demás elfos y santa; habían cantado villancicos y jugaron a encontrar regalos por las tiendas.
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Una historia para Navidad.
Short StoryPara Amelia López la navidad era una época perfecta. Pero, por alguna extraña razón, esta navidad era diferente. No había logrado escribir una estúpida línea gracias a su bloqueo creativo y, encima, su hermano no paraba de pedirle ayuda con su nuev...