Los gritos, gemidos y temblores se repitieron en la mente de Amelia antes de quedarse dormida; y aun después, en sus sueños.
El brazo de William Kingston III la mantenía rodeada y sujeta a él mientras dormía.
Estaba despierta desde la madrugada, pues aunque William le había drenado todas las energías, ella no podía sacar de su cabeza lo que había sucedido entre ellos.
La prueba de su pérdida de la virginidad estaba en las sábanas, sus piernas y en la entrepierna de Will.
Además, por si fuera poco, sentía el dolorcillo sordo en su zona íntima. Esa era la mayor evidencia de lo que habían hecho.
Además de hacerla mujer; William la hizo suya toda la noche y eso, para Amelia, era algo que no podría borrar con nada.
Había cometido una estupidez.
No por entregarse a él en cuerpo, sino por hacerlo también en alma.
Lo hizo en cuerpo y alma, y no podía sentirse más satisfecha.
Quería quedarse en la vida de William y que él se quedara en la suya... Pero eso era imposible.
Justo cuando ese pensamiento se asentó en su mente, ella lo sintió moverse detrás de ella. Él estaba despertando, pero cierta parte de su cuerpo tenía bastante rato despierta.
Sintió muchas ganas de moverse contra él y frotar su propia necesidad... Pero la realidad cayó sobre ella como un balde de agua fría.
No puedo hacer eso. Esta no es realmente mi vida, se dijo al tiempo que se contenía de restregar su trasero contra él.
El terror la abordó, de sólo pensar en que William pudiera correrla de su casa después de la noche que habían pasado juntos.
Eso era lo que hacían los hombres luego de que las mujeres pasaban la noche con ellos, ¿no?
¿O qué se suponía que debía hacer ella ahora que la noche había acabado?
¿Sólo recogía su disfraz maltrecho, se limpiaba los restos de su desfloración y se largaba sin decir nada?
¿Sin un "gracias por quitarme mi tarjeta de virginidad V.I.P." o algo así?
—Sé que estás despierta, princesa. —le dijo William acariciando la piel de la parte trasera de su cuello con su nariz.
Algo tan simple como eso de parte de él la hizo erizar y le dio ganas de estirarse como hacían los gatos.
—Yo ya me iba. —respondió ella rápidamente, intentando salir de la cama.
—¿Cómo que "ya te ibas"? ¿Acaso no quieres acompañarme a desayunar? —cuestionó él rápidamente.
—No puedo... Debo comenzar a escribir. Soy escritora y necesitaba tener esta experiencia para poder escribir una historia de romance erótica. —soltó ella de pronto, intentando que él le dijera que se fuera y así no perder tiempo en rechazos.
William la miró con un brillo de diversión en los ojos.
—Okay... Voy a ignorar eso, y me quedaré con lo que vi y sentí de tu parte anoche. —dijo él con confianza y se sentó sobre la cama. Se giró un poco, intentando mirarla al rostro mientras le hablaba. —Sí, definitivamente lo haré y continuaré con mis planes... —agregó.
De pronto, frunció el ceño preocupado, pensando en que ni siquiera sabía cómo invitarla a una cita pues nunca había sido un hombre de tener citas.
—¿Tus planes? —cuestionó ella confundida, sacándolo de sus pensamientos.
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Una historia para Navidad.
Krótkie OpowiadaniaPara Amelia López la navidad era una época perfecta. Pero, por alguna extraña razón, esta navidad era diferente. No había logrado escribir una estúpida línea gracias a su bloqueo creativo y, encima, su hermano no paraba de pedirle ayuda con su nuev...