- CAPÍTULO 11: Beso Posesivo. -

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Amelia no podía creer lo fácil que estaban fluyendo sus ideas.

Sus dedos parecían estar sufriendo los efectos de algún energizante, pero ella no había tomado ni una pizca de nada.

Era como si de pronto, al sentarse frente al ordenador, consiguiera que miles de ideas brotaran de su imaginación.

No había conseguido idear una historia para navidad solamente, sino al menos cinco nuevas historias.

Las ideas danzaban en su mente, haciéndole creer que tendría mucho trabajo para las próximas ocho semanas... Y todo iba bien para ella. Era perfecto, pero lamentablemente sentía que la alegría no terminaba de llegar a su corazón.

Su corazón era terco, y lamentablemente sólo quería una cosa... A William.

A como diera lugar.

Ella recordaba el horrible episodio que había tenido con la mujer, pero también recordaba la forma en la que él se comportó con ella y le daban unas terribles ganas de salir corriendo a buscarlo.

Pero luego volvía a pensar en su estilo de vida y llegaba a la conclusión de que era estúpido buscarlo.

William no encajaba en su vida, ni ella en la de él.

Eran opuestos y lo mejor era quedarse cada quién de su lado, sin complicaciones.

Al pensar en eso, sintió que su inspiración bajó un poco. Suspiró y rodó su silla hacia atrás, alejándose un poco del ordenador para despejar unos minutos la mente.

Rodó hasta la ventana del desván y observó a través del vidrio cómo la nieve comenzaba a caer otra vez.

Su teléfono le había indicado que habría tormenta en los próximos dos días... Lo cual a ella le pareció perfecto.

Le encantaba el invierno, porque era una razón más para quedarse en casa escribiendo.

Amelia vio cómo la nieve caía cada vez en más cantidad y sintió unas terribles ganas de tomar chocolate caliente.

Bajó a la cocina y comenzó a hacerse su chocolate caliente.

Mientras se cocinaba a fuego lento, ella escuchó a su teléfono sonar.

Lo revisó y frunció el ceño al ver que era un mensaje de su hermano.

Leyó rápidamente las dos palabras y su enojo explotó como si se tratara de una olla de presión sin válvula.

"Lo siento". Esas dos palabras.

Dos benditas palabras que decían tan poco y a la vez tanto.

—¡Joder, el idiota se fue de lengua!—gruñó furiosa y dejó el teléfono sobre la encimera de la cocina.

¿Qué tanto habría dicho su hermano?, se preguntó.

Nerviosa, apagó la estufa y olvidó por completo su antojo de chocolate caliente.

¿Acaso William había encontrado a Adrián y le había sacado información?

¡Pfffff! Hasta la pregunta era estúpida, por supuesto que lo había hecho... La pregunta correcta era, ¿qué tanto le dijo el pequeño idiota a William?

Pensando en miles de cosas, y a la vez en nada, ella comenzó a ir y venir en la cocina.

Amelia se dijo que debía calmarse. Nada sucedería, porque ella simplemente iba a fingir que no había nadie en casa, en caso de que William fuera a buscarla.

—Sí, eso haré. —murmuró sintiendo que sus manos temblaban y subió las escaleras plegables hacia el desván, intentando refugiarse en su pequeño rincón alejado del mundo.

Una historia para Navidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora