- CAPÍTULO 6: Necesidad. -

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William se recreó con la imagen de ella así, arrebolada de pasión y rendida a sus caricias.

No podía esperar, necesitaba deshacerse de todo lo que los separaba.

Llevó sus dedos a una de sus aureolas y la acarició con ternura, viendo cómo se endurecía al instante.

Ella soltó un siseo, porque el toque de él envió una descarga eléctrica a lo más profundo de su ser.

William bajó a la cinturilla de las mallas y comenzó a retirarlas.

En otra ocasión, disfrutaré de ella usando sólo estas mallas, se dijo lujurioso.

De pronto Amelia se tensó.

—Espera. —susurró ella sonrojada.

—¿Quieres detenerte? —cuestionó él entre dientes. Sentía que iba a explotar en sus calzoncillos... Pero si ella pedía que se detuviera, lo haría. Aún si se arriesgaba a morir por un caso severo de bolas azules.

—No... Yo sólo... ¿Podríamos apagar la luz? —preguntó ella avergonzada.

—¿Por qué quieres apagarla? —preguntó él incómodo.

¿Acaso ella no quería verlo?

—No quiero que me veas así, me avergüenza... Sólo mírame. —dijo ella señalándose a sí misma con timidez.

—¿Qué es lo que debo ver, además de que eres perfecta y me tienes totalmente a tus pies? —cuestionó él, un poco indignado de que ella no se viera a sí misma de la forma en la que él la veía.

—¡Soy común y algunos kilos de más! ¡No soy ninguna de las modelos o mujeres esculturales con las que de seguro has estado!—exclamó ella.

Él suspiró.

Sí, había estado con modelos, cantantes, empresarias y otro tipo de mujeres bastante atractivas... Pero nunca había sentido algo tan profundo e instintivo por ellas.

Ellas sí que habían sido rollos de una noche para él... Y estaría demostrándoselo en ese mismo instante, si ella no fuera tan parlanchina.

Divertido soltó un bufido.

—Yo te veo perfecta. Eres increíblemente sensual con ese traje de elfa (lo cual no puedo decir de muchas mujeres), tus ojos expresivos me congelan, tu ingenio me deja sin palabras y tus piernas me enloquecen, tanto que me hacen imaginar mil formas en las que podemos usarlas para sostenerte mientras yo te pe... —comenzó a decir y ella cubrió su boca con sus manos.

—¡Will!—exclamó sonrojada.

Él se carcajeó contra sus manos.

—Puedo seguirte explicando el sinfín de cosas que podemos hacer, princesa mía... O puedo simplemente comenzártelas a mostrar. —dijo él y sin darle chance de seguir hablando, rasgó las medias.

Amelia soltó un jadeo, no supo si fue por asombro o excitación... Pero eso que él hizo mojó un poco más sus bragas.

—Por cierto, estoy muy cerca con sólo verte, princesa... Así que me disculpo por reaccionar ante ti como un adolescente, pero me tienes loco y no puedo controlar mi propia polla. —informó y ella abrió la boca para responderle, pero las palabras murieron en su boca cuando él descendió a su ombligo y comenzó a darse un festín con su piel.

Amelia se olvidó de todo cuando él fue directamente al sur.

Cuando separó sus piernas con suavidad y se inclinó hacia su lugar secreto, ella se olvidó de todo. Su mente se sentía como en una feria cohetes y fuegos artificiales.

Una historia para Navidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora