III

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No hay nada mas peligroso, que ser feliz frente a un envidioso.

No hay nada mas peligroso, que ser feliz frente a un envidioso

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No entendía qué había hecho para merecer esto.

Creía que ella era una buena persona, pero al parecer todos podemos equivocarnos.

Su vida nunca fue sencilla bajo ningún prospecto, siempre se había visto en situaciones en donde tenía que complacer a todos siendo la niña perfecta, la buena estudiante y la jovencita ideal.

Pero todo eso cambió el día en que su hijo nació o bueno desde que supo que lo estaba esperando.

Es indescriptible tratar de narrar como el hecho de esperar un hijo puede cambiar cada aspecto de tu persona de pies a cabeza, de lo interno a lo externo y como todo tu mundo da un giro de 360 °.

Tener un hijo es una responsabilidad enorme, porque literalmente está a tu cuidado un ser vivo incapaz de hacer absolutamente nada.

Una criatura inocente y débil que dependerá de ti para cada cosa desde lo más básico hasta lo más superficial.

Cada persona es un mundo completamente diferente, y por lo tanto cada madre es diferente a la hora de pensar en lo que será de sí mismas y de sus hijos.

Lo primero que pensó cuando se enteró de que iba a ser madre fue: "¿Que demonios haré de ahora en adelante?"  ...

Sin embargo, ella tenía principios por sobre todos sus sueños y esperanzas.

Esa fue una de las principales razones por las que decidió dejar atrás a todos y todo lo que conocía con tal de brindarle lo mejor a su hijo, debía de luchar, debía de ser fuerte y de pasar por muchos obstáculos completamente sola, pero a la vez se hizo de aliados y amigos que la supieron en caminar en el camino correcto.

Prefirió ser una buena samaritana, siempre y cuando estuviera al alcance de su mano ella brindaría apoyo incondicional, sobre todo a sus vecinos, conocidos y amigos, pues favor con favor se paga, y aunque generalmente nunca esperaba nada de nadie, ser tan apreciada en la comunidad era agradable y ventajoso.

Sin embargo, nunca pensó que sería precisamente eso lo que le metería en esta situación.

Hacía casi dos días había aprovechado que Jessica junto a su hijo fueron a la biblioteca a tomar unos libros prestados para comprar la despensa, por lo general siempre llevaba a Spencer consigo, y no sabía si eso era precisamente lo que la había protegido durante un largo tiempo o sentirse aliviada de que su hijo no se viera envuelto en esta situación junto con ella.

Amelia Millers, era la esposa de Robert Nathan, un nombre que le causaba dolores de cabeza.

La hermana de Robert tiene una pequeña hija, que desde que abrió su guardería ella se dedicaba a cuidarla, pero el día en que la madre de la pequeña consiguió un trabajo a tiempo completo, le era imposible pasar a recogerla, por lo cual le pedía a su hermano que le apoyara en ese sentido, sin embargo, ese hombre al menos para ella era desagradable.

Serendipia [Spencer Reid]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora