06

13 2 1
                                    

— Aida, ¡explicame por qué estabas con Thomas! — Wendy se encontraba alterada pero a la vez emocionada.

— ¿Hay algo de malo que esté de paseo con un amigo?

—No, pero... ¡Un famoso! ¡Has estado saliendo con un famoso! — Me agarró de ambos brazos y empezó a sacudirme. — ¿Tú entiendes que significa eso?

— ¿Si? No veo nada malo, solo es un paseo y ya. — Dije, Wendy solo suspiró.

— Salir con un famoso puede provocar una polémica, ¿qué pensaran los reporteros y todo el mundo? ¡Van a creer que Thomas sale con alguien!

— Mierda, es verdad. — Me agarré la cabeza, no había pensado en eso. Wen sólo me miraba mientras contenía su risa.

Suspiré, seguí caminando junto a Wendy. Ambas ibamos dirección al pasillo de música, ella se fue a su club mientras que de mi parte, fui hacia el estudio del pelinegro. Al llegar a mi destino, justo cuando iba a abrir aquella puerta, apareció ese guitarrista.

— ¡Buenas tardes, Aida! — Al verme sonrió. Le devolví la sonrisa.

— Buenas tardes, Thomas. — Dije, él se apartó para dejarme pasar. Dejé mis cosas en el sofá que tenían Y procedí a sentarme.

— ¿Qué tal tu día? — Me preguntó mientras agarraba la guitarra y empezaba a prepararla.

— Muy cansado, odio tener que soportar todas esas clases.

— Entiendo. — Lo miré, él solo seguía preparando todo para poder practicar.

Desde el primer día que toqué la guitarra, decidí ir a practicar con Thomas. Solo llevabamos unos 4 días conociéndonos y ya habíamos tenido un paseo que pareció más una cita. Ayer me la pasé bastante bien, me divertí muchísimo junto a él. Estaba tan absorbida por mis pensamientos que no me di cuenta que me estaba llamando.

— Aida, ¿ estás o no estás? — El pelinegro agitaba su mano por mi cara. Asentí ante su pregunta, Thomas me sonrió y me pasó la guitarra. — Quiero hacerte unas preguntas, ¿puedo?

— Claro, no hay nada de malo. — Él se sentó en mi lado con su guitarra, suspiró y me miró fijamente.

— ¿Estás bien? — Lo miré confundida. — He notado tristeza y miedo cuando tocaste el violín en el club de música que hay por aquí cerca.

Me quedé tensan, ¿cómo supo? Sabía perfectamente que mi tocar era triste, melancólico y expresaba miedo pero nadie lo había notado hasta ahora. Tragué en seco y agaché mi mirada, él solo me miraba atento.

— Si tu supieras lo que me pasó hace tiempo... — Levanté mi cabeza, mostrando una mirada sería hacía mi acompañante. — Pero no creo que sea el momento de contarlo, apenas nos conocemos.

Thomas insistió pero me negué por completo, él solo suspiró y empezamos a practicar.

— Empecemos, intenta cambiar acordes con un ritmo de 4 tiempos.

— ¿Cómo va eso?

— Primero haremos acordes fáciles, de un La a un La menor. Con el metrónomo haremos el ritmo, cuando escuches 4 pitidos vas y cambias de acorde. — Encendió el metrónomo, se posicionó y empezó a hacer una demostración.

Me posicioné y empecé a intentarlo, no podía, el ritmo era demasiado rápido a pesar de que era un ritmo normal. Después de varios intentos fallidos, me rendí y suspiré, las yemas de mis manos, estaban rojas.

— Veo que no has podido. — Thomas me dijo mostrando seriedad con los brazos cruzados.

— Lo siento, lo volveré a hacer, no me volveré a equivocar. — Dije y procedí a volver a colocarme. Empecé a cambiar acordes, haciéndome aún más daño en los dedos.

No pude más, llegué a tal punto que mis dedos no podían más, me dolían demasiado y se podía notar lo dañados que estaban. Thomas solo apagó el metrónomo y quitó mi mano del mástil. Se levantó y cerré mis ojos con fuerza, esperando el golpe que recibiría de su parte.

— ¿Por qué cierras los ojos? — Abrí mis ojos con miedo, él me estaba mirando confundido.

— ¿No me vas a pegar? Lo he hecho mal. — Lo miré apenada.

— ¿Pero qué dices? No, no te voy a pegar. Es normal equivocarse y ya, pero no te fuerces, debes de cuidar tus dedos también.

No dije nada, solo agaché mi cabeza. "¿No me va a pegar?" Pensé y en cierta parte me alegra saber que no me iba a pegar.

— Lo dejaremos por un tiempo, tus dedos necesitan descansar. — Asentí. — Y también, ¿por qué dices que te voy a pegar?

— No es nada, tranquilo. — Mostré una pequeña sonrisa débil, él me miró y después suspiró.

— Aida, es mirarte y pienso que eres una canción. — Se sentó de nuevo mientras me miraba fijamente.

— ¿A qué te refieres? — Lo miré confundida.

— Eres como una melodía triste y vacía, esperando su muerte cada día. Pero cuando veo que empiezas a tocar la guitarra, puedo sentir como esa melodía empieza a brillar.

— ¿Qué cosas dices, Thomas? Estás loco...

— Puedes pensar que estoy loco pero... quiero ayudarte, puedo sentir que pides ayuda aunque no lo demuestres. Es por eso que...

Me agarró de ambas manos y me miró con más intensidad. Me sonrojé ante su tacto conmigo, empecé a sentirme nerviosa y como un cosquilleo aparecía en mi estómago. Lo miré, intentando disimular mis nervios pero mi rubor me delataba.

— Es por eso que quiero ser tu guitarra. — Me miró con una mirada decidida y segura, mientras mostraba una sonrisa de oreja a oreja.

Dejame ser la guitarra que ponga los acordes en tu triste melodía.

AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora