12

15 3 1
                                    

Pov ???

Me encontraba volviendo de estar en nuestra antigua casa. Nada había cambiado pero me sorprendió ver el violín de Aida. Eso significaba que seguía viva, no era mucho pero nos ayudaría mucho para encontrarla.
Fui directamente hacía mi padre y hermano.

- ¡Padre, hay noticias! - Mi padre se levantó de su asiento emocionado.

- ¿Es sobre ella? - Asentí. - Bien, cuéntame.

- ¿Te acuerdas de nuestra antigua casa? - Mi padre asintió. - Está el violín de Aida.

- ¿Y qué tiene? - Respondió mi hermano.

- Aida nunca se separaría de su violín. Nunca lo pondría para exponer aunque estaría traumada.

- Es verdad... - Mi hermano cayó en cuenta. - Pero eso no significa mucho...

- Por lo que pone en aquel cartel de información, lo entregó el 14 de abril del 2000. Posiblemente siga viva después de todo.

- No nos hagamos muchas esperanzas, no sabemos si después de eso esté muerta al igual que su gemelo.

Asentí decepcionada, padre solo me consoló ante todo pero no me iba a rendir, necesitaba encontrarla si o si.

《 ♡ 》

Pov Aida

Miraba mi violín color crema y blanco. Era un diseño único, lo pedí cuando gane mi primer concurso. La sala estaba vacía gracias a petición mía.

— ¿Nececsita algo más, señorita Aida? — Preguntó Richard, nuestro mayordomo principal y encargado de vigilar la casa.

— No, Richard. — Le dije mientras sonreía, Richard solo se posicionó a mi lado.

— A usted le encantaba tocar el violín, estaba a todas horas tocando. — Se río por los buenos recuerdos.

— La verdad es que si, pero por culpa de madre no pude seguir esa pasión como cuando tenía 4 años.

— ¿Ha intentado volver a tocar? Lleva años que no toca, ¿quiere intentarlo como en los viejos tiempos? — Dijo mientras abría el panel de vidrio donde mi violín era cuidado y guardado.

— Lo intentaré aunque no prometo mucho... — Agarré el violín que Richard me entregó, me posicioné y empecé a concentrarme.

Empecé a tocar el comienzo de la obra de invierno de Vivaldi, salía algo desafinado por la falta de práctica. Poco a poco pude agarrar el ritmo hasta poder conseguir notas limpias, pero de repente sentí como perdí el control, paré de tocar y empecé a temblar.

— Otra vez no.... — Deje el violín a manos de Richard mientras intentaba controlarme.

— El mismo problema que la última vez... Déjelo señorita Aida, será mejor para evitar problemas más graves.

Asentí, poco a poco me calmaba. Miré la hora vi que llegaba tarde a la práctica de guitarra con Thomas. Me despedí de Richard recibiendo una reverencia de su parte antes de salir corriendo.

Salí de mi antigua casa en dirección a la escuela para ir al estudio del pelinegro, después de correr durante 10 minutos, llegué. Tomé aire y fui directamente al estudio para encontrarme a Thomas esperandome.

— Aida, por fin llegas. Pensaba que no vendrías.

— Lo siento, me encontraba en un lugar. — Dije mientras me sentaba a su lado y él me pasaba la guitarra.

— Tranquila, lo importante es de que estes bien. — Me sonrió y empezó a guiarme.

Los minutos pasaban muy rápido qué perdí la noción del tiempo, estaba muy concentrada tocando hasta que una pregunta de Thomas me distrajo.

— ¿Te puedo hacer algunas preguntas? — Dejé de tocar para centrarme en sus preguntas.

— Adelante, pregunta.

— Sabes sobre la familia Wallinton, ¿verdad? — Asentí. — ¿Me puedes contar sobre ellos?

— La familia Wallinton fue uno de nuestros rivales, siempre nos molestaban con que ellos nos ganarian pero de repente desaparecieron y nunca más supimos sobre ellos.

— ¿Por qué está tu violín en tu casa? — No respondí, me quedé tensa. — ¿Hubo algún problema?

Seguí sin responder, no quiero recordar aquel recuerdo que provocó que dejase de tocar violín a pesar de que me encantaba.

— Veo que estás incómoda, te haré otra pregunta. ¿Cuál es tu tipo ideal? — Lo miré sorprendida.

— ¿A qué viene esa pregunta?

— Para ver si soy la persona que buscas. — Sonrió inocentemente.

— ¿Y si no lo eres? ¿Te vas a poner a llorar? — Lo miré desafiante mientras me levantaba de mi asiento.

— Siendo o no tu tipo ideal, eso no me impidiera conquistarte, ¿sabías? — Me devolvió la mirada desafiante con una sonrisa coqueta imitando mi acción anterior.

— ¿Vas a conquistarme? — Asintió. — ¿Cómo? — Se colocó cerca de mis labios, aunque no lo parecía, por dentro me estaba muriendo de vergüenza y de nervios.

— Cariño, yo que tú no jugaba con fuego porque si me lo propongo puedo hacer que quedes rogandome por probar mis labios. — Fue lo único de dijo mientras dejaba un beso cerca de la comisura de mis labios y alejarse de mí.

Lo empujé por nervios, me giré para que no viera lo sonrojada que estaba. Escuché como se reía de mi por mi reacción, solo agaché la cabeza ya que no sabía que hacer pero le pisé para que dejase de reírse.

— No sé porque lo intentas, acabaré ganando y provocando un sonrojo tuyo. — Al escuchar eso decidí dar la vuelta, acercarme hacía él para depositar un beso en su cuello. Vi como el pelinegro se sonrojaba.

— ¡Ahora quién está sonrojado! — Me empecé a reír pero de repente sentí como tomaba mi cintura para acercarme más a él.

— ¿Quieres jugar, no? Pues juguemos. — Dijo con un tono serio, provocando qué cerrase los ojos por miedo. Solo sentí como me dió un beso en la frente.

— A que viene eso...

— No voy a jugar contigo, si te hiciera daño me mataría. Y no pasa nada si no soy lo que buscas, solo quiero lo mejor para tí incluso si estás con otro hombre.

Se alejó de mi y seguimos con la práctica que estabamos teniendo antes del suceso recién.

AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora