22

9 2 0
                                    

Pov ...

- No le hagas nada.

- No me mandes, Margaret.

- Estás no fueron las condiciones que te puse. - La pelirroja se quejaba.

- Si vas a estar en mi contra puedes despedirte, cariño. - Le sonreí, se quedó callada.

- Como le pase algo, te prometo que irás a prisión. - Margaret se fue de la habitación.

Miraba a la pequeña Aida durmiendo plácidamente, acaricié su mano y empecé a preparar la jeringuilla.

- Es por tu bien, Aida. - La miraba neutral mientras terminaba de colocar el líquido.

Agarré su brazo y le clavé la aguja, poco a poco el líquido desaparecía hasta quedar vacía. Se lo saqué y lo guarde en mi bolsillo, limpié la sangre que salió y me fui de la habitación para dejarla dormir.

Caminando por esos pasillos oscuros sentí una presencia delante de mi. Paré, miré al frente esperando a que esa persona se diera cuenta que lo sentía.

- ¿Te vas a quedar ahí mirándome? - Empecé a escuchar pasos acercase hacia mi.

- Estás loca, lo perfectamente. - Un niño de más o menos 7 años me miraba furioso.

- Tú que sabrás niño. - Lo miraba sin expresión alguna.

- Deja a mi hermana en paz, eres un monstruo. - El niño empezó a golpearme con golpes muy suaves.

- Ve a dormir, Christopher. - Lo aparté mientras seguía mi camino, el pequeño castaño solo me maldecía mientras se iba llorando.

Llegué a mi oficina y me senté, escuché como llamaban a la puerta.

- Adelante. - Mi mayordomo infiltrado entró con una caja.

- Aquí tiene su pedido, mi señora. - Se acercó a mi y dejó la caja.

- Muchas gracias, ya puedes retirarte. - El mayordomo asintió y salió de la sala.

Abrí la caja viendo el suministro que llegó, sonreí y cerré la caja para dejarla en uno de los armarios que tenía. Volví a sentarme, viendo el papeleo y empecé a ordenarlo.

《♡》


- Bueno señorita Aida. Veo que has tenido mejoras en tus terapias, eso es bastante bueno.

- Muchas gracias, señorita Lewis.

- Por cierto, ¿puedes recordar algo más de tu pasado? - Mi psicóloga me preguntó, negué.

- Sigo sin recordar, algo recuerdo pero casi nada.

- No te preocupes, es normal. El trauma te provocó todo esta perdida de memoria pero con un poco más de tiempo creo que podrás recordar todo. Está será nuestra última consulta, ya te daremos el alta.

- ¿De verdad? - Asintió. - Pero puedo venir cuando quiera, ¿no?

- Ven cuando lo necesitas, acá siempre te recibiremos. - Me sonrió.

Me entregó un papel indicando que ya estaba de alta, agradecí y salí del lugar. Busqué con la mirada a mi acompañante hasta que sentí como unas manos taparon mis ojos.

- ¿Quién soy? - Era más que obvio.

- Ehh, no lo sé. - Me hacía la estúpida.

- Vamoos, si ya has sentido mis preciosos labios.

- Ya callate. - quité sus manos de mi y vi como me sonreía.

- ¿Qué tal te fue? - Me preguntó.

- Me han dado el alta, ya no tendré que seguir yendo. - Sonreí mientras le mostraba los papeles del alta.

- Que bien, felicitaciones. - Me sonrió. - ¿Te apetece celebrarlo?

- ¿Para qué? - Le pregunté, no hacía falta tener que celebrarlo.

- Lo digo para poder besarte.

- No te pases. - Me quejé con un leve rubor, Thomas solo se río.

Lo miré, me estaba mirando con una mirada muy dulce. Inconscientemente sonreí y poco a poco nos estábamos acercando para poder besarnos hasta que escuchamos pasos venir. Nos alejamos fingiendo que no había pasa nada enfrente de las personas que llegaron.

Salimos del psicólogo nos pusimos a pasear varios distritos. Hablamos, reímos y nos divertimos a pesar de que solo era un paseo simple. De repente me golpeé con alguien, haciéndome perder el control, por suerte Thomas evitó que me cayera.

- Lo siento mucho. - Dijo esa mujer misteriosa mientras se limpiaba.

- ¿Estás bien? - Thomas me miraba preocupado.

- Tranquilo, estoy bien. - Le sonreí para que se calmara, giré mi vista hacia esa mujer pero ya había desaparecido. - Se fue...

- Capaz tenía prisa, no te preocupes de eso. - Suspiré y seguimos caminando.

Ya sé estaba haciendo bastante tarde y mañana teníamos clases, le pedí a Thomas venir conmigo y el aceptó. Al llegar, volví a recordar lo que pasó la última vez qué me llevó a casa.

- Bueno, sana y salva. Yo ya me voy, hasta mañana linda. - Me sonrió y antes de irse le agarré el brazo.

- Espera un momento...

- ¿En qué te ayudo? - Se paró mirándome sin quitar su expresión.

- Espero que no te moleste. - Susurré mientras se me formaba un ligero rubor.

- ¿Qué dijiste? Dilo un poco más- - Antes de que terminase le robé un beso y fui directamente hacía la puerta mientras lo miraba avergonzada.

Thomas se quedó perplejo por unos segundos hasta que volvió en sí y me sonrió.

- Tus labios son bastante suaves.

- Callate y vete antes de que llegues tarde a tu casa. - Me giré para evitarlo, solo escuche como se reía y pasos que se desvanecían poco a poco. Cuando cesaron, agarré mi llave, abrí la puerta y entre a mi casa.

AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora