𝑬𝒍𝒆𝒏𝒂'𝒔 𝒑𝒐𝒗.
Había perdido la cuenta de las horas que llevaba encerrada en aquel taxi, pero sabía que habían sido las suficientes como para escucharme una de mis playlist entera y escuchar la mitad de otra. En aquel momento, retumbaba en mis auriculares "The Death of Peace of Mind" de Bad Omens, una canción que me enseñó mi mejor amiga hacía ya unos días y que llevaba escuchando casi en bucle desde entonces.Afuera, una lluvia infernal martilleaba con sus gotas el cristal de mi ventanilla y el parabrisas del coche, haciendo que mi corazón saltara de terror ante la idea de que aquello pudiera causar un accidente. Estaba a poco menos de una hora de conocer a un gran amigo, no podía el destino hacerme eso ahora.
Me dirigía a Valdelobo, un pueblo perdido por el monte en un rincón del norte de España, una zona que yo, acostumbrada a las relucientes aguas de las playas de Andalucía, desconocía por completo; sin embargo, el tiempo actual me recordaba a mi otro hogar: Inglaterra. Pasé mi vida dividida entre aquellos dos lugares: Nerja, un pueblo costero ubicado en Málaga, y Liverpool, la cuna de "The Beatles", elgrupo favorito de mi madre. Ambos para mí se sentían como mi casa, aunque llevaba ya varios años sin pisar aquel país extranjero por los malos recuerdos que me provocaba, aunque preferí no pensar eso en el momento.
Dirigí mi vista al taxímetro, que contaba cada metro y cada minuto que llevaba en aquella caja de metal, anunciando el dinero que debía pagar al llegar a mi destino. Me arrepentí de hacerlo, me arrepentí de subirme al coche, me arrepentí de nacer. Decidí escribirle un mensaje de texto a quien me esperaba en aquel pueblo perdido: Carlos, un chico algo mayor que yo que había conocido hacía unos meses en un foro sobre aves silvestres. ¿Me apasionaban las aves silvestres? en absoluto, y sabía que a Carlos tampoco, pero ambos nos registramos en él con el fin de conocer gente y hacer amigos, y así pasó.
No era mi mejor amigo, y no sabía si yo era la suya, pero era importante para mí y me ayudó en los momentos que lo necesité, de hecho, estaba ayudándome en ese instante. Llevaba meses preparándome física y mentalmente para realizar las pruebas con éxito y así poder acceder a la comisaría de mi ciudad, pero estaba agotada de todas las formas posibles, y Carlos me dijo que necesitaba un descanso. Solo serían dos semanas, lo suficiente como para olvidarme un poco de tener que hacer ejercicio físico hasta el vómito todos los días.
En el mensaje que le escribí, le indicaba la suma de dinero que iba a tener que darle a aquel conductor que me dirigía de vez en cuando miradas lascivas por el retrovisor cuando miraba mis hombros descubiertos por la camiseta de tirantes. No sabía qué me daba más miedo, si sus ojos o tener que dar uno de los míos para pagar el viaje.
Pasó el tiempo y la lluvia cesó a medida que nos hundíamos en la profundidad del bosque por un camino de tierra angosto y pequeño. El coche daba pequeños botes con cada bache que atravesaba -que no eran pocos- y yo sentía que en cualquier momento me marearía. El taxi se detuvo metros antes de llegar al pueblo.
- Aquí acaba nuestro trayecto, guapa. -Habló el hombre con voz rasposa, como si llevara fumando tabaco desde el momento en que nació - A no ser que quieras hacerme algo de compañía...
Sus palabras revolvieron mi estómago y trajeron imágenes horribles de acontecimientos pasados a mi cabeza, por lo que salí del coche lo más rápido que pude con mi maleta en mano. Me acerqué a la ventanilla y pagué por el viaje para acto seguido salir de allí huyendo en dirección al pueblo.
El camino era recto y se veía de lejos lo que parecía una plaza. Era de noche y había pocos vecinos en el exterior, lo que me perturbó ligeramente. Seguí avanzando hasta llegar a la entrada para mandarle un mensaje a Carlos anunciando mi llegada, haciendo que salieran pocos minutos después de la casa más cercana al camino en el que me encontraba.
Carlos era más alto que yo, con el cabello rubio oscuro, tez pálida, hombros anchos, labios carnosos y ojos grisáceos. Sin duda era atractivo, pero ninguna parte de mi cuerpo sentía nada por él, solo amistad. Tras él salió una mujer más bajita, pelirroja, regordeta y de sonrisa amable, supuse que era su madre. Ambos me recibieron sonriendo con los brazos abiertos, envolviéndome en ellos con fuerza. Su madre olía a jazmín y él a tabaco, una extraña combinación.
- Encantada, cariño. Soy Emilia, la madre de Carlos, no sé si te habrá hablado de mí. -Habló la mujer colocándome el pelo tras la oreja en señal de cariño, provocando una dulce sonrisa en mi rostro.
- Encantada. Sí, me ha hablado maravillas de ti. -Miré a Carlos por el rabillo del ojo, se rascaba la nuca en señal de incomodidad. Las únicas veces que me había hablado de su madre fueron para quejarse de lo dura que era con él y lo intransigente que podía llegar a ser.
- ¿Qué tal, bicho? - Me saludó Carlos removiéndome el pelo, como si fuera un perro. «Bicho» era el mote cariñoso que me había puesto, y la verdad era que me gustaba.
- Bueno, todo lo bien que se puede estar tras innumerables horas en taxi con un viejo depravado mirándome las tetas y los hombros cada vez que podía. - Reí sin sentir gracia ninguna.
Sentí que alguien me obervaba. Miré al frente, encontrándome con un hombre que no había visto antes. Su piel era dorada, su cabello desarreglado y moreno, atisbé una sombra de barba en su rostro que estaba empezando a salir. Me miraba fijamente, como con intriga, pero tras el hombre del taxi, ya no sabía si era eso o si era otro hombre que me miraba pensando cosas obscenas. No es que yo pensara mal de todos los hombre con los que me cruzaba, pero dadas las circunstancias generales, y las de la situación que había acontecido minutos atrás, siempre desconfiaba. Fruncí el ceño, aquel duelo de miradas era extraño. La voz de Emilia indicándonos a Carlos y a mí que era momento de entrar en casa me sacaron de mis pensamientos y de aquella batalla entre los orbes de aquel extraño y los míos e hice lo que la mujer me pidió.
La casa por dentro era tan antigua como lucía por fuera. Paredes de piedra, puertas de madera vieja y desteñida, ventanas sin persianas, muebles viejos, cocina de carbón... Para nada lo que estaba acostumbrada. No era que mi vida fuese lujosa, pero al menos disponía de una vitrocerámica. El suelo de madera chirriaba y crujía a cada paso que daba, mandando escalofríos incómodos a mi columna.
- Trae, -dijo Carlos tomando mi maleta- ven conmigo, te enseñaré tu habitación.
Juntos nos dirigimos a unas escaleras de piedra bastante estrechas. Las subimos hasta llegar a la planta de arriba, en esta había tres habitaciones, y una de ellas era la mía. Abrió la muerta dejando la maleta a un lado y observé mi alrededor. La habitación era algo pequeña, igual que la cama, igual que el armario, igual que la mesilla de noche. Todo el mobiliario se veía antiguo y no tenía duda de que este crujiría inesperadamente en mitad de la noche, provocándome auténticas pesadillas. La manta que recubría la cama era de un color verde hierba oscuro, no muy bonito, y al lado de la cama se encontraba la ventana, bastante grande, pero al menos tenía cortinas. La ventana daba directamente a la ventana del piso de arriba de la casa de al lado y a la plaza, por lo que si me cambiaba de ropa y no recordaba cerrar las cortinas, todos los vecinos podrían ver un auténtico espectáculo.
- Sé que es un poco antiguo todo pero...
- No, no. -le dije Carlos- Está perfecto. - sonreí, haciendo que él también lo hiciera.
- Ponte cómoda, cenaremos en breve. Mi madre ha hecho estofado. -Asentí amablemente y Carlos se fue cerrando la puerta tras él, dándome intimidad.
Cerré las cortinas y coloqué la maleta encima de la cama. La abrí y tomé un pijama que constaba de una camiseta ancha de color blanco y unos pantalones cortos del mismo color con rallas verticales azules. Metí la ropa que había llevado puesta hasta el momento en la maleta y la cerré para dejarla en el suelo, ya me encargaría de colocar todo mañana.
Bajé al piso de abajo siguiendo el apetecible aroma de la carne hecha con su propio jugo acompañada de verduras. Sin duda, Emilia cocinaba que daba gusto.
Me senté con ellos en la mesa donde ya habían colocado los platos y los cubiertos. Poco después, estaba disfrutando del delicioso plato mientras mantenía una encantadora conversación con los anfitriones.
- Bueno, Elena. Cuéntame, ¿qué tal van las pruebas? - me dijo su madre.
- Por favor, llámame Lena. - dije con una sonrisa. Me gustaba mi nombre completo, pero tras mi infancia, cada vez que lo escuchaba sentía que la persona que lo pronunciaba estaba enfadada conmigo - Bueno, van bien. El ejercicio físico me está viniendo bien y cada vez tengo más resistencia.
- Va a convertirse en toda una «Terminator» -bromeó el rubio golpeándome el brazo, yo repetí la primera acción para después llevarme un pedazo de carne a la boca.
- ¿Qué es eso? -preguntó la madre confusa. A veces olvidaba que el único con acceso a Internet en todo el pueblo era Carlos, por lo que si yo hablaba utilizando mi jerga habitual, era probable que nadie me entendiera.
- «Terminator» es un personaje de películas. Es un robot que tiene unos brazos casi tan grandes como tu cabeza. -le explicó su hijo, riendo.
Terminamos de cenar y Carlos y yo subimos a nuestras habitaciones mientras su madre se quedaba leyendo un libro en el salón.
- Oye, Carlos. -Lo llamé.
- Dime, bicho.
- ¿En qué lugar de la casa puedo fumar? -Ya no aguantaba las ganas, llevaba desde que había entrado en el taxi sin haber dado una mísera calada y sentía cómo mis manos estaban empezando a temblar, y ya apenas me quedaban uñas para morderme.
- En el tejado. - Dijo y abrió la puerta de su habitación - Buenas noches.
Carlos se metió en la habitación, dejándome descolocada con su respuesta. ¿El tejado? ¿Pretendía que me cayera y me abriera la cabeza? Aún así, era la única opción que tenía si no quería salir a la calle en pijama.
Me dirigí a la maleta y saqué mi paquete de Camel y el mechero del bolsillo exterior. Me subí a la cama y abrí la ventana, efectivamente podía salir al tejado sin problemas, solo necesitaba que mi vértigo no me traicionara. Antes de salir, cogí mi teléfono y mis auriculares.
Salí al tejado y me senté en él, mirando de frente a la casa que tenía justo ante mí. Me coloqué mis auriculares reproduciendo otra canción con la que llevaba días obsesionada: «Sex, Drugs, Etc.» de Beach Weather. Me llevé un cigarrillo a la boca y lo encendí, dando una primera calada que en aquel momento tuvo un sabor a tranquilidad.
La canción sonaba y observaba mi alrededor curiosa hasta que vi que tras los cristales de la ventana de la casa de enfrente se encendía una luz. Pronto apareció un hombre, el mismo que se me había quedado mirando antes en la plaza cuando llegué. Se quitó la camiseta que llevaba, dejando ver su tronco desnudo. Dejé de mirar al instante, no quería ser una depravada igual que el hombre del taxi, aunque él no pareció verme. Pronto, la luz se apagó y con ella también desapareció el desconocido.
Sin duda me intrigaba quién era, pero no era como si me importara demasiado su identidad. Terminé el cigarro, pausé la música y volví dentro, cerrando las ventanas y las cortinas para intentar que entrara la menor luz posible. Me metí en la cama, era cómoda y caliente, lo suficiente para asegurarme un buen sueño reparador. Cerré los ojos y controlé mi respiración hasta que finalmente, conseguí quedarme dormida gracias al agotamiento.𝑨𝒖𝒕𝒉𝒐𝒓'𝒔 𝒏𝒐𝒕𝒆𝒔. ♡
Capítulo un poquito más largo en el que conocemos a Lena y vemos la historia desde su perspectiva, probablemente el resto de capítulos también sean narrados en primera persona, creo que ayuda a conectar mejor con los personajes.
¿Qué creéis que pasará en el siguiente capítulo? ¿Cómo creéis que avanzará la relación entre Luis y Lena?Adiós, señoritas!
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⤿ señorita . ━━━━ luis serra.
Fanfic─ ❛ Nunca pensé que lo único que querría ver antes de dormir iba a ser tu rostro, 𝒔𝒆𝒏̃𝒐𝒓𝒊𝒕𝒂. ❜ ❏ Luis Serra x Fem!OC. ❏ Basado en «Resident Evil 4 Remake» ❪ spoilers ❫. ❏ Cambios en la historia. ❏ Solo me pertenecen aquellos personajes q...