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𝑬𝒍𝒆𝒏𝒂'𝒔 𝒑𝒐𝒗.

Dos semanas después.

— Así que... ¿te gusta?

— ¡Mamá, por favor!

Me encontraba sentada en el frío tejado de la casa de mi amigo mientras hablaba con mi madre por teléfono. Una persona normal, se hubiera sentado en su cómoda y tranquila cama a charlar a través de aquel aparato electrónico, pero he de admitir que durante estos días había establecido de manera inconsciente aquel lugar como mi lugar seguro. Además, llegaba mejor la cobertura.

— Venga, sabes que a mí puedes decírmelo...

— Lo sé, pero solo es mi amigo, mamá.

— ¿Para él también eres solo una amiga? — Puse los ojos en blanco.

— Sí, o al menos eso espero. —Rei.

Llevaba ya una semana y media en Valdelobo, se suponía que tan solo me faltaban dos días para marcharme, pero Emilia, la madre de Carlos, insistió en que me quedara dos semanas más. Sospechaba que era porque se me daba bien limpiar, o tal vez porque así no tenía a Carlos todo el día tocándole las narices. Quizá era por ambos motivos.

— ¿Y no hay ningún chico por allí que te guste? O chica, claro.

— No, la verdad, pero hay un tío muy raro que no me gusta absolutamente nada.

Habían vuelto a suceder cosas con Luis, el vecino y amigo de Carlos, aunque no tan remarcables como las anteriores. Un día Emilia me pidió que saliera a colocar bien la puerta de la valla que rodeaba la casa, pues un vecino que había venido a la casa a dejar una tinaja de aceite la había cerrado de la peor forma posible. Yo salí sin rechistar, no tardé más de cinco minutos en hacerlo, pero justo cuando estaba terminando, Luis salió de su casa y se me quedó mirando unos segundos. Había vuelto a mirarme desde su ventana algunas de las noches que salía a fumar al tejado, pero yo le miraba de vuelta con el objetivo de incomodarlo, cosa que normalmente funcionaba.

— ¿Y eso? ¿Ha pasado algo?

— Un amigo de la infancia de Carlos no me da buenas vibras... Además, parece no haber visto a una mujer antes en su vida. Cada vez que me ve se me queda mirando fijamente, me da muy mal rollo. —Saqué un cigarrillo de mi cajetilla y me lo llevé a la boca para segundos después encenderlo con el mechero. Escuché a mi madre suspirar a través del teléfono.

— ¿Pero es que no vas a dejar el tabaco nunca? — Por su tono, supe que no estaba enfadada, ese sentimiento dirigido hacia mí fumando se había desvanecido con el paso de los años para ser sustituido por decepción.

— Que el tabaco me deje a mí. —bromeé con la esperanza de hacerla reír, y funcionó, aunque sabía que su risa no era de gracia, era de agotamiento. — ¿Piensas decir algo sobre mi nuevo acosador?

— Ten cuidado, cariño. No me preocupo mucho porque sé de sobra que puedes defenderte sola, incluso temo por su vida. —bromeó— Pero ándate con ojo y mantenme informada, por favor.

— Por supuesto, mamá. — Alejé la pantalla de mi rostro por un momento para ver la hora, eran las once y media de la mañana y faltaba poco para la misa del día. — Oye, tengo que colgarte. En media hora tengo que ir a misa.

— ¿Cómo has dicho? — Estaba totalmente perpleja, yo también lo estuve cuando me escuché decirlo en voz alta. — ¿Ahora eres creyente?

— No, no. En este pueblo la gente es muy beata, no hay ni un solo vecino que no vaya a misa, y Carlos y su madre no son menos, claro. Yo solamente les acompaño, pero sabes qué opino de todo esto...

⤿ señorita . ━━━━ luis serra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora