quince

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Eleanor se había negado a dejar la habitación después de eso. Estaba recostada sobre su cama, las rodillas tocando su pecho, dándole la espalda a la puerta.

Ed y Lorraine estaban en el salón, revisando las cintas y grabaciones una y otra vez, intentando ver o escuchar algo que no habían antes. Las cámaras, para su pesar, no habían logrado captar nada de lo que Elle había visto, pero sí podían escuchar los gritos y pedidos de ayuda desesperados de aquellos niños, y eso, para ser la primera noche de investigación, era más de lo que habían esperado.

Drew, por su parte, se había encargado de recalibrar todas las cámaras y micrófonos, queriendo darle a Elle espacio para procesar lo que acababa de pasar, no queriendo invadir su espacio y mucho menos incomodarla en un momento de vulnerabilidad.

Pero estaba preocupado, y mucho. Ed le había dicho que dejara a Eleanor sola, que le permitiera decidir cuando dirigirse a ellos, decidir si estaba lista para seguir investigando y, por mucho que Drew admirara al hombre y quisiera obedecerlo, no podía.

—¿Elle?

La pelinegra levantó la cabeza, sus ojos estaban rojos, pero sus mejillas secas. Lo miró por unos momentos y luego volvió a su posición previa sobre la cama, dándole la espalda.

Se acercó, sentándose en la cama del lado pero mirando en su dirección, soltando un suspiro.

—Elle.

—No, Drew.

El moreno guardó silencio, pensando, buscando dentro de su mente algo que pudiese servir en una situación así, pero no era algo que se viviera de forma cotidiana, ni que pudieses ver en otros lugares como para seguir algún tipo de guía.

El silencio se mantuvo por unos minutos, el mayor aprovechando de mover sus ojos por la habitación, pudiendo notar detalles que antes no había podido apreciar; desde los cobertores infantiles que parecían no haber sido cambiados en años hasta los pequeños dibujos en las paredes del fondo.

El sonido de metal chirriando devolvió su atención a Eleanor, que se había movido en la cama. Sus hombros estaban tensos y apretaba los brazos a su alrededor.

—Está bien si necesitas llorar —le habló despacio, su única respuesta siendo la chica sacudiendo la cabeza— Elle...

—Necesito ayudarlos —musitó ella entonces, su voz áspera, como si tuviese la garganta seca, que probablemente fuera el caso después de todo lo que pasó— Pero no sé cómo.

Drew se puso de pie para luego sentarse en la cama de ella, a sus pies. Posó una de sus manos sobre su tobillo, dándole una suave palmadita de apoyo.

—No tienes que averiguarlo sola —le dijo, una pequeña sonrisa en sus labios que la menor pudo ver cuando por fin se giró a mirarlo— Para eso estamos aquí. Para ayudarte.

—Sabemos que es difícil aceptar ayuda cuando es lo que menos has tenido en la vida —añadió Ed, apoyado en el marco de la puerta.

—Pero estamos aquí para enseñarte a recibirla —le sonrió dulcemente Lorraine, parada junto a su esposo.

Elle se sentó sobre la cama y restregó sus ojos con el puño antes de mirarlos a todos, una pequeña y tímida sonrisa finalmente formándose en sus labios, sonrisa que le fue devuelta.

La joven abrió la boca para hablar, pero fue interrumpida por el estruendo provocado por los cristales de las ventanas reventando; los pedazos de vidrio cubriendo los baúles debajo y el suelo de madera.

Ed se acercó de inmediato, Drew revisando la cámara instalada en el cuarto para asegurarse de que hubiese grabado lo que acababa de pasar. Lorraine, en cambio, se acercó a Elle, notando que temblaba.

Tocó su hombro y enseguida sintió un escalofrío. Siguió su mirada y pudo ver, sentado sobre uno de los baúles, a un niño.

Se trataba del pequeño al que habían visto en el periódico, aquel que había desaparecido, el mismo del que Eleanor ya les había hablado, el culpable de las pequeñas cicatrices en su mano.

Llevaba el mismo saco en la cabeza, aquel que tenía bordado un rostro, pero esta vez se veía sucio y maltratado.

—Ed —llamó Lorraine a su marido, llamando su atención— Sal de ahí.

Ed no podía ver al niño, pero sí podía ver el trozo de vidrio que levitaba en el aire, el lado más filoso apuntando en su dirección.

—¡Ed!

El hombre fue capaz de esquipar el vidrio en el momento justo en que iba derecho a su pecho, agachándose y dejando que siguiera de largo hasta incrustarse en la pared tras él.

Lorraine corrió a su lado, queriendo asegurarse de que estuviese bien, asi que fue Elle quien notó primero el pequeño detalle del que no se habían percatado.

La cabeza del niño, o más bien, el saco sobre ella, estaba empapado de sangre. Tanto así que pequeñas gotas se deslizaban por su cuello y hacían el recorrido por su espalda, manchando su ropa y cayendo finalmente a las tablas que conformaban el suelo bajo sus pies.

Pero, cuando Lorraine lo notó también, el pequeño desapareció, dejando como prueba de su existencia los miles de pedazos de vidrio que alguna vez habían sido las ventanas.

—Elle, estás sangrando —la sacó de su ensimismamiento Drew, acercándose preocupado a ella y ofreciéndole un pañuelo.

La pelinegra se tocó la nariz, sintiendo el líquido que caía y ya tocaba su labio superior. Se apresuró en tomar el pañuelo que el chico le ofrecía y limpiarse, confundida.

Ed y Lorraine se reunieron con ellos alrededor de la cama de la chica, ambos mirándola preocupados.

—Ese niño parece tener algún tipo de vendetta en tu contra —habló Lorraine, Ed y Drew volteando a verla, ambos con la misma pregunta clara en sus expresiones— Era el pequeño desaparecido. Fue quien quebró las ventanas.

Los dos asintieron, entendiendo, hasta cierto punto, lo que acababa de suceder. Eleanor miró la ventana nuevamente y soltó un suspiro, asintiendo a todo lo que Lorraine había dicho.

—No nos quiere aquí, es casi como si no quisiera que...

—¿Que descubramos qué le ocurrió? —terminó la idea por ella Ed, Elle asintiendo nuevamente— Sí, algo muy extraño ocurrió aquí, y las Griffin y ese niño saben el qué.

Eleanor se aseguró de que su nariz ya no sangraba antes de ponerse de pie, caminando a los baúles bajo la rota ventana. Abrió el mismo donde había encontrado los muñecos, y soltó un suspiro cuando este seguía vacío. Casi había esperado que volviesen estado allí.

—Vamos a descubrirlo.

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Lamento muchísimo la tardanza, he pasado un par de semanas difíciles y me hallaba sin tiempo e inspiración. Es un poco más corto de lo normal, sepan perdonar. Pero de todas formas espero que les guste.

besitos y que tengan un excelente inicio de semana ♡

eleanor rigby ○ el conjuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora