Mismo camino

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Sus palabras aun retumbaban en mi cabeza.

No estaba segura de cómo responderle a lo que me había dicho sin inflarle un poco más el ego, Luciano se veía hermoso, tenía una sonrisa engreída en su boca, y una parte de mi quería quitársela con mis besos.

—Pudo estar mejor— le comenté a forma de broma, pude ver como su cara se transformaba para hacer una mueca, sus brazos largos se afianzaron en los bordes de mis caderas, haciendo que la distancia entre ambos disminuyera hasta ser casi inexistente. Solté una risa ahogada por la sorpresa de sus acciones. Mis brazos fueron por instinto hacia el cuello de mi chico, para darme algo más de equilibrio.

Sus labios rozaron mi oído.

—Eres una pequeña mentirosa— me dijo aferrando sus dedos a mi piel sin hacerme daño. Pude sentir como el calor subía a mis mejillas, demostrando la gran vergüenza que sentía porque fuera tan notorio que disfrute mucho verlo pelear, ver como sus músculos se contraían y flexionaban, haciendo alusión a la gran fuerza que tenía su cuerpo — solo por eso, vas a pagarlo esta noche.

Mi corazón comenzó a latir con más fuerza contra mi pecho, este hombre hacía que mi presión arterial suba y bajé sin control solo de pensar en compartir la cama con él, recordé que al principio de esta noche de locos no me sentía de esta manera, pero en ese momento no sabía que era mi prometido.

—Como si pudieras hacer algo— le respondí.

No pensaba dejar que el tuviera el control y me lo sacara en cara con su gran ego.

—Si, claro— me justo un poco más contra su cuerpo sudado, podía sentir el movimiento de sus músculos debajo de mi piel y me levanto un poco del suelo haciéndome pegar un grito. Hubo alguien que aclaro su garganta, haciendo que volviéramos a nuestra realidad, fue como si nuestra burbuja se rompiera, el sonido de los gritos de los hombres, los apostadores y los golpes de los peleadores.

Me distancie un poco, pero mis brazos seguían aferrados al cuello de mi prometido, era una extraña palabra, a pesar de simplemente pensarla. Mi amiga, Laurent, se encontraba de pie a un par de metros de nosotros, con sus brazos cruzados sobre su pecho, pero con una sonrisa en su boca.

—Cuando quieras pelear de nuevo, las puertas del Lux están abiertas para ti— levante la vista para ver el tablero, las apuestas estuvieron reñidas, pero dio un espectáculo increíble, sin duda fue más o tan interesante que la pelea principal que tuvo lugar un par de minutos antes.

Mi chico sonrió, pero pude sentir que los músculos se pusieron rígidos, supuse que se trataba y no era precisamente de la pelea, si no dé la razón por la que lo hizo, mi ex. Una parte de mi entendía porque decidió hacerlo, se trataba de su honor y su ego, pero otra parte de mí no creía lo que había visto, pensaba que quizás él tenía algún otro motivo para tratarlo de la forma en que lo hizo. No se conocían, pero no pareció tener piedad alguna por el hombre que estaba moliendo a golpes.

—Gracias, lo tendré en mi mente— su tono fue calmado, pero su pecho latiendo con fuerza me decía lo contrario, había que sentirse impresionado por la forma en que mentía, con total naturalidad, ni siquiera pestañeaba o tenia alguna clase tic nervioso, solamente su pulso, se descontrolaba, aunque presentía que incluso era tan controlador como para eso, seguramente era por mi presencia en sus brazos.

—Y ya que ofreció tan buena pelea, ¿Podrás darnos una habitación? — me aventure a preguntar, habíamos tenido demasiadas emociones hasta ahora y quería dormir, además con todo el dinero que le hicimos ganar podríamos solicitar una suite por el módico precio de la pelea.

Laurent me dio una larga mirada que me decía que no la molestara con esto, eso me hizo reír un poco. Suspiro como si se rindiera ante mi petición silenciosa por una habitación más grande.

—Vere que puedo hacer, pero te aseguro que no será el Penthouse— me dijo en un tono sencillo.

—No te pediría eso— le conteste con una voz angelical, claro que lo haría, pero no podía presionarla ahora.

Una vez que mi amiga se fue, los brazos de Luciano se tensaron más contra mis caderas.

—¿De que se trato aquello? — me sentí de inmediato cohibida en sus brazos queriendo no explicarle sobre mis técnicas de manipulación.

—Bueno estaba pidiéndole una suite sutilmente— el aprecio confundido por mi respuesta — gratis— dije la palabra en voz alta y bien vocalizada para que entendiera mejor, el pareció incrédulo.

—Podemos pagarla, podemos pagar cualquiera— enfatizo la ultima palabra, era muy divertido.

—Claro que lo sé, ¿Pero dónde estaría la diversión? Ganaste una pelea, los hiciste ganar dinero y es hora de que desocupen algo de sus bolsillos— concluí por él, un brillo divertido apareció en sus ojos.

—No sabía, que eras tan codiciosa— no entendía porque me encontraba divertida, mi hermano seguramente trataría de matarme recordándome el honor familiar y como quedaría nuestra familia ante semejante ocurrencia, ¿Qué dirían los demás? Había que presumir nuestro dinero o dirían que estábamos en la quiebra, pero contrario a lo que todos pensaba no lo veía como mi dinero, si no como el de ellos, por eso quería empezar a trabajar en la organización.

Mis pensamientos se volvieron repentinamente mas serios, pensaba en nuestro futuro, en liderar la organización y no permitir que nadie nos dijera que hacer o tener que dar explicaciones, me quede viendo los profundos ojos de mi prometido, este se veía apacible pero no era nada sumiso.

—¿Realmente vas a ayudarme? — le cuestione con un tono de voz mas serio, dejándole ver que el momento de jugar había pasado — casarnos es un gran paso, no estoy diciéndote ahora que sí, pero si lo hacemos, ¿No me darás la espalda verdad?

Su cara adquirió una expresión solemne como si se tomara en serio mis palabras, era la primera vez que veía una expresión tan decidida en su cara mientras me miraba, podía ver pensamientos cruzando su cara y me hubiera gustado conocer lo intimo de sus pensamientos, para poder entender lo que estaba afrontando, pero el parecía hermético como todo buen mafioso.

—Victoria Gambino, yo nunca te traicionaría— por alguna razón, en mi corazón sentía que esa era la respuesta correcta, como si mi alma supiera que él decía la verdad, ya no se podía tener esa certeza en este momento con casi nadie, en especial con un mafioso y menos con el mejor amigo de mi hermano, ¿Quién seria tan estúpido como para traicionar al jefe? Aparentemente nosotros lo éramos, ambos queríamos liberarnos de lo que estaba pasando, ser libres.

Heredera de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora